“Ya soy mayor, paso a Primaria”. Esta frase, pronunciada con aires de suficiencia por muchos niños cuando finalizan la educación infantil, describe en pocas palabras la significativa evolución que marca la incorporación a la enseñanza obligatoria. Estos “mayores” de tan sólo seis años necesitan la colaboración de profesores y familias para lograr adaptarse con normalidad a todos los cambios que implica la nueva etapa escolar.
Imagen: Matt McGee
La Orden que establece el currículo de Primaria reconoce la necesidad de una articulación estructurada entre esta etapa y la Infantil. Intenta evitar incoherencias en los planteamientos didácticos de ambas y pretende que la incorporación de los alumnos a la educación primaria sea «gradual y positiva». El Ministerio de Educación aboga así por «mecanismos que favorezcan la coordinación entre los proyectos educativos» de los centros que atienden a los menores en diferentes etapas.
La transición de Infantil a Primaria no debe tomarse con ligereza. «En el primer curso se sientan las bases para el futuro aprendizaje y se adquieren hábitos y procedimientos de trabajo que resultarán básicos para toda su labor posterior como escolar», afirman Ana C. Rodríguez y Caridad O. Turón, del Instituto Superior Pedagógico Enrique J. Varona en la Revista Iberoamericana de Educación. En esta etapa, se pasa de niño a «estudiante», pero los pequeños mantienen las características psicológicas propias de la edad preescolar y requieren, añaden Rodríguez y Turón, «un tiempo de adaptación que puede durar desde los primeros meses hasta, incluso, todo el curso escolar». Ésta es la razón por la que la articulación entre Infantil y Primaria debe desarrollarse de forma progresiva, con una continuidad lógica y natural, y con la total implicación del maestro.
El alumno tendrá que dedicar parte del tiempo de ocio a cumplir con sus obligaciones como colegial
Los cambios que experimenta el niño al pasar de una etapa a otra son significativos. Algunos tienen que ver con los métodos didácticos y docentes, que conllevan una diferencia en los procedimientos de aprendizaje. La actividad escolar, que antes se caracterizaba por una metodología lúdica y en grupo, se transforma en un trabajo serio e individual. Por otra parte, la asistencia al colegio implica ahora la responsabilidad del estudiante, ya que el profesor se encargará de evaluar su trabajo, tanto con las actividades que se desarrollan en el aula como con las tareas que el alumno realice en casa. Este último aspecto representa otra novedad para el niño, que a partir de ahora, en la mayoría de los casos, tendrá que dedicar parte del tiempo de ocio a cumplir con sus obligaciones como colegial.
El currículo de las enseñanzas varía de manera relevante. Durante la educación infantil, el alumno trabaja áreas como el conocimiento de sí mismo y la autonomía personal o el conocimiento del entorno. Al incorporarse a Primaria, tendrá un currículo estructurado en materias diferenciadas entre sí: educación artística, educación física, lengua castellana y literatura, lengua extranjera y matemáticas. Estas asignaturas se mantendrán, además, durante toda la etapa.
Las clases de Infantil suelen estar delimitadas en un área específica del centro para favorecer el control de los alumnos
El paso a Primaria implica el cambio de la guardería al colegio, aunque es frecuente que las dos etapas se desarrollen en el mismo centro educativo, pero en espacios distintos. Las clases de Infantil suelen estar delimitadas en un área específica y cerrada para favorecer el control de los alumnos. La organización del aula también se altera. En la educación inicial, las mesas se unen en grupos para potenciar el trabajo común entre los niños. Sin embargo, en Primaria la disposición en forma de U, por parejas o con pupitres separados potencia el trabajo individual del estudiante y ayuda a captar mejor su atención. En esta etapa, desaparecen la mayoría de los elementos decorativos y estímulos visuales que caracterizan las clases de Infantil y el espacio adquiere un aspecto más formal.
Otros aspectos menos significativos, pero también propios de la nueva etapa educativa, a los cuales los niños tienen que habituarse son:
El papel del profesor
La mayoría de expertos confirman que el papel del profesor en la fase de adaptación a la educación primaria es fundamental para que la transición se efectúe de manera positiva. En esta etapa, el estudiante pasa del tutor único, que se encarga de la docencia de todas las áreas de aprendizaje, a incorporar nuevas figuras docentes especialistas que imparten otras materias en el aula, cada una con una metodología y una forma de enseñar diferente. Esto puede resultar abrumador en algunos casos para el alumno, que está acostumbrado a mantener el vínculo con un solo docente.
Es fundamental la coordinación entre los docentes de Infantil y Primaria
Los profesores deben lograr que se desarrollen las capacidades y aptitudes de los niños durante el curso de la forma menos traumática posible. Para ello, es fundamental la coordinación entre los docentes de Infantil y Primaria, que permita a estos últimos conocer de antemano las necesidades y características escolares de los alumnos. Los maestros favorecen la adaptación si se muestran flexibles y comprensivos durante los primeros meses del curso, si utilizan una metodología más abierta y similar a la de Infantil y si no atosigan a los estudiantes desde los primeros días con tareas y actividades fuera del centro educativo. Los docentes de la anterior etapa pueden introducir también adaptaciones a los nuevos métodos pedagógicos durante el último trimestre de Infantil para iniciar a los alumnos en la siguiente fase educativa.