Cientos de grupos de investigación están escogiendo al pez cebra (Danio reiro) como organismo modelo para sus investigaciones sobre medicina regenerativa. Así, lo emplea Juan Carlos Izpisúa en el Instituto Salk de California para investigar la regeneración del corazón; Christiane Nusslein-Volhard en el Instituto Max Planck de Tubinga (Alemania) para descubrir la función de los genes humanos, y también Leonard Zon, del Hospital Infantil de Boston, que escudriña la sangre que corre por su cuerpo para combatir la anemia.
En España, este pequeño pez tropical será ahora el protagonista de la plataforma de investigación biotecnológica con sede en la ciudad de San Sebastián que, bajo el impulso de Izpisúa, aglutinará a empresas españolas y a punteras instituciones académicas de EE.UU., Suecia y Japón. El objetivo será cribar con programas de bioinformática millones de compuestos de potencial utilidad contra distintas enfermedades humanas.
El pez cebra entró en los laboratorios a finales de los años 70 en la Universidad de Oregón y con el tiempo se convirtió en uno de los animales más apreciados en biología del desarrollo. Como el ratón o la mosca del vinagre, los embriones de pez cebra facilitan el hallazgo de los genes que dirigen la construcción del cuerpo de los vertebrados desde que es una única célula hasta que se forman los órganos y extremidades.
Al igual que sucede con las ranas, los embriones de pez cebra se desarrollan externamente y pueden ser observados y manipulados en todas sus etapas, con la ventaja de que su desarrollo es más veloz y su organización es más simple. Además, los embriones son transparentes, lo que permite visualizar su formación.
Otra ventaja sobre el ratón estriba en que es mucho más pequeño y tiene más descendencia en menos tiempo: una hembra puede poner 200 huevos a la semana, mientras que un ratón gesta un máximo de 15 embriones en 21 días.
Desde el año 2001, el Centro Sanger de Gran Bretaña coordina el desciframiento de su genoma, que es aproximadamente la mitad de grande que el del ser humano. Esta misma semana, el citado centro anunció que había completado la mitad de este proyecto, que ya ha revelado numerosas similitudes genéticas entre el ser humano y ese pez tropical.
El 75% de sus genes son similares a los nuestros, lo que convierte a este animal acuático en un modelo para analizar procesos biológicos de relevancia médica, como los procesos inflamatorios, la creación de nuevos vasos sanguíneos, el crecimiento de las neuronas, la formación de hueso y músculo, o la resistencia a la insulina.
De hecho, hay equipos de investigación que utilizan peces cebra con mutaciones genéticas para investigar la enfermedad de Alzheimer, las anomalías congénitas de corazón, o el cáncer. Debido a la transparencia de sus embriones, el estudio genético de especímenes con mutaciones espontáneas o inducidas resulta muy sencillo. Lo mismo puede decirse del análisis de los efectos en su organismo de compuestos potencialmente útiles como fármacos.
El proyecto liderado por Izpisúa en San Sebastián y coordinado a través de la Fundación Inbiomed permitirá experimentar en peces cebra el potencial terapéutico de millones de compuestos. Las enfermedades que serán objeto de investigación están por determinar aunque con seguridad figurarán las cardiovasculares.
En su laboratorio del Instituto Salk, este investigador observó cómo el corazón de ese pez recuperaba su funcionalidad después de haberle cortado un 30% de su masa. Izpisúa ha identificado varios genes implicados en esa regeneración. Con peces cebra con mutaciones que aceleran ese proceso o lo bloquean, pretende desvelar todo el proceso y hallar genes homólogos humanos.