El telescopio espacial Spitzer ha sacado a la luz la existencia de un nuevo anillo en la órbita de Saturno. Es, con diferencia, el más grande de todos los que rodean a este planeta y el que más alejado se encuentra de la superficie de Saturno. Su composición tenue ha hecho que pase desapercibido hasta la actualidad, cuando ha sido detectado por los infrarrojos del Spitzer.
Tiene unas dimensiones desmesuradas, ya que se extiende en un radio que empieza a seis millones de kilómetros del planeta y alcanza 12 millones de kilómetros más allá de él. También se caracteriza por su grosor, que se presume de una altura vertical 20 veces superior al tamaño de Saturno. «La escala del nuevo anillo es impresionante. En ninguna otra parte del sistema solar se ha visto algo semejante», aseguran los científicos.
A pesar de estas proporciones, su escasa densidad lo hace muy tenue y lo convierte en un suave halo de partículas de hielo y polvo. Los astrónomos aseguran que está compuesto por partículas muy pequeñas y distribuidas en una proporción de 10 a 20 por kilómetro cúbico. También han observado que su orientación es diferente a la del resto de los anillos del planeta y calculan que está inclinado unos 27 grados respecto a ellos.
Los responsables de investigación creen que podría haberse formado a partir de los restos desprendidos de Febe, una de las lunas de Saturno, tras diversos impactos contra su superficie. El estudio, que se publica en la edición digital de la revista «Nature», también parece resolver el enigma de la bitonalidad de otra de las lunas de este planeta, Japeto. La explicación parece estar en que el satélite podría recoger parte del polvo que compone el anillo gigante de Saturno, que se quedaría adherido a la superficie de una de sus caras y le daría un color más oscuro que al resto.