Aunque no se llega a las cifras de otros países europeos, cada día hay más niños en España que aprenden a tocar un instrumento. Aproximadamente hacia los ocho años, una vez establecida una pequeña base musical, los alumnos ya están preparados para escoger el instrumento que más les seduzca y emplearse a fondo en su interpretación. No hace falta que estén dotados de ninguna cualidad especial. Padres, madres y educadores son los responsables de estar atentos para intentar orientarles en una afición que más adelante puede convertirse en vocación e incluso en un medio de vida. Los expertos aconsejan a los padres tener en cuenta las preferencias de los niños, “por encima de las suyas”. Tanto es así que coinciden al opinar que el precio del instrumento y de las clases no debe ser óbice en la elección cuando hay un verdadero interés.
Acercamiento inicial
Aproximadamente a los ocho años de edad los niños que quieren profundizar en el aprendizaje de la música ya han de escoger un instrumento musical, porque es a esta edad cuando, por lo general, empiezan a recibir clases específicas en las escuelas municipales, academias privadas y conservatorios.
Desde los tres primeros años de aprendizaje los pequeños participan en sesiones de música impartidas por profesores especialistas en sus propios colegios. Comienzan siendo de media hora a la semana para llegar a 50 minutos cuando cumplen cuatro o cinco años y principalmente se les enseña a coordinar sus movimientos con el ritmo de la música.
El objetivo de los maestros durante este periodo es tratar de acercarles de una manera lúdica a la música. El solfeo no se enseña como antes. Para llegar al mismo objetivo recurren a métodos muy didácticos y cuentan con herramientas como los instrumentos elegidos por Carl Orff -conocido sobre todo por su obra Carmina Burana-, una colección de percusión compuesta por maracas, sonajas, tambores, barras sonoras, panderos, etc.; una orquesta rítmica que ayuda a los niños a divertirse haciendo música antes de estudiarla.
En 3º de Primaria, con ocho años, los estudiantes -muchos de ellos han recibido clases también extraescolares en el mismo centro o fuera de él- son capaces de producir música, aunque sea sin demasiada precisión, con los objetos del entorno, con elementos de percusión de sonido más determinado, como xilófonos y metalófonos. Ya poseen una mínima base musical y se les inicia en un instrumento muy didáctico, la flauta dulce.
La decisión, del intérprete
El principal objetivo que se marcan los profesores es hacer que los niños disfruten con la música. Creen que de esta forma es mucho más fácil que se interesen y que algunos quieran profundizar en ella, e incluso que deseen llegar a ser buenos intérpretes. Por ello, los educadores también están de acuerdo en que es muy importante escuchar a los niños y respetar sus gustos, por encima de los de los propios padres y madres. Isabel Suárez, profesora de Educación Musical del Colegio de Educación Infantil y Primaria Santiago Ramón y Cajal de Alcorcón, certifica que a partir de los seis años hay alumnos, muchas veces procedentes de familias con tradición musical, que ya empiezan a madurar y “suelen tener muy claro el instrumento que les gusta”.
Según Ramón Ángel Ruiz, director del Conservatorio Municipal de Música de Rentería (Guipúzcoa), los padres normalmente están al corriente de las inquietudes del niño y para cuando tiene que elegir instrumento saben, por su insistencia, si se trata de un capricho pasajero o si de verdad puede ser el principio de una vocación. Además, los profesores son conscientes de su capacidad y aptitudes y le pueden orientar. “La mayoría de las veces los pequeños se decantan por un instrumento u otro por imitación: porque alguien de la familia toca la guitarra, por ejemplo; porque lo hace su personaje preferido en una serie de dibujos animados, o, ya en la adolescencia, porque suena muy bien en manos de su ídolo de un grupo musical”, comenta Nacho Grosso, por su experiencia como profesor de Educación Musical en el colegio San Agustín de Chiclana de la Frontera (Cádiz).
No importa demasiado qué lleva a una persona a elegir un instrumento y no otro, sino que exista esa motivación. Nacho Grosso considera muy importante respetar la elección del instrumento y advierte del error que a su juicio supone primar la matrícula en un centro oficial en otro instrumento para conseguir luego plaza. “Si el deseo de alguien es aprender piano y no tiene plaza en el conservatorio es preferible que lo haga en una escuela privada o con un profesor particular que matricularlo allí en tuba para que pase a piano más adelante si puede”, señala. “El niño nunca debe estudiar piano, por poner un ejemplo, porque a su madre le hubiera gustado hacerlo”, remarca Suárez en la misma línea. “En principio, lo lógico y natural es intentar satisfacer las expectativas del pequeño; obligarle a cambiar de instrumento podría ser hasta contraproducente”, conviene Ruiz, si bien matiza que, a veces, los profesores pueden darse cuenta de que un niño no tiene mucha facilidad con un instrumento o que tiene un problema de oído e intentan, en este último caso concreto, reconducirle hacia instrumentos que necesitan “menos oído”-precisa-, como los de ritmo o percusión. Por otro lado puede que el pequeño quiera tocar el arpa y si no vive en una gran ciudad con un conservatorio superior tal vez no pueda encontrar dónde hacerlo.
También puede que en mitad del periodo de aprendizaje el instrumento “comience a coger polvo en su caja”. En ese caso, el estudiante, sus padres y profesores han de averiguar contemplando todas las variables posibles qué es lo que está pasando. Puede que el alumno haya perdido el interés, que ahora le guste más otro instrumento, etc. De ser así se puede valorar la necesidad de un cambio y no tiene por qué ser ni dentro de la misma familia musical. De hecho en el conservatorio se estudia un instrumento complementario de una rama siempre diferente.
La compra
Respecto a la disponibilidad económica de las familias, el director del Conservatorio “Errenteria Musikal” asegura que el primer año casi ningún niño tiene que comprar el instrumento. En su centro la práctica habitual es ceder a los alumnos “en buenas condiciones y con la condición de que los cuiden” trompetas, violines, clarinetes, etc. “Siempre que se puede se les dejan. Luego, en la medida que van afianzándose en los estudios ellos se los compran”. Si se trata de ejercitarse en el piano, la marimba u otros instrumentos fijos los alumnos lo hacen en la sala de estudio del propio centro.
En los últimos años el mercado se ha complementado con una gran variedad de instrumentos chinos, muy baratos, pero de dudosa calidad. Tal y cómo dice la maestra de música, Isabel Suárez, de un tiempo a esta parte pueden encontrarse violines por 30 euros. “No son muy recomendables. Suenan mal, se rompen con la mirada y hay que retocarles todo porque de lo contrario se rompen en la mano mientras los preparas”, advierte Jon Galarraga, luthier, de Casa Erviti.
De igual opinión es Nacho Grosso, quien subraya que las guitarras de menos de 60 euros están hechas con madera como la de las cajas de fruta. “Cuesta casi el mismo tiempo desecharlas”, advierte. Este guitarrista recomienda adquirir instrumentos con una calidad mínima y en establecimientos especializados. No todos son tan caros y además existen las becas, el mercado de segunda mano -aunque no sea muy activo en nuestro país-, además de los créditos, los plazos, etc., concluye, asegurando que se trata de una inversión.
Por la experiencia de Erviti, casa que distribuye desde su tienda de San Sebastián instrumentos musicales para toda España desde 1875, su gerente, Javier Gárate, está en condiciones de afirmar que los instrumentos que ahora más “se llevan” o que más se venden, por sus precios, son la guitarra, el violín, el clarinete, la flauta y el saxo alto. “El precio sí influye en la decisión de compra, las dimensiones no”, advierte, y el importe de algunos instrumentos “hace cambiar los gustos” de los padres, explica. De todos modos, el mayor de los hermanos Gárate -herederos de los fundadores de la casa- está convencido de que hoy en día hay instrumentos para todos los bolsillos. Reconoce que hace unos años los instrumentos chinos no reunían una mínima calidad para el estudiante pero garantiza que hoy ellos venden violines, violas, chelos, contrabajos, trompetas y saxos “que están muy bien para empezar a estudiar”.
Gárate concretamente se refiere a las marcas Gara, Gara Winds y Gara Luthier registradas por Erviti que, aunque son instrumentos procedentes de China, tienen “la garantía de que funcionan. Se pueden tocar con ellos y los profesores que los conocen están contentos con su calidad precio”, explica Galarraga.
Aunque no se llega al nivel de otros países europeos, la percepción general es que cada vez hay mas niños que estudian algún instrumento y todos coinciden en que es una disciplina -máxime si se escoge la carrera profesional del conservatorio- que conlleva muchos beneficios:
- Es un esfuerzo que tiene que ser divertido. No todos los estudiantes pueden llegar a ser virtuosos ni grandes concertistas. De hecho, algunos sólo quieren aprender para tocar con los amigos, relajarse solos… Las motivaciones son muy diversas.
- Despierta su sensibilidad e imaginación y desarrolla la memoria y la creatividad.
- Mejora el aprendizaje en matemáticas y lectura.
- Propicia su afición a otras artes y su desarrollo formal global como persona.
- Suele generar un clima de confianza y espontaneidad muy interesante también para otros campos, así como habilidades de comunicación.
- Dota al alumno de una técnica que le puede abrir camino en muchas facetas de la vida, incluidas las relacionadas con el trabajo.
- Concede una base académica sólida dentro del ámbito musical y abre las puertas a otros instrumentos. Pasada la adolescencia, también se contempla la voz como instrumento de desarrollo de la expresión musical.