La crisis influye en los alumnos de Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Los adolescentes con carencias económicas destacan por privaciones materiales, falta de apoyo, unas expectativas de éxito más bajas y, en definitiva, unos peores resultados académicos. Un estudio reciente confirma que “el 18,4% de los estudiantes de ESO tiene carencias económicas severas” y cumplen las características mencionadas. A continuación se analiza cómo afecta la crisis a este alumnado, su deseo de estudiar en la universidad y qué supone en su vida académica y familiar estar en riesgo de exclusión social.
Cómo afecta la crisis a los estudiantes
El 18,4% de los estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) tiene carencias económicas severas y esto determina sus estudios. Así lo pone de manifiesto el informe «El futuro comienza hoy», realizado por Fundación Adsis. Los ingresos familiares pueden determinar el éxito académico por varios motivos.
En primer lugar, la falta de recursos económicos influye en la alimentación: el 75% no puede comer carne o pescado al menos tres veces por semana. Una nutrición deficiente tiene consecuencias en los adolescentes. No solo afecta a su rendimiento escolar, sino físico. Una ingesta insuficiente implica cansancio y desgana en el momento de estudiar.
En segundo lugar, las carencias económicas en el hogar aumentan la preocupación en la familia y, en consecuencia, en los adolescentes, lo que supone un impedimento para concentrarse en los estudios y una reducción de sus expectativas, tanto respecto al futuro como al hecho de sacar buenas notas y superar la ESO.
En tercer lugar, la escasez de ingresos conlleva un menor acceso a actividades y apoyos de carácter extraescolar, «con lo cual su rendimiento se ve notablemente afectado», pero también a otras que mejorarían su formación, como los idiomas. El 75% de los estudiantes en riesgo de exclusión no acude a centros especializados para mejorar sus estudios y solo el 19% tiene formación extraescolar.
Por otro lado, los alumnos en riesgo de exclusión tienen menos acceso a las nuevas tecnologías, lo que implica que estén menos familiarizados con la cultura digital y que dominen menos Internet (55%) que el resto de jóvenes de su edad (78%) o las redes sociales (56% frente al 79%), a las que se conectan cada día la mitad (26%) que los estudiantes que no están en riesgo de exclusión social (50%).
Un estudio anterior realizado en 2011 en Galicia también determinó que los resultados académicos de los alumnos con más recursos son superiores. Esta conclusión se ha repetido en el estudio de Fundación Adsis, en el que han participado 2.970 adolescentes -el 18,4% de los adolescentes en riesgo de exclusión- de 24 institutos públicos.
Los adolescentes quieren estudiar en la universidad
Después de la ESO, un 72% de los jóvenes tiene claro qué quiere hacer: el 61% quiere cursar Bachillerato para acceder a la universidad, el 18% quiere estudiar Formación Profesional (FP), el 8% aprender un oficio fuera de la FP y el 3% restante, encontrar un trabajo. No obstante, las condiciones económicas y la insuficiencia de becas pone en riesgo la continuidad de los estudios de parte de los alumnos. Los estudiantes de diplomatura han pasado de 364.639 en el curso 2008-2009 (inicio de la crisis) a 212.288 en 2011-2012, mientras que los de licenciatura han pasado de 648.653 a 439.881, según datos del Anuario Estadístico de España 2013.
El 61% de los estudiantes en riesgo de exclusión quiere estudiar Bachillerato para acceder a la universidad, pero el 45% no se siente valorado por el profesorado
Entre quienes optan por ir a la universidad, tan solo uno de cada cuatro no tiene claro en qué carrera está interesado. Entre quienes lo saben: la carrera preferida de las chicas es Medicina y de los chicos, Ingeniería Informática. Psicología, Derecho, Arquitectura o Periodismo son otras opciones preferidas por los jóvenes. Impera la vocación (37%) y aspiran a estudiar lo que les gusta y trabajar en esa profesión. Sobre todo, quieren tener «un empleo estable que cubra sus necesidades y la su familia» (72,6%).
No obstante, en la escuela, es fundamental el papel del profesorado, por quien el 45% de los adolescentes en riesgo de exclusión social no se siente valorado, mientras que el 40% no se siente reconocido por el tutor, un apoyo muy importante para los estudiantes en esta etapa, cuando han de elegir el rumbo académico que seguirán. Consideran que carecen de apoyo para sacar adelante sus estudios y esta situación les lleva a su vez a creer menos en sí mismos.
Los jóvenes nacidos entre los años 1997 y 2000 “son una de las generaciones más afectadas por la crisis”, asegura el estudio. Hasta hace unos años, los adolescentes no se relacionaban con una situación de exclusión social, pero cada vez más estudiantes atraviesan esta situación. Estos se caracterizan por dos rasgos:
Académicos. Un 61% ha suspendido tres o más asignaturas el curso pasado, un 37% cree que no alcanzará sus aspiraciones y un 30% no sabe si acabará la ESO o cree que no lo hará. En general, se estima que el desempeño académico de los alumnos en riesgo de exclusión social es un 24% más bajo que el del resto de estudiantes.
Familiares. Viven en hogares con padres sin trabajo (63%), que no pueden pagar imprevistos (87%), tienen dificultades para abonar el alquiler o la hipoteca (70%), carecen de automóvil (64%), pasan frío en invierno (74%) y no tienen teléfono (57,5%), lavadora (49%) ni televisor (47%). Pero más importante aún es que los jóvenes en situación de exclusión no siempre se sienten valorados por sus padres ni les piden ayuda.