Con más de 40 años de existencia, la Asociación Nacional de Catedráticos de Instituto agrupa a catedráticos de Enseñanza Secundaria de toda España. Su campo de actuación engloba la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), el Bachillerato, la Formación Profesional y otras enseñanzas postobligatorias, como idiomas, artes plásticas y diseño o conservatorios de música.
Felipe de Vicente Algueró, que cumplirá en unos meses su primer año como presidente de ANCABA, es catedrático de Geografía e Historia desde hace 25 años en un centro de Barcelona; asimismo, este doctor en Historia y licenciado en Filosofía ha sido profesor universitario durante 15 años y director de instituto durante cuatro. Desde su amplia perspectiva, nos acerca en esta entrevista al escenario actual que se vive en los institutos de enseñanza españoles, a la visión del docente y a la situación de los alumnos.
No, es un lema que dista de ser una realidad, puesto que las últimas leyes educativas se han hecho sin contar con la opinión del profesorado. Me refiero singularmente a la LOGSE, una ley cuyos resultados no han sido los apetecidos, que implantó una pedagogía (la anglosajona) extraña a nuestra tradición y contribuyó a reducir sensiblemente el nivel académico de nuestros alumnos. Muchas personas recordarán la famosa “promoción automática” de curso en la ESO, que tantos males ha traído y que, afortunadamente, ha sido corregida por la Ley Orgánica de Educación (LOE).
Probablemente algo más que en la LOGSE. Ha sido el clamor unánime del profesorado que fue denunciando los errores de la LOGSE lo que obligó al legislador a corregirlos, al menos parcialmente, primero con la Ley de Calidad (LOCE) y después con la LOE.
Queda pendiente un tema sustancial, seguimos con un bachillerato muy corto, de dos años, casi una anomalía en Europa
Como ya he mencionado, con la nueva ley se corrigen algunos de los fallos más clamorosos de la LOGSE, como la promoción automática o la excesiva comprensión de la ESO (todos los alumnos hacen lo mismo, en la misma aula, hasta los 16 años); asimismo, también es favorable que con la LOE se introducen itinerarios académicos a partir de los 15 años y se permiten diversificaciones curriculares a partir de los 14. Sin embargo, queda pendiente un tema sustancial: seguimos con un bachillerato muy corto, de dos años, casi una anomalía en Europa, en donde la Enseñanza Secundaria superior suele durar tres o más años. Un bachillerato de dos cursos es, sencillamente, inviable.
Aunque los beneficios serían varios, citaré los dos fundamentales: asegurar más el éxito escolar y evitar el abandono prematuro y mejorar la preparación para estudios superiores. Hay que tener en cuenta que con el bachillerato actual, nuestros alumnos han de cursar en dos años entre 17 y 19 materias, según las comunidades autónomas. Es una carga excesiva. Tanta materia en sólo dos años va en detrimento de la calidad, puesto que no es posible profundizar ni exigir demasiado. Eso hace que los alumnos no alcancen la preparación que necesitan para iniciar con éxito carreras de mayor dificultad, como por ejemplo las ingenierías. Un buen bachillerato de tres años, sin embargo, permite dosificar mejor la carga lectiva y dedicar el tercer curso a asignaturas preparatorias de los estudios posteriores a un nivel adecuado.
Se ha despojado al profesorado de autoridad y se han reconvertido los centros en verdaderos “aparcamientos” de adolescentes
Una de las causas ha sido el propio sistema educativo, que no ha premiado el esfuerzo, sino todo lo contrario; por otra parte, se ha despojado al profesorado de autoridad y se han reconvertido los centros, especialmente los públicos, en verdaderos “aparcamientos” de adolescentes, sin mucha preocupación por que estudien. Hay también otros factores: el desinterés de muchas familias, las horas que nuestros alumnos pasan ante la televisión, los videojuegos y similares o la dedicación al ocio casi sin límites.
Sólo hay que fijarse en los datos. Nuestro sistema educativo, por decirlo en términos económicos, está “en números rojos”: casi un 30% de los alumnos no termina la ESO y, entre los que la terminan, bastantes lo hacen con serias deficiencias; nuestra tasa de alumnos escolarizados en enseñanzas secundarias postobligatorias está muy por debajo de los objetivos de la Unión Europea; el gasto educativo como porcentaje del PIB está también por debajo de la media de países de nuestro entorno y los resultados de las pruebas PISA revelan también graves deficiencias en nuestro alumnado.
La falta de disciplina suele acompañar a alumnos con dificultades que muestran así su rechazo a estar obligatoriamente en una clase
El fracaso escolar es una cuestión compleja que no es fácil explicar con base en una sola causa. En él intervienen diversos factores y su incidencia depende de cada caso. La falta de disciplina más que causa es consecuencia de otros factores, entre los que puede estar la excesiva comprensividad del sistema, es decir, mezclar en una misma clase en edades ya avanzadas alumnos con muy distintas capacidades e intereses; de hecho, la falta de disciplina suele acompañar a alumnos con dificultades que, de esta manera, muestran su rechazo a estar obligatoriamente en una clase. Mi experiencia de director me demuestra que alumnos con problemas de disciplina y dificultades de aprendizaje en una clase estándar cambiaban totalmente de actitud cuando estaban en un aula taller, en donde hacían cosas que realmente les interesaban.
Efectivamente, y no sólo el ambiente familiar sino también el social. Por una parte, los alumnos que viven en el seno de una familia desestructurada tienen más problemas; asimismo, el exceso de trabajo de los padres hace a veces que los alumnos estén muchas horas solos, ya sea en casa o en la calle. En cuanto al ámbito social, el estudio, que requiere esfuerzo, es también rechazado en una sociedad que transmite a los alumnos un culto al placer, a pasárselo bien por encima de todo. La cultura hedonista extrema que vivimos y que transmiten no pocos programas de televisión que devoran nuestros adolescentes incide también negativamente. Sin un entorno social más favorable, los profesores poco podemos hacer. Educa o deseduca más un programa de televisión que docenas de clases.
Indudablemente, los tiempos cambian. Los alumnos de ahora son a la vez iguales y distintos a los de hace 15 años, si destacara algo sería que los alumnos maduran hoy más tarde que los de hace 20 años, por ejemplo. Lo que sí es cierto es que en todos los tiempos hay alumnos con verdadero afán de saber y con buenas capacidades intelectuales, la diferencia está en cómo se ha tratado a estos alumnos.
El problema radica en cómo hacer compatible la búsqueda de la excelencia con dar a todos unos niveles educativos básicos
Los sistemas anteriores estaban orientados casi en exclusiva hacia estos alumnos, abandonando a su suerte a los que no querían o no podían estudiar; ahora, de ese sistema selectivo hemos pasado a uno inclusivo, que pretende acoger a todos los alumnos, a los que atienden en una clase y a los que hacen todo lo posible para boicotearla. El problema radica en cómo atender a todos sin perjudicar a una parte, en cómo hacer compatible la búsqueda de la excelencia (estimular a cuantos quieren y pueden llegar a más) con dar a todos unos niveles educativos básicos. En ese sentido, el método LOGSE, que consistía básicamente en mezclar a todos en la misma aula, ha sido un fracaso. En la actualidad, sin embargo, se imponen estrategias de diversificación curricular, para que, una vez garantizados unos mínimos, cada alumno encuentre un itinerario que le pueda satisfacer y se adapte a sus capacidades.
De la respuesta anterior se puede deducir que la tarea del profesor ha cambiado mucho, ya que se le imponen obligaciones que no son propias ni de su preparación ni de su función. Se les obliga a hacer de psicólogo, asistente social, animador, mediador, vigilante y hasta de guardia de seguridad. Una reivindicación del profesorado es la de recuperar su función primordial de docente y educador. Las otras tareas deben ser realizadas por otros profesionales, que también han de estar en los centros. La escuela del futuro no será sólo de profesores, será interdisciplinaria, con un conjunto de profesionales de diversos ámbitos. Por ejemplo, en los centros franceses, los profesores son sólo eso: profesores, que es mucho. Hay otros profesionales para realizar otras tareas.
Para atraer buenos profesionales primero habrá que perfilar bien la función docente y dignificar la figura del profesorTeniendo en cuenta que la profesión docente no está en sus mejores momentos, tengo mis dudas sobre si habrá graduados dispuestos a hacer un máster, que es caro, para dedicarse a las tareas que antes he señalado. Para reivindicar y atraer buenos profesionales primero habrá que perfilar bien la función docente y dignificar la figura del profesor como transmisor de conocimientos. Si la figura del profesor recupera su especificidad y se facilita una buena carrera profesional, no faltarán buenos graduados para dedicarse a la enseñanza.