Uno de cada cuatro alumnos no logra terminar la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en España, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Ante este alarmante dato, los alumnos, profesores, padres y psicólogos discrepan en el origen y los motivos de este problema y apuntan diferentes causas: retraso en la implantación de la educación obligatoria, falta de presupuesto en educación, acierto de la legislación educativa o la falta de renovación pedagógica de los profesores. Se trata de un problema complejo y de su resolución depende el futuro de los niños y niñas de hoy.
Radiografía de la educación en nuestro país
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) lo dice con claridad en su último informe: España es el país europeo de todos los pertenecientes a este organismo que presenta una mayor tasa de abandono escolar, en un fenómeno que afecta más a los chicos que a las chicas y en el que puede influir el nivel económico y cultural de los padres. Además, a este dato lo acompañan otros que son reveladores de la situación del sistema educativo español, porque la inversión en educación es inferior a la de los países de nuestro entorno. Por ejemplo, el gasto por estudiante se encuentra un 11% por debajo de la media de los países de la OECD en educación primaria y un 8% por debajo en educación secundaria. “No se valora suficientemente la educación, ni se valora que es el factor primordial para que un país siga adelante”,denuncia Lola Abelló, presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (CEAPA).
Sin embargo, detrás de las frías estadísticas se esconde un panorama más desolador. “El fracaso escolar no sólo consiste en que no obtengan el título de la ESO, sino también en los que lo obtienen y no saben nada. Esto no figura, pero no saben hacer la “o” con un canuto aunque tengan un título”, recalca Blanca García Olmos, Presidente Nacional de la Asociación de Profesores de Secundaria. Se trata de lo que esta catedrática de Instituto denomina el ‘fracaso escondido’, el de aquellos alumnos que pasan cursos académicos gracias a la promoción automática, sin aprobar todas las asignaturas y sin afianzar los conocimientos que en los siguientes cursos les requerirán. De esta manera, García Olmos se topa con casos inauditos: “me encontré en un examen el verbo “yendo” con “ll” y yo imparto clases de griego en segundo de bachillerato de letras puras”, subraya.
¿El fracaso escolar es mayor que antes?
De todas formas, se deben contextualizar todos los datos referentes al abandono escolar en nuestro país. Como indica Abelló, en España existe un “retraso considerable en comparación con otros países de la Unión Europea” en la extensión de la educación obligatoria, porque “hace solamente 20 años del nacimiento de la ley que la generalizó hasta los 14 y sólo 10 hasta los 16 años”. Según la OCDE, España presenta la cuarta peor tasa de personas de entre 25 y 64 años que han logrado terminar sus estudios de educación secundaria respecto a todos los miembros de esta organización: sólo el 45% de las personas de este grupo, cuando la media de la OCDE es 21 puntos porcentuales mayor. Por otro lado, la OCDE también constata que los jóvenes españoles de hoy reciben más educación que las generaciones anteriores. De esta manera, el grupo de población de entre 25 y 34 años que ha conseguido finalizar la educación obligatoria supera en 25 puntos porcentuales al grupo de entre 45 y 54 años. Por todos estos datos, Abelló considera que la educación en España ha realizado un gran progreso en los últimos 20 años, y que los actuales datos de abandono escolar se deben a la prolongación de la escolarización obligatoria.
Responsabilidad compartida
¿Qué es lo que sucede para que 25 de cada 100 alumnos no terminen la ESO? La respuesta es compleja y varía en función de la persona que responda, aunque tanto padres como alumnos señalan la posible influencia de la extensión de la educación hasta los 16 años. Raúl Almarcha, vicepresidente de la Confederación Estatal de Asociaciones de Estudiantes (CANAE), opina que influyen dos factores: la falta de motivación de los alumnos y la repercusión que la televisión concede a un ficticio éxito fácil con programas como Gran Hermano, en los que no se valora ni la formación ni la educación. “Un estudiante pasa seis horas sentado al día, cinco días a la semana y nueve meses al año en algo que le viene dado: llega un profesor, le suelta un discurso a la clase y se va. No se intenta motivar al alumnado en su aprendizaje y se deberían incorporar nuevas metodologías más atractivas, como, por ejemplo, potenciar los medios audiovisuales”,
“No se intenta motivar al alumnado en su aprendizaje y se deberían incorporar nuevas metodologías más atractivas, como, por ejemplo, potenciar los medios audiovisuales”
Sin embargo, los profesores rechazan que el problema sea una falta de renovación en sus estrategias pedagógicas. “La mejor formación, en cualquier ámbito, es la experiencia: dar clase, estar al pie del cañón, ver lo que pasa y aprender uno mismo, porque vemos a los nuevos profesores que llegan con bastantes horas de formación que no les sirven de nada”, enfatiza García Olmos. Los maestros creen que el origen del problema se encuentra en las leyes educativas que han permitido la promoción automática, que provoca que se reúnan en cada curso estudiantes con niveles académicos muy diferentes. Almarcha corrobora que muchos de los que abandonan la Secundaria entran desde la Primaria con “lagunas de aprendizaje”. “Es el sistema. En primero de Primaria no aprenden a leer y a escribir y pasan a segundo obligatoriamente, aunque tengan todo suspendido. ¿Qué culpa tiene el profesor cuando llega a segundo?”, denuncia García Olmos. Por su parte, Abelló denuncia la “fuerte ruptura” que se produce en el paso de la Primaria a la Secundaria, en que a los alumnos “se les trata casi como a universitarios, con muchísimas asignaturas, cada una de ellas con un profesor convencido de que la suya es la más importante, y esto muchas veces crea un desasosiego”.
Pero, además, los profesores sufren un gran estrés por intentar reconducir a los alumnos que van mal, los que no están motivados y que, en muchas ocasiones, pueden ser indisciplinados y conflictivos. “Tienen dificultades para controlar la conducta de sus alumnos en el aula, y se encuentran con que la sociedad no les proporciona las herramientas necesarias para enfrentarse a esta situación y que la familia apenas les apoya”, sostiene Antonio Cano Vindel, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés. En opinión de este experto, “la familia no está educando” cuando tendría que ser la primera institución implicada en la formación de los jóvenes. Por esta razón, como “no se ponen normas sociales en la familia”, cuando el alumno llega a una cierta edad y le va mal en la escuela, la familia ya no dispone de las herramientas necesarias para imponer reglas.
¿Qué pueden hacer los padres y madres?
Los progenitores deben seguir una serie de pautas para reaccionar a tiempo ante los primeros síntomas de fracaso escolar de los hijos. Cano Vindel explica que el papel que juegan en el proceso de educación de sus hijos e hijas es “fundamental”, puesto que los profesores no están en las casas y son ellos quienes deben prestar atención para que el hijo estudie las suficientes horas -“y que estudie concentrado en los niños, porque no sirve hacerlo con la televisión o la consola de videojuegos encendida”- y para que tenga un horario, después del cual pueda jugar, pero no antes.
La presidenta de la Asociación de Profesores de Secundaria señala que “por lo general” los padres de los hijos que van mal “no sólo no ayudan sino que se enfrentan a los profesores y les echan la culpa”. Pero esa actitud paterna no es la más indicada. “Los padres y madres deben asumir que ha habido un resultado muy negativo, en el que están implicados en primer lugar el alumno, en segundo lugar la familia y en tercer lugar, la escuela. Hay que revisar todos los factores que dependen de cada una de esas instancias, para poder corregir los errores”, concluye Cano Vindel. Abelló coincide en que se debe efectuar un trabajo de equipo entre el tutor, el alumno y la familia, y se muestra contraria a lo que reconoce que suelen hacer los padres: acudir a profesores particulares. “Las soluciones se deben encontrar en el mismo centro y es básico el diálogo familia-escuela. Si una madre o un padre ven que el menor no sigue el ritmo de la clase o que está desmotivado, lo adecuado es entrevistarse con el profesor y ver cómo se le puede motivar. Ha de haber una coherencia educativa entre el centro y la familia”, expresa. No sirve castigar a los niños Lo que de ningún modo es útil para ayudar al hijo o hija a superar el fracaso escolar es castigarle. “Esto sólo sirve para hundirlos todavía más, pero son los padres los que se tienen que poner las pilas, buscar las causas y ayudar a los hijos a aprobar, en caso de que suspendan”, destaca Abelló. Según la presidenta de la CEAPA, las familias han cambiado “muchísimo” y ahora son negociadoras, por lo que deben negociar con el hijo “cómo va a salir adelante”. “Es un espíritu de equipo pero sin dejar de ser padres, nunca podemos ser amigos de nuestros hijos porque si lo fuéramos no podríamos poner limites, y eso también es importante”, subraya.