Un grupo de científicos del Instituto de Microelectrónica de Sevilla, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha creado un chip de silicio a partir de un modelo matemático derivado del estudio de la percepción del ojo de las langostas, que podría ayudar a evitar accidentes en las carreteras.
Estos insectos migran en enjambres de hasta 80 millones de adultos por kilómetro cuadrado sin apenas chocar y evitando al mismo tiempo ser cazados por las aves depredadoras. «Las langostas, como la mayoría de los insectos, ven más imágenes por segundo que los humanos, lo que las capacita para reaccionar más rápido ante una colisión y evitarla», señalan los investigadores.
Esto lo consiguen gracias a sus ojos, que están compuestos por una matriz de receptores o sensores de luz, detrás de los cuales se encuentran diferentes capas de neuronas. Tras éstas, existe una gran neurona que suma todas las percepciones anteriores y se denomina detector gigante de movimiento de la langosta. Los píxeles constituirían la analogía tecnológica de las neuronas. En el sustrato de silicio, cada píxel lleva su sensor de luz y parte de los circuitos de procesamiento.
Los responsables del chip, que participan en el proyecto internacional Locust, explican que «cuando un objeto se acerca a una langosta y crece en tamaño para ella, las señales que reciben los sensores se suman hasta que, superado un umbral determinado, se dispara una alarma en el cerebro del insecto que le hace reaccionar y evitar el choque».
El dispositivo que imita este proceso en silicio, desarrollado en primera instancia a partir de un modelo matemático, permite que «en un único chip se pueda hacer la adquisición de las imágenes, el procesamiento de las mismas y la decisión posterior de generar la alarma de colisión».
El nuevo sistema en el que trabaja el CSIC combina la óptica visual y la electrónica, y se montará en primer lugar en un coche con las mismas características que uno real pero construido a escala. Posteriormente se probará en situaciones reales, tanto de tráfico como ambientales, ya que la tecnología debe funcionar en un amplio rango de condiciones de iluminación y climáticas.
Los expertos sevillanos señalan que la principal dificultad se encuentra en que la alarma de colisión salte sólo cuando exista un peligro real de chocar, y no cuando se acerquen otros objetos que no conlleven este peligro.
Entre otras aplicaciones, este chip podría activar el airbag, reducir la velocidad del coche o, incluso, detenerlo en situaciones de extremo peligro.