Seis de cada diez niños superdotados terminan fracasando en sus estudios, encajonados en un sistema educativo que no es adecuado para ellos. En España se calcula que el 2% de la población escolar es superdotada, es decir, que uno de cada 25 escolares tiene un coeficiente intelectual por encima de 130 puntos. Los expertos consideran que ofrecerles una educación diferenciada es básico, pero la realidad es bien distinta, ya que la mayoría acaba presentando un bajo rendimiento ante la falta de estímulos y nuevos retos. Acostumbrados a resolver los problemas y tareas antes que el resto de sus compañeros, las clases se convierten en una monotonía que les lleva al aburrimiento. Esta realidad es denunciada por la Asociación Española de Superdotados y con Talento (AEST), que conoce bien los problemas a los que muchos padres tienen que enfrentarse. «La Administración ignora la existencia de estos alumnos y si quieres que el niño avance de curso hay que reclamar», explica Argimio Morán, de la AEST. Por ello, desde esta asociación proponen al Gobierno que todos los escolares sean evaluados de manera individual al paso de cada etapa educativa, para poder detectar tanto a los niños superdotados como aquellos con cualquier tipo de problema.
Disimulo de sus capacidades
«Tenemos metido a un alumno capaz de resolver un puzzle de 100 piezas en clases donde sus compañeros sólo logran juntar cuatro. Y eso durante cinco horas al día, cinco días a la semana, cuatro semanas al mes y así todo un año académico», explica Argimio Morán. Por eso, muchos de ellos, cansados de un sistema educativo incapaz de motivarles y comprenderles, acaban «disimulando» sus capacidades en un intento de mimetizarse con el resto de sus compañeros y dejar de ser «diferentes». Una actitud que toman en mayor medida las alumnas, de manera que mientras en los primeros niveles educativos la proporción entre chicos y chicas superdotados es similar, en los superiores ellas parecen desaparecer del mapa. «No porque no existan -precisa Morán-, sino porque prefieren pasar desapercibidas. Muchas llegan incluso a autosuspenderse».
A pesar de que la mayoría de los padres apoya la integración de estos niños en centros ordinarios, no descartan la creación de centros específicos para un mejor desarrollo de los chavales con altas capacidades. «El sistema educativo español tiene recursos técnicos y humanos para atenderlos -explica Morán-. Pero si la Administración decide no hacer nada y las leyes son ineficaces, los padres tendrán que buscar otro camino como la creación de colegios especiales».
Uno de los principales escollos es la falta de docentes formados para detectar y educar a los niños superdotados. La detección temprana es fundamental a la hora de ofrecer al niño el entorno educativo más conveniente y evitar que su desarrollo se vea frenado. «Cuando un niño superdotado recibe una educación acorde a su nivel de aprendizaje no disminuirán sus capacidades», señala Yolanda Benito, directora del centro psicológico y educativo «Huerta del Rey», en Valladolid. Esta doctora en psicología y experta en el campo de la superdotación señala que «el bajo rendimiento se da en todos estos niños, porque el ritmo educativo no se adapta a sus capacidades», pero especifica que el fracaso escolar «no se da hasta llegar a la Secundaria».
Benito advierte además del efecto Pigmalión negativo. «Las expectativas de los padres y de los docentes afectan al rendimiento de estos niños -indica-, que acaban creyéndose poco inteligentes, desarrollan serios problemas de autoestima, sufren desmotivación y un total rechazo a la escuela. No sólo acaban fracasando en los estudios, sino también personal y emocionalmente».