La nave «Deep Impact» de la Agencia del Espacio estadounidense (NASA) vuela ya a la caza del cometa «Tempel 1». Su misión es lanzarle un proyectil para abrirle un boquete en pleno núcleo con el objetivo de estudiar sus entrañas y a través de ellas, descubrir los misterios del origen del Universo. La colisión tendrá lugar el próximo 4 de julio, día de la fiesta nacional de los EE.UU., si todo sale como esperan los ingenieros y astrónomos responsables del proyecto.
La cuenta atrás se cerró poco antes de las ocho de la tarde, hora española, y la secuencia del lanzamiento se desarrolló sin problemas en la estación de la fuerza aérea estadounidense de Cabo Cañaveral (Florida). Antes de la hora prevista, las 13:47 horas local, el cohete lanzador Boeing Delta II encendió sus motores para salir propulsado minutos después. La amenaza de fuertes lluvias y de un probable retraso en la salida del ingenio no se materializó y el horario se cumplió con precisión.
La NASA pretende obtener datos de la composición y estado del núcleo de los cometas. Desentrañar, entre otras preguntas aún sin respuesta, si han desempeñado un papel precursor de la vida en la Tierra, cuya fisonomía han modelado; si agotan su carga de hielo y gas o ésta queda encapsulada en el interior de su núcleo; por qué razón algunos permanecen «durmientes» durante milenios, etc.
Dos partes
La «Deep Impact» consta de dos módulos: el cuerpo central, equipado con un telescopio de 30 centímetros de diámetro, cámaras de alta y media resolución, instrumental de navegación óptica y un espectrógrafo de infrarrojos. El segundo módulo es el elemento clave de la misión, el «Impactor», una sonda de apenas un metro de altura y diámetro, 372 kilos de peso reforzados con cobre y equipada con sus propios instrumentos de visión. El 3 de julio, 24 horas antes de la colisión, «Impactor» se eyectará y viajará con su propio sistema de propulsión hacia el «Tempel 1», cuya superficie socavará al caer en la cara iluminada por el Sol.
El choque, a una velocidad de 30.000 kilómetros por hora, liberará una energía equivalente a 4,5 toneladas de explosivo, suficientes para abrir en el corazón helado del cometa un boquete de tamaño variable -entre una casa pequeña y un campo de fútbol de diámetro-, y una profundidad de entre 2 y 14 pisos.
Tras la colisión, el cuerpo principal se aproximará al cometa, a unos 500 kilómetros de distancia, y observará los efectos de la misma. Por un lado, el núcleo al descubierto; por otro, la forma del cráter y la nube de material pulverizado que liberará el golpe y que servirá a los científicos para determinar la composición, densidad y resistencia tanto de la corteza como de la estructura interna del cometa.
La misión no acaba ahí. El equipo nodriza en órbita seguirá recabando imágenes y datos durante 30 días más, que los científicos analizarán en tierra en los meses siguientes antes de dar por concluido el proyecto.