La probabilidad de que en cualquier zona del mundo se repita un terremoto es menor cuanto más tiempo ha transcurrido desde el anterior, según concluye un estudio dirigido por el investigador Álvaro Corral, de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), que aparecerá publicado en la revista «Physical Review Letters». Por primera vez se ha observado que existe una relación entre los intervalos de tiempo entre terremotos consecutivos, que obedece a una distribución de probabilidad universal.
Esta situación sugiere la existencia de un mecanismo físico simple, que regula el proceso de generación de terremotos. Para llevar a cabo su estudio, inspirado en las ciencias de la complejidad, Álvaro Corral dividió la superficie de la Tierra en regiones, considerando los intervalos de tiempo entre todos los terremotos consecutivos catalogados para cada una de las zonas.
Al analizar la distribución de probabilidades de estos intervalos de tiempo, Corral descubrió que, aunque son aleatorios, los terremotos están descritos por una ley universal que tiende a agruparlos durante un plazo muy largo de tiempo. Esta tendencia a agruparse aparece en los análisis estadísticos de los datos catalogados desde la década de los 70, independientemente de las intensidades consideradas (desde 2 hasta más de 6,5 grados en la escala Richter).
«Cuanto más tiempo se lleva esperando el autobús, menos quedará para que llegue, pero los terremotos no cumplen esta regla», explica Álvaro Corral. «Cuanto más tiempo se lleva esperando un terremoto, nos podemos relajar, dado que el riesgo decrece. Esto es así por el fenómeno de agregación de los terremotos en el tiempo», añade.
El caso de Parkfield
Esto tiene claras implicaciones para modelos que evalúan el riesgo sísmico, ya que en muchos casos asumen una ocurrencia cuasiperiódica, «lo que les lleva a que el riesgo aumente con el tiempo», comenta el investigador. El ejemplo más claro de este fracaso es el caso de Parkfield, una pequeña ciudad estadounidense situada al borde de la falla de San Andrés, donde habían tenido lugar terremotos a un intervalo aproximado de 22 años.
El último que se registró fue en 1966 y se esperaba que el próximo apareciese a finales de los 80 o principios de los 90. «Se destinaron grandes medios económicos y técnicos para estudiarlo, pero todavía hoy están esperando el terremoto», indica Álvaro Corral.
Desde la perspectiva de este investigador, los terremotos nunca se podrán predecir como los eclipses, con muchos años de antelación, pero tampoco como el tiempo meteorológico. «Lo único que se pueden hacer son previsiones probabilistas», destaca el experto.