La educación es un pilar clave en la sociedad en que vivimos. La escuela está cambiando su papel, de transmisora de conocimientos ha pasado a ser un importante agente educador. De ahí que muchos padres reclamen hoy en día a las instancias educativas una mayor atención hacia las denominadas «asignaturas transversales» (integración, solidaridad, paz, igualdad, respeto, responsabilidad, etc.) y exigen su incorporación al sistema como nuevas materias.
Y es que, según un estudio de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), el 40% de los padres reconoce que no sabe manejar los conflictos de convivencia familiar y cerca de una tercera parte dice sentirse incapaz de educar bien a sus hijos. Para ayudar a resolver las dificultades que tienen en esta formación, el 59,6% de los padres cree que los profesores deberían «educar mejor» y el 49,2% dice que los medios de comunicación deberían ser «más educativos».
El debate sobre la necesidad de este tipo de asignaturas es cada día mayor y la comunidad educativa discute cada vez más sobre la necesidad de incluir contenidos como la educación en valores, ambiental, sexual, para la democracia, educación vial, para el consumo, la salud, la paz… Muchas de ellas son ya aplicadas de forma optativa en los colegios españoles.
Hoy día, la necesidad de que la educación proporcione a los alumnos las herramientas necesarias para que sean capaces de situarse en el mundo de manera consciente y crítica está provocando que estas materias transversales salten a primera plana. El escolar necesita comprender el mundo en el que se mueve, conocer lo que le ofrece y la manera en qué lo hace para poder decidir libre y responsablemente. Ello exige un cambio en los currículos y un cambio de mentalidad en el profesorado. Hay que, como señala la Unesco, acercar la escuela a la realidad social en la que se encuentra. Un objetivo que, por otra parte, resulta complicado en cuanto a la contradicción que suponen los temas transversales en un sistema educativo jerarquizado y competitivo.
Pero a pesar de ello, la realidad social que viven los jóvenes españoles, las cifras de contagios de sida, de violencia doméstica, de fallecidos en accidentes de tráfico, de abortos en adolescentes… evidencian una clara necesidad de apostar por materias más allá de las tradicionales que logren educar en la responsabilidad y en la igualdad.
Educación sexual
Tres de cada diez adolescentes españoles de entre 15 y 17 años mantiene relaciones sexuales y sólo el 12,7% reconoce utilizar algún método anticonceptivo considerado fiable. Pero lo más preocupante es que casi ocho de cada diez adolescentes ni siquiera se pronuncia sobre el asunto, lo que pone de manifiesto la falta de información, los tabúes o la despreocupación sobre su comportamiento sexual. El resultado: cada año más de 7.000 españolas menores de edad se quedan embarazadas.
Por otra parte, dos de cada diez niños de entre 10 y 12 años desean estar más delgados, y el 40% de los adolescentes españoles realiza algún régimen: de ellos, el 80% lo hace sin ningún tipo de control. Los escolares españoles menores de 12 años apenas comen frutas y verduras, su dieta es escasa en pescado y tampoco toman la leche que debieran. La repercusión de la anorexia en el ámbito escolar se traduce en un bajo rendimiento de quienes la padecen y un 50% no alcanza más allá de los estudios secundarios.
Estos datos respaldan la necesidad de poner en marcha una educación para la salud. Una materia reclamada desde asociaciones de padres y otros colectivos que piden la creación de una asignatura que ayude a los escolares desde edades tempranas a comprender los riesgos y la forma de evitarlos.
Educación en valores
Para suprimir la violencia, la discriminación racial y los atentados contra la dignidad humana hay que hablar de educación en valores. Una cuestión difícil en un mundo en el que el 83,4% de los adolescentes españoles de entre 15 y 24 años se identifican con los valores pragmáticos. Los considerados «tradicionales» no están de moda y apuestan por la búsqueda del placer inmediato. Además, un 24,1% no tiene reparos en admitir que apuesta por valores incívicos y ventajistas -que buscan el interés o beneficio propio aún a costa de perjudicar a los demás- y un 22,2% reconoce ser autoritario o xenófobo.
El freno a la destrucción de nuestro planeta, a la irresponsabilidad en las carreteras o al consumismo necesita también del sector educativo. Padres y educadores deben ser conscientes de que los valores que un niño interioriza serán determinantes a la hora de enfrentarse a cualquier conducta de riesgo social, como la violencia, la intolerancia y el racismo. Por tanto, la realidad social que viven los jóvenes hace más necesaria una mayor atención hacia las consideradas «materias menores» del sistema educativo.