Manuel Martínez Llaneza es profesor titular de Matemáticas de la Escuela de Ingenieros Aeronáuticos de la Universidad Politécnica de Madrid. Su nombre conduce a multitud de estudios científicos y metafísicos en los que acerca y defiende las matemáticas. Ahora es también una voz, de casi 60 años, con décadas ligada a la Universidad, que se suma a las tímidas pero cada día más numerosas críticas que están proliferando en el ámbito académico sobre la aplicación del Plan Bolonia. Reconoce que la Universidad necesita una reforma pero alerta que la que llega sólo introduce «elementos de control y jerarquización».
No se trata de una reforma de la Universidad, sino de una parte de ella, la más vulnerable. Siempre se oculta que Medicina, Arquitectura, Farmacia, Veterinaria y Enfermería están excluidas del plan, precisamente por tener una reglamentación europea (de la Unión Europea) que las protege del desastre. También es importante saber que Bolonia no es un plan de la UE, y que el nombre de Espacio Europeo que usa es la primera trampa; hay que decir que, además de no ser europeo, no es un plan, sino una declaración de intenciones a la que los Estados de la UE o de fuera de ella pueden adherirse o no, pero que en ningún caso da lugar a compromisos exigibles a los Estados signatarios. No hay directivas ni homologaciones, nadie garantiza compatibilidades ni siquiera admisiones. Eso explica que unos Estados se vayan a limitar a emitir certificaciones de estudios sin cambiar nada y otros, como España, aprovechen la ocasión para una brutal operación de privatización similar a la que se llevó a cabo en enseñanzas medias y a la que está en curso en la sanidad pública, según directrices de Organización Mundial del Comercio. La Universidad española necesita reformas y sobre todo más presupuesto y mayor atención social: en eso hay bastante acuerdo. Lo que no está claro es que Bolonia vaya en ese sentido. Una mínima prudencia hubiera aconsejado efectuar las reformas de la forma más segura posible, y evitar los desastres que se han cometido en las reformas radicales de las enseñanzas medias que las han llevado a la ruina.
El proceso se ha podido llevar clandestinamente hasta que, tardíamente, han surgido los movimientos en su contra
Bolonia no provoca ningún entusiasmo, pero, dada la atonía y resignación en que vive el país y en particular la Universidad, tampoco la resistencia es fuerte; el proceso se ha podido llevar clandestinamente hasta que, tardíamente, han surgido los movimientos en su contra. Los intereses empresariales que apoyan Bolonia difícilmente pueden combatirse por estas fuerzas, aunque alguna de las barbaridades cometidas como separar la Universidad del sistema educativo, ha tenido que corregirse, y otras podrán tal vez matizarse. Pero una reconsideración seria del sistema educativo a favor de objetivos sociales es muy improbable que se acometa a menos que la crisis general del sistema obligue a los gobiernos a reconsiderar las políticas neoliberales y a avanzar en el camino de la democracia social.
La reforma universitaria, más allá de las vagas declaraciones amables, es la aplicación a la Universidad del dogma neoliberal que establece que el Estado no debe hacer nada que puedan hacer las empresas privadas. Este dogma se expresa en las directrices de la Organización Mundial del Comercio, los acuerdos GATS o la directiva Bolkenstein; en España se concretó en la Ley Orgánica de Universidades (LOU) que el Gobierno actual prometió derogar, pero que ahora desarrolla. Los restantes principios que se expresan son puras cortinas de humo, ya que todos ellos podrían desarrollarse sin cambio alguno estructural; por ejemplo, si se quiere más intercambio internacional, bastaría incrementar las becas Erasmus.
Ninguno, que yo sepa. Sólo introduce elementos de control y jerarquización.
Tendremos una Universidad más degradada en su primer nivel y más elitista en el superior, que hará menos competencia a las privadas
Tendremos una Universidad más degradada en su primer nivel y más elitista en el superior, hará menos competencia a las privadas y tal vez se introduzcan cambios más profundos como las ceremonias de graduación con birrete. Con Bolonia tendremos universidades y títulos de primera, segunda y tercera.
No se sabe. Va a haber una mayor jerarquización de sus categorías, lo que, lógicamente, llevará a confiar las clases del primer nivel a los más precarios. De todas formas, hace ya bastante tiempo que la labor docente de los profesores es irrelevante para su carrera profesional, que únicamente se atiene a las publicaciones, lo que hace muchos años calificaron sociólogos norteamericanos como “cultura del paper”, y que ha dado lugar a muchas perversiones que se salen del marco de Bolonia.
Recibirán menos clases (cuando se las quiere denostar, se les llama “lecciones magistrales”). Tendrán que trabajar más en su casa y, dependiendo del presupuesto de la universidad en la que estudien, tendrán más o menos soporte en tutorías, dirección de trabajos, etc. El sistema busca crear una gran competencia entre universidades para búsqueda de financiación, que se reflejará en parte en los indicadores que permitirán el ascenso en el “ránking” de universidades, lo que a su vez facilitará la obtención de financiación. Todo ello en abierta contradicción con el enunciado propagandístico de movilidad, que sólo será posible entre universidades que se reconozcan como del mismo nivel.
No hay objetivos claros, por lo que no se reconocerán fracasos, pero una debilidad del modelo está en interesar a las empresas en la Universidad más allá de obtener cuadros y beneficiarse de precios bajos en laboratorios y profesionales financiados por el Estado. El modelo empresarial español, basado mayoritariamente en la especulación y el ladrillo, no ha manifestado jamás interés en la Universidad, pero, como siempre, copiamos el modelo anglosajón en sus formas y nombres, sin atender a los contenidos que lo hacen allí posible, ni escuchar las críticas que desde los mismos Estados Unidos se hacen al modelo. Por otra parte, parece claro que las universidades de los países importantes de Europa, no van a cambiar nada (Oxford y Cambridge, las grandes “écoles” francesas, derecho italiano, la Universidad de Bolonia, ya lo han dicho) con lo que habrá que ver con quién convergemos realmente.
Seguro que sí, al menos los segundos ciclos, que son los que formarán las élites. Las universidades privadas ya son mucho más caras que las públicas, pero el RD 1393/2007 expresa en su artículo 7 que los precios públicos los establecerá la comunidad autónoma y que “estarán relacionados con los costes de la prestación del servicio”. Curiosamente, la frase entrecomillada no estaba en los borradores anteriores. ¿Por qué la pondrían a última hora?
En las universidades privadas, la libertad de cátedra es prácticamente inexistente. En las públicas todavía es un elemento en debate, pero los indicadores acabarán con lo que queda.
Desde el punto de vista de la movilidad de los estudiantes, no habrá diferencia con los actuales Erasmus
Desde el punto de vista de la movilidad de los estudiantes, no habrá diferencia con los actuales Erasmus. Podrán ir al extranjero si tienen dinero para ello y la universidad de destino los admite; Bolonia no les proporcionará ninguna ventaja. Seguramente, igual que ahora, pocos estudiantes elegirán Estonia o Eslovaquia, por lo que no será el idioma el problema principal.
No tengo información suficiente para pronunciarme en términos generales. Personalmente creo de gran interés el intercambio, pero no es pensable que nunca pueda afectar a una gran proporción de los estudiantes universitarios de un país. El hacer de ello uno de los pilares de la propaganda de Bolonia demuestra hasta qué punto se está falto de objetivos “vendibles” a la sociedad.
Quizá la función de formar personas era una de las más deficientes en la Universidad actual. Como he intentado señalar, Bolonia no va a mejorar la situación. En cuanto a la capacitación, con todos sus defectos, la Universidad pública española formaba profesionales homologables con el resto de las universidades mundiales; los futuros graduados tendrán necesariamente un nivel inferior.
Como en tantas otras cosas importantes, Bolonia no dice nada, pero hay una tendencia a separar la formación de la capacitación profesional; la primera la darían las universidades, bajo supervisión privada, al menos en los niveles altos, y la segunda sería competencia de entidades privadas como empresas o colegios profesionales. Un paso más en el retorno a los conceptos medievales.
No están definidos los indicadores (Bolonia tampoco dice nada) que guiarán la asignación de fondos, pero seguro que el número de aprobados será uno. Lo que hay detrás de estos métodos es la imposición a las universidades de los criterios de mercado también a través de las subvenciones, mientras se alardea de concederles autonomía (para las cuestiones administrativas).
Bolonia no establece ninguna coordinación o “armonización” entre planes de estudios, ni en contenidos ni en métodos
Lo mismo que ahora. Bolonia no establece ninguna coordinación o “armonización” entre planes de estudios, ni en contenidos ni en métodos. Por lo que conozco, en España, en la mayor parte de los casos los planes de estudios quedarán como están, pero partidos en dos. Luego se establecerán másteres (¿por qué no los llaman “maestría” como en todo el mundo de habla castellana?) a la carta en función de los patrocinios que se obtengan. En las universidades europeas importantes seguirán como están o harán los cambios que estimen oportunos sin atender a las declaraciones de Bolonia.
Espero que no. La única posibilidad de salir de este pozo de fracasos pasa por devolver la educación a la sociedad, como en Finlandia, que está a la cabeza. Y hay que tener claro que cualquier reforma de la Universidad, incluida la que comentamos, es un brindis al Sol si no se soluciona la educación preuniversitaria.
La nueva estructura de la enseñanza superior en España se divide en tres niveles: Grado, Máster y Doctorado. Se abre así el llamado Espacio Europeo de Educación Superior, que para Manuel Martínez Llaneza, se reduce a “un juego de palabras tramposo”. Para este doctor en Aeronáutica, “los nombres tienen que ser sonoros -superior, europeo- aunque no respondan a los contenidos”. Respecto a los grados, afirma que “realmente no hay dos grados por encima de un tercero, porque el anterior tercer nivel, el doctorado (que faculta para docencia e investigación, lo que importa poco a las empresas), se ha equiparado finalmente al máster y sólo existe el nivel de grado y el de posgrado (máster o doctor)”. Según Martínez Llaneza, “el nivel superior real se reserva para las élites, pero el nombre se concede a todos, porque si se dijera que lo que se va a hacer es crear un Espacio Inferior y un Espacio Superior (ninguno europeo) habría muchos más problemas con los estudiantes”. El nuevo sistema Bolonia se está implantando progresivamente de tal modo que en el próximo curso académico 2010-2011 no podrán ofertarse plazas de nuevo ingreso en primer curso para los títulos de Licenciado, Diplomado, Arquitecto, Ingeniero, Arquitecto Técnico e Ingeniero Técnico.