Las competencias socio-emocionales forman parte esencial del desarrollo integral de las personas, sin embargo, hasta hace una década, no se consideraban un elemento destacado dentro de los currículum educativos. En la actualidad, la educación emocional se incorpora a las escuelas para aumentar el bienestar personal y social de los estudiantes, su gran potencial está en «contribuir al desarrollo de una autoestima más sana y prevenir la violencia», destaca Nuria Arís Redó, doctora en Ciencias de la Educación de la Universidad Internacional de Catalunya. Esta formación aporta la base necesaria para originar una convivencia constructiva y sana en los centros, y » facilita la comprensión, por parte del estudiante, de la diversidad y la mayor aceptación de los otros», apunta la psicopedagoga Arís Redó.
El tema de las relaciones entre las emociones, la razón y la comunicación no es nuevo, pero en la actualidad hay una atención emergente por parte de científicos, psicólogos y educadores. Como seres sociales nos resulta vital conocernos y ser capaces de expresar nuestros sentimientos y nuestras emociones con el fin de generar la mejor “versión” de uno mismo.
Uno de los objetivos de la escuela es conseguir que los estudiantes descubran la mejor manera de relacionarse con los demás. En este sentido, la educación socio-emocional nos ofrece la posibilidad de potenciar la interacción constructiva entre los alumnos y otros miembros de la comunidad educativa.
“Aporta la base necesaria para que se origine una convivencia constructiva y sana”
La educación emocional aporta la base necesaria para que se origine una convivencia constructiva y sana en los centros. Gracias a ella se puede dar sentido vivencial a la postura capaz de armonizar las propias emociones y razones con las del otro, de modo que se entienda que las de los demás son tan relevantes como las propias.
Estas competencias ayudan a entender que las personas ven las cosas de forma diferente, y que todos los puntos de vista tienen fortalezas y debilidades. Con ello se aproxima y facilita la comprensión por parte del estudiante, de la diversidad y la mayor aceptación de los otros.
Pueden incorporarse de manera integrada en otras áreas de aprendizaje, pero dado que el dinamismo del momento comunicativo impulsa a aplicar respuestas inmediatas basadas en conductas automatizadas (a veces muy poco racionales y de efectos devastadores), resultaría muy significativo vincular la educación emocional al área de intercomunicación y lenguaje.
“Hablamos de aspectos que parten de la actitud personal del docente”
No se trata de dar los ingredientes de una receta, puesto que hablamos de aspectos que parten de la actitud personal del docente. El profesor es siempre un modelo para el alumno, por tanto, es fundamental que esté en disposición de unas dimensiones personales idóneas y que haya potenciado su competencia socio-emocional. A nivel comunicativo, por ejemplo, consiste en adoptar una comunicación asertiva de manera integrada y vivencial. Se pueden empezar las argumentaciones con planteamientos del tipo, “yo pienso”, “yo siento”, “yo deseo”,”yo quiero”, “yo entiendo”, “a mi me gusta”, “cómo lo ves”, “cómo lo podemos resolver”, entre otros.
Sí. Un buen logro en dicha competencia permite ser flexibles, tolerantes, con sentido del humor, capacidad para resolver los conflictos de manera constructiva y dialogante, capacidad de relajarse, y potencial de innovación y creatividad ante los retos cotidianos.
La importancia que desempeñan las emociones en los procesos intelectuales está tan admitida en la actualidad que se busca convertir a los ordenadores en computadoras emocionales para que sean auténticas máquinas inteligentes.
“Su gran potencial está en contribuir al desarrollo de una autoestima más sana”
Si el maestro es un ejemplo de comunicación inteligente y cooperativa tendrá la posibilidad de proyectarlo en su aula, y los alumnos lo asimilarán por modelaje significativo. Su gran potencial está en contribuir al desarrollo de una autoestima más sana y prevenir la violencia.
En los nuevos planes de estudio se consideran los aspectos de la educación socio-emocional, pero lo cierto es que es preciso profundizar mucho en ello. En la complejidad de nuestro presente y aún más en el futuro, el maestro deberá estar en disposición de observar, diagnosticar y elaborar estrategias de intervenciones específicas y adaptadas a las situaciones concretas del aula, del conjunto global de estudiantes y singular de cada persona. Tiene que estar preparado para afrontar los retos de la sociedad que se trasladan al quehacer cotidiano de su clase.
“El papel de los padres debe ser coherente y consecuente”
El papel de los padres debe ser coherente y consecuente. Se educa en el día a día, en las pequeñas cosas, en lo que se dice, pero de forma muy especial, con el ejemplo de lo que se hace. Los progenitores pretenden lo mejor, pero, a veces, la inmediatez del momento les lleva a ser muy variables. Familia y escuela deben ir de la “mano”, en la misma dirección, con serenidad, mutua confianza y dialogo constructivo. Esto ya sería en sí mismo un buen ejemplo educativo.