Los balbuceos y los errores de dicción son muy comunes en los niños cuando pronuncian sus primeras palabras. Sin embargo, este tipo de trastornos no deberían producirse una vez que el niño ha cumplido cinco años. Se considera que a esa edad el pequeño ya debe hablar bien y que dificultades como la pronunciación de la ‘r’ y sus combinaciones con otras letras deben estar superadas. Cuando esto no es así, es importante acudir al logopeda y que éste determine si el origen del trastorno es funcional, de tipo orgánico (malformación en el paladar) o auditivo, ya que los dos últimos podrían requerir incluso una intervención quirúrgica. El uso prolongado del chupete o la afección de otitis serosas pueden causar este tipo de problemas que, no obstante, se resuelven sin mayor complicación cuando se detectan a tiempo.
Por qué se producen
Los problemas de dicción son frecuentes en los niños. A medida que aprenden a hablar tienen una mejor pronunciación y legibilidad pero, hasta que lo hacen correctamente, es habitual que les cueste pronunciar algunas letras como la ‘c’ o la ‘z’ y, sobre todo, la ‘r’. Es lo que se conoce, según la Asociación de Logopedas Andaluces, como dislalia, un término general que se refiere a la dificultad para pronunciar o construir fonemas. En concreto, además de los citados, este trastorno afecta a la pronunciación de los sonidos ‘l’ (lambdacismo), ‘g’, ‘k’ y ‘j’ (gammacismo), ‘d’ y ‘t’ (deltacismo), ‘s’ (sigmatismo), ‘b’ y ‘p’ (betacismo) y las combinaciones bl, br, cl, cr, pl y pr.
Sobre la ‘r’, la letra que más a menudo cuesta pronunciar, la logopeda infantil Ana Cruz Navascuez explica que esto es así porque es uno de los fonemas que se adquiere más tarde, es decir, “se aprenden antes los fonemas que se articulan entre los dientes o en los labios, como la ‘m’ o la ‘p’, mientras que la ‘r’, y todas las combinaciones con ‘r’ y con ‘l’, se aprenden más tarde porque requieren la vibración de la lengua”. Esto es lo que denomina dislalia evolutiva: niños y niñas aprenden progresivamente a pronunciar y cometen cada vez menos errores. No obstante, cuando los problemas de dicción continúan pese a que el niño ha cumplido los cinco años, es hora de empezar a pensar que estos trastornos tienen otro origen, que puede ser:
Funcional. En este caso, se carece de la capacidad para pronunciar determinados fonemas porque no se manejan bien los órganos bucofonatorios, aquellos que son necesarios para articular los sonidos, como la lengua.
Orgánico. Puede darse el caso de que la mala pronunciación se origine por una malformación en el paladar, cualquier alteración en otro órgano que interviene en el habla o problemas en el área neurológico del lenguaje. En ocasiones, puede ser necesaria una intervención quirúrgica para corregir las malformaciones.
Auditivo. Cuando el niño no escucha bien, puede tener dificultades para entender los sonidos y, por consiguiente, para aprenderlos y pronunciarlos. Las deficiencias auditivas influyen de manera importante en las deficiencias de aprendizaje.
“En realidad, la dislalia preocupa, sobre todo, porque los problemas de lenguaje son un problema de comunicación, y un niño que pronuncia mal muchas veces arrastra una serie de problemas en la escuela, como dificultades en la lectoescritura al no distinguir bien un fonema de otro”, especifica Cruz Navascuez, quien subraya que todo este tipo de trastornos se pueden superar sin ningún problema.
Tratamiento
Los problemas de dicción se pueden corregir, pero no de un día para otro. En este sentido, al detectarse en los niños, es necesario que las terapias para ellos se planteen como un juego y que no se sientan presionados para aprender a pronunciar correctamente en un tiempo límite. El objetivo del tratamiento es ejercitar los movimientos de los órganos que intervienen en la articulación de los fonemas
El objetivo del tratamiento es ejercitar los movimientos de los órganos que intervienen en la articulación de los fonemas
Algunos de los ejercicios más habituales que se realizan son los denominados ejercicios de soplo, en los que se pide al niño que sople la llama de una vela sin que ésta llegue a apagarse o se le motiva para hacer pompas de jabón con la ayuda de un pompero. También son muy beneficiosos los juegos de imitación, en los que se reproduce el sonido de un motor (para enseñar a pronunciar la ‘r’) o del silencio (-“ssssss”- para enseñar a pronunciar la ‘s’), y los ejercicios de movilidad de la lengua: sacar y meter la lengua, moverla en todas las direcciones? “Es importante enseñar a colocar la lengua en el sitio adecuado y situar al niño frente a un espejo para que vea cómo lo hace. De esta manera, aprenderá a mover la lengua o los labios de la forma correcta para poder imitar el sonido que desea. Puede resultar complicado, porque se tiene que conseguir que el niño no se aburra, pero el método del espejo es muy positivo”, reconoce Cruz Navascuez.
Lo fundamental para que el niño aprenda es que se pongan los medios y no se le presione. Si percibe como una obligación la necesidad de pronunciar bien, aumentará su nerviosismo y, de forma paralela, las dificultades para articular las letras. En cualquier caso, para elegir el mejor método de aprendizaje, el logopeda deberá discernir primero si se trata de un trastorno de:
- Sustitución. El niño pronuncia un fonema otro, por ejemplo, convierte las ‘s’ en ‘z’.
- Omisión. La letra que crea dificultades no se pronuncia.
- Distorsión. Se pronuncia el fonema correcto, pero de manera distorsionada.
- Inserción. El niño introduce un nuevo fonema y en lugar de decir ‘tractor’ dice, por ejemplo, ‘taractor’.
La logopeda Amaia Rivero, portavoz de la Asociación Española de Logopedia, Foniatría y Audiología (AELFA), asegura que este tipo de trastornos son “muy frecuentes” en los niños y que la mayoría se corrigen con el tiempo, pero advierte de la importancia de acudir a un especialista para que enseñe al pequeño la manera correcta de pronunciación ya que, según indica, las necesidades de los niños no son las mismas y, aunque los problemas se puedan corregir sin la intervención del logopeda, los resultados no son siempre los esperados. “Aún no existe ‘cultura del logopeda’, es una especialidad desconocida”, confiesa.
Prevención
En el periodo escolar, cuando los niños y niñas tienen tres o cuatro años, es posible que presenten aún dificultades de articulación, aunque no todas tienen por qué ser preocupantes. Al fin y al cabo, la evolución de la fonología sigue un proceso natural, que no va al mismo ritmo en todas las personas. “Sin embargo, es importante que a partir de los cuatro años observemos si las alteraciones de articulación obedecen a un proceso de articulación alterado y dificultoso, o si, por el contrario, obedecen a alteraciones auditivas”, aconseja Amaia Rivero, ya que, según explica, “pequeñas alteraciones auditivas son muchas veces el origen de grandes alteraciones que influyen en el lenguaje”.
“Las otitis serosas de repetición, que se dan mucho en niños entre dos y cuatro años, a menudo no son perceptibles por los propios padres, pasan desapercibidas y, sin embargo, implican pérdidas auditivas que pueden originar dificultades articulatorias importantes, que conllevan un retroceso en el desarrollo del lenguaje”, reflexiona Rivero. Aunque se presupone que a los tres años los niños pueden cometer fallos en la pronunciación, es importante distinguir el origen de esos fallos y diferenciar entre las dificultades articulatorias y las auditivas. “Ambas son subsanables, -señala Rivero- pero es precisa una atención preventiva y buenos hábitos”.
En este sentido, Ana Cruz Navascuez considera que hasta los cinco años no hay motivo para preocuparse por una pronunciación incorrecta
Hasta los cinco años no hay motivo para preocuparse por una pronunciación incorrecta
Por otro lado, es aconsejable no prolongar el uso del chupete o del biberón más allá de los dos años, cuando el niño ya no lo necesita o ha comenzado a tomar dietas sólidas, puesto que se pueden producir malformaciones en el paladar que afecten a la articulación. Tampoco es recomendable permitir al niño la costumbre de chuparse el dedo. “El chupete sólo es necesario en momentos de ansiedad. No lo deben utilizar de manera continuada porque los malos hábitos provocan alteraciones que, a veces, son difíciles de corregir. Hay que motivar a los pediatras para que aconsejen a los padres en esta línea”, asevera Amaia Rivero.