Si Venecia se hunde, ¿por qué no hacerla flotar?, se pregunta la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Padua. La ciudad corre un peligro cada vez mayor debido a tres fenómenos simultáneos: el hundimiento debido a su propio peso sobre un terreno blando, la paulatina elevación del nivel del agua del Adriático y el aumento en la frecuencia de mareas altas superiores a lo normal.
El fenómeno del «agua alta» resulta nefasto para el patrimonio arquitectónico y la solidez de edificios cuyos muros se llenan de agua durante meses enteros. A lo largo del siglo XX, Venecia se hundió 13 centímetros en sus propios cimientos, y el problema gana velocidad.
Según el profesor Giuseppe Gambolati y su equipo de la Facultad de Ingeniería de la universidad italiana, la solución no es seguir apuntalando edificios y elevando las aceras, sino levantar toda la isla de Venecia. Gambolati propone «realizar 12 perforaciones de 700 metros de profundidad en una circunferencia de 10 kilómetros de diámetro alrededor de la isla». Es la tecnología de los pozos de petróleo, pero esta vez para introducir agua de mar a presión «mediante motobombas y tubos de 30 centímetros de diámetro».
El ingeniero italiano ha comprobado que «a 700 metros de profundidad hay un estrato arenoso de unos 150 metros de espesor, empapado de agua de mar al cien por cien». Por debajo hay un estrato más sólido, y por encima un estrato de arcilla de 20 ó 25 metros de espesor, perfectamente impermeable, una especie de «tapón». «Si introducimos 18 millones de metros cúbicos de agua de mar cada año, conseguiremos elevar Venecia 30 centímetros en el plazo de diez años», asegura Gambolati.
El coste de esta iniciativa es de 100 millones de euros, un precio «irrisorio» comparado con el del proyecto «Moisés» de barreras móviles para proteger la ciudad de las mareas altas, que costará más de 4.300 millones de euros y se terminará en 2010.
Algunos expertos consideran la propuesta de Gambolati de «ciencia ficción». Según Michele Jamiolkowski, quien lograra corregir la inclinación de la Torre de Pisa, «es muy difícil identificar bien el subsuelo a esa profundidad y, además, la mecánica de la elevación es muy distinta de la del hundimiento. Si la elevación no resulta uniforme, se puede causar un daño a todos los edificios».