El prestigioso experto en biología del desarrollo y medicina regenerativa Juan Carlos Izpisúa, que actualmente trabaja en el Instituto Salk (California), va a crear una plataforma de investigación biotecnológica en el Parque Tecnológico de Miramón, en San Sebastián. Instituciones y empresas vascas ya se han comprometido con este proyecto para el cual se cuenta con una inversión inicial de 14 millones de euros.
La plataforma, que podría estar en funcionamiento este mismo año, se articulará a través de la Fundación Inbiomed, que se encuentra en Miramón y que hasta ahora había centrado su actividad científica en el área de la oncología. Este proyecto tiene unas perspectivas muy ambiciosas y en algunos aspectos es pionero en el mundo. Se trata de investigar y experimentar en peces cebra y en células madre los genes y compuestos químicos que permitan fabricar medicamentos para todo tipo de enfermedades.
Izpisúa señala que esta plataforma trabajará en red, al unísono con otros centros del mundo. «No excluyo que lo hagamos también en Barcelona porque ahora se trata de trabajar codo con codo, y estamos tratando de cerrar un consorcio entre cuatro o cinco laboratorios de todo el mundo».
Los centros que podrían entrar en el consorcio con Inbiomed son el Salk, la Universidad de Harvard, la Universidad de Columbia, el Instituto Karolinska (Estocolmo), y el Instituto Rik (Japón). «Son instituciones que están haciendo esfuerzos similares a los que queremos hacer aquí, y junto a ellas llegaremos más lejos que si lo hacemos solos», asegura el investigador.
Enfermedades cardiovasculares
«Todavía tenemos que decidir cuáles son las patologías más apropiadas, aunque lo que sí está decidido es que entraremos de lleno en las cardiovasculares, que son las más importantes que afligen a la sociedad occidental», indica Izpisúa. «Si tenemos modelos en el pez cebra o en células madre de alteraciones cardiovasculares y cribamos a gran escala genes y compuestos que puedan curar o aliviar esas enfermedades, obtendremos un conocimiento del que ahora mismo carecemos».
El hecho de que se vaya a experimentar con el pez cebra y no con células o ratones, como se hace en la mayoría de los casos, lo explica Cristina Garmendia, presidenta de la empresa Genetrix (Madrid) y una de las impulsoras del proyecto: «La salida de un fármaco al mercado es un proceso que dura 15 años desde que identificas un posible gen o diana terapéutica hasta que se obtiene el fármaco licenciado. Para ello tienes que cribar e investigar de 5.000 a 10.000 moléculas. Sólo una saldrá al mercado. Con el pez cebra y mediante la combinación de programas bioinformáticos y robóticos, se pueden experimentar millones de compuestos».
Además, no es lo mismo ensayar con una célula que con un ser vivo. «Cuando experimentas con una célula no sabes si el resultado será igual cuando lo transfieras a un animal. Así, experimentar con el pez cebra te permite investigar con más seguridad, sin echar tiros al aire», precisa Garmendia. Izpisúa añade que el pez cebra facilita la combinación de compuestos y sustancias con células madre. «Hay determinadas células que cuando les aplicas un producto, éste no es tóxico, pero cuando lo llevas a un cuerpo humano sí lo es. Si experimentas con células madre del pez puedes evitar el proceso posterior, en el caso de que el primer resultado haya sido tóxico».
La tercera ventaja de experimentar con el pez cebra es su transparencia. «Por ejemplo, el desarrollo embrionario del ratón es interno, no visible, y su progenie es de seis a nueve crías, mientras que el pez cebra suele tener entre 50 y 200 huevos, externos y transparentes, con lo que a la hora de tratarlos con moléculas se puede visualizar el proceso externa e internamente», subraya el científico. Esta visibilidad permite «abarcar más, mucho más, con miles o millones de compuestos que en otro animal o no lo puedes hacer o si lo pudieras, costaría miles de millones de pesetas», agrega.