En ocasiones, los estudios que se cursan no coinciden con los gustos o la vocación de los alumnos. La elección responde a las carreras con mejor salida, la cercanía del centro o la disponibilidad de plazas, más que las preferencias de los alumnos. Una experiencia pionera desarrollada por la Fundación Tomillo intenta responder a los deseos de los estudiantes adolescentes y acercarles a los sectores profesionales que les interesan. Se organizan talleres con los jóvenes, pero también con sus familias. En este artículo se explica en qué consisten.
Talleres vocacionales para estudiantes de Secundaria
Dar a los estudiantes la oportunidad de descubrir su verdadera vocación. Este es el objetivo de «Flying Challenge», una iniciativa que la Fundación Tomillo ha puesto en marcha de manera experimental en el Instituto Laguna de Joatzel, en Getafe (Madrid), con el apoyo de United Way Worldwide y Airbus Corporate Foundation. En formato de talleres, estos se dirigen a 109 alumnos de educación secundaria y se enmarcan en un proyecto más amplio que se desarrolla en cuatro centros educativos.
Se trabaja con jóvenes de Secundaria la importancia de la vocación, tanto para ejercerla en el terreno laboral como a través de otras facetas de la vida personal
La crisis actual favorece que se cursen los estudios considerados más apropiados para tener trabajo en el futuro o bien aquellos más accesibles o económicos. Sin embargo, la Fundación Tomillo apuesta por la motivación como vía para combatir el fracaso escolar y lograr una trayectoria profesional satisfactoria. «El éxito está más garantizado si los jóvenes trabajan en algo que les interesa y se sienten realizados», explica Elena Bayón, coordinadora técnica del proyecto.
Se pretende que los jóvenes «tomen las riendas de su futuro y no abandonen el sistema escolar». Se les da herramientas y apoyo suficientes para descubrir cuáles son sus competencias personales y su vocación, «enfocando su proyecto de vida personal y profesional». «Trabajamos el hecho de que la vocación no está necesariamente relacionada con la vida profesional, sino que se puede trabajar a través del tiempo libre o con acciones de voluntariado, entre otras», añade Elena Bayón.
En los talleres se trabaja el desarrollo emocional, intelectual y social de los estudiantes. Se llevan a cabo acciones que favorecen la creatividad, la autoestima, la inteligencia emocional, la comunicación, el trabajo en equipo y la colaboración. Se apuesta por talleres grupales en los que toman parte todos los alumnos, guiados por dos educadores y bajo la mirada de los profesores, quienes aportan su conocimiento de cada alumno y son testigos de las preferencias y habilidades que estos demuestran.
«Los talleres se enfocan al autoconocimiento», continúa Elena Bayón, «queremos que los jóvenes se exploren, conozcan sus fortalezas, qué se les da bien y en qué les gustaría mejorar». Para ello se recurre a una metodología experiencial. «Intentamos que, a través de una situación, experimenten determinadas emociones, situaciones y vivencias que les aporten un aprendizaje», precisa.
Una de las opciones es el teatro: mediante una representación teatral, los educadores exponen un problema ante la clase, les proponen una dificultad, y les animan a salir a escena y plantear una posible solución. Otras veces se recurre a la imaginación para que reflexionen sobre su futuro y lo que les gustaría hacer. «Les pedimos que nos expliquen dónde se ven dentro de diez años, qué les gustaría hacer si pudieran soñar y hacer cualquier cosa», apunta la coordinadora del proyecto.
Visitas y estancias en empresas
Gracias a este proyecto, la ventaja de conocer la vocación se completa con la posibilidad de ejercerla. Una vez que se han identificado los sectores que interesan a los estudiantes, se organizan visitas a empresas relacionadas. De este modo, quienes han manifestado interés por esa profesión conocen las funciones que se desarrollan y las competencias para desempeñarla, además de experimentar cómo se sienten en ese trabajo, mientras que otros alumnos pueden descubrirse atraídos por un oficio que a priori no les llamaba la atención. «No se trata de acercarles solo a lo que conocen y les gusta, sino también a aquello que desconocen», aclara Elena Bayón.
Las visitas se realizan en horario lectivo. En general, se aprovechan las horas de tutoría para los talleres y las visitas, aunque cada centro decide la dinámica de trabajo. Sí es común una reflexión posterior a estas acciones para que los jóvenes identifiquen las competencias personales y profesionales necesarias.
Esta actividad se completa con «estancias vocacionales», que permiten a un grupo de estudiantes seleccionados pasar de dos a tres días seguidos en una empresa, acompañados de un profesional, durante un máximo de cuatro horas diarias. Las estancias tienen lugar en compañías vinculadas a los intereses de los jóvenes, que no siempre coinciden con sus estudios, sino con lo que les gusta. Esta propuesta es específica para alumnos de programas de cualificación profesional (PCPI). Los estudiantes se eligen en función de su implicación y motivación -«el expediente académico no es vital», afirma Bayón- y hay que contar con el visto bueno del colegio.
Por último, se proponen experiencias vocacionales con alumnos seleccionados, a quienes se ofrece la posibilidad de pasar entre 40 y 60 horas -fuera del horario lectivo- en una empresa ligada a su perfil formativo. En este caso, sí se pide que el estudiante tenga un mínimo de formación relacionada con la compañía. «En ocasiones conseguimos un término medio. Si una persona estudia para ser administrativa, pero le gustan mucho los niños, contactamos con escuelas infantiles que cuenten con servicio de administración», detalla Bayón.
Junto con los talleres vocacionales dirigidos a los jóvenes, el proyecto se completa con talleres de competencias familiares, cuyo objetivo es dotar a las familias de herramientas para que se sientan preparadas en el momento de ayudar a sus hijos a decidir su futuro. El propósito es potenciar en ellos una serie de habilidades para acompañar a sus hijos en la elección vocacional. Los primeros talleres se impartirán en febrero de este año. Serán de cuatro a cinco sesiones, de una hora y media o dos horas cada una. “La mayoría de los chicos identifica a la familia como una fortaleza para conseguir llegar a su meta”, manifiesta Bayón, “por ello queremos dotarles de herramientas de comunicación, resolución de conflictos y negociación”.