Uno de los misterios de la evolución de la vida en la Tierra es el tránsito de los peces con aletas a los vertebrados con extremidades. Biólogos y paleontólogos pensaron durante años que la transformación de las aletas en patas y brazos respondió a la necesidad de soportar y desplazar el cuerpo cientos de millones de años atrás, cuando comenzó una gran invasión terrestre de ciertas criaturas acuáticas que dejaron de nadar para empezar a caminar.
Sin embargo, el análisis de fósiles de especies que vivieron hace más de 360 millones de años, en el llamado periodo devónico, que conoció la aparición de los anfibios, los peces de agua dulce y las formaciones de coral, ha puesto de manifiesto que las extremidades surgieron antes de lo pensado, en peces que hicieron uso de ellas para desplazarse en aguas someras, según afirman en «Science» tres paleontólogos de la Universidad de Chicago y de la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia.
La prueba aportada por estos expertos es el más antiguo húmero recuperado hasta ahora, un hueso de antebrazo con 370 millones de años de antigüedad, que apareció en sedimentos al descubierto por la construcción de una carretera en Pensilvania (EE.UU.). Este húmero pasó inadvertido durante años -se encontró en 1993-, ya que sólo sobresalía un pequeño fragmento en una de las múltiples rocas recuperadas y los científicos habían inicialmente centrado toda su atención en otros fósiles hallados en el mismo lugar.
Especie acuática muy primitiva
Pero una vez analizado, el húmero ha resultado ser el fósil más valioso del yacimiento Red Hill. Y es que desvela cómo muchos de los rasgos anatómicos asociados habitualmente a los seres vivos que habitan en tierra evolucionaron en el agua. Los tres investigadores -Neil Shubin, Edward Daeschler y Michael Coates- precisan que el húmero recuperado pertenecía a una especie acuática muy primitiva, probablemente un eslabón entre los peces con aletas y los anfibios con patas. Este hueso de antebrazo es mucho más robusto que los húmeros conocidos de otras especies tan antiguas. Sin duda, tuvo asociado un músculo de enorme potencia y extensión, ya que cubriría parte del pecho de ese animal tetrápodo, afirman los expertos.
El examen morfológico de ese hueso, y su posterior comparación con otros contemporáneos, hace pensar que este animal acuático desarrolló extremidades para poder flexionar el cuerpo hacia arriba y probablemente sacar la cabeza del agua. Esas especies de transición tendrían capacidad para desplazarse lentamente por las aguas poco profundas de los ríos mucho antes de que hicieran su aparición los primeros vertebrados con capacidad para sostenerse sobre cuatro patas en el suelo.
El húmero descubierto tiene una forma única, con apreciables diferencias con huesos semejantes de otras criaturas similares de parecida antigüedad, lo que también sugiere un apreciable nivel de variedad morfológica en esos primeros peces, y que explica las huellas de variopintas pisadas descubiertas en los lechos fosilizados de algunos ríos.
Esos tetrápodos acuáticos que protagonizaron el paso de las aletas a las extremidades no tenían, probablemente, capacidad para caminar eficazmente, pero sus modos de locomoción iban modificándose, con cambios en sus esqueletos y órganos sensoriales, para preparar la invasión terrestre.