En el núcleo de muchas galaxias activas, brillantes destellos de energía y elevadas temperaturas delatan la existencia de agujeros negros, objetos tan compactos y masivos que son invisibles para los telescopios. Y es que la irresistible fuerza de la gravedad les convierte en auténticos sumideros cósmicos que engullen cuanta materia se aproxima. Ni siquiera dejan escapar su propia luz y por eso resultan inobservables.
Sólo si se escruta la violenta influencia que ejercen en sus cercanías es posible inferir su presencia. «Habíamos observado la prodigiosa cantidad de luz y calor creada por los agujeros negros. Ahora hemos detectado su sonido», afirmó ayer el científico Andrew Fabian, del Instituto de Astronomía de Cambridge (Inglaterra).
Con ayuda del telescopio espacial «Chandra», Andrew Fabian y astrónomos de la Agencia Espacial de EE.UU. (NASA) pudieron detectar por primera vez las ondas sonoras originadas por un agujero negro, situado en el centro de un cúmulo de galaxias llamado Perseo, a 250 millones de años luz.
Según Fabian, el sonido de un agujero negro es inimaginable para el ser humano porque su frecuencia resulta ser un billón de veces superior a la captada por el oído humano en situaciones extremas.