¿Tu hijo come solo? ¿Se viste sin ayuda? ¿Ya le habéis quitado el pañal? En ocasiones, la adquisición de los hábitos de autonomía esenciales de los más pequeños se asemeja a una carrera competitiva entre los padres para comprobar qué niño es el más rápido. Sin embargo, los especialistas desaconsejan esta práctica. Para que el niño aprenda y desarrolle sus habilidades motoras de forma autónoma no hay que forzar y acelerar el ritmo, sino atender a su grado de madurez y proporcionarle los recursos idóneos para que regule por sí mismo sus actuaciones.
Imagen: Jessica Merz
Adquirir el control del propio cuerpo es un proceso progresivo y complejo, que evoluciona desde los primeros actos reflejos e involuntarios del bebé, hasta la capacidad total para realizar las actividades de forma autónoma. Esta evolución, en la que el niño pasa de la dependencia de los adultos a la autonomía, no se desarrolla del mismo modo ni al mismo tiempo en todos los infantes, sino que depende en gran medida del ritmo de madurez particular de cada uno.
Sin embargo, algunos padres tienden a forzar y a apresurar este ritmo, una práctica que puede influir en toda la estructura de su personalidad futura. Así lo confirman los estudios e investigaciones llevados a cabo durante las últimas décadas por el Instituto Pikler, institución húngara de reputado prestigio, precursora de un enfoque pedagógico sobre la independencia y autonomía de los niños y con amplio reconocimiento en todo el mundo.
Respetar los ritmos
«No se deben obstaculizar los movimientos libres del niño»
La pediatra Emmi Pikler, fundadora de esta institución, insistía en que no se deben «obstaculizar los movimientos libres del niño, ni esforzarse por apresurar o cambiar el curso normal de su desarrollo mediante intervenciones directas». Actos tan sencillos como poner a un bebé sentado o de pie, o llevarle de la mano al caminar, «pueden afectar a la confianza del niño en sus propias capacidades, en su eficacia y tener una repercusión importante sobre su comportamiento ulterior».
Esta actitud puede influir de forma destacada en niños con un ritmo de madurez más pausado que el promedio. «Se les hace ejercitar funciones en momentos en los que a ellos les falta ampliamente la maduración necesaria para éstas», afirma Pikler. Exigirles rendimientos que no concuerdan con lo que en realidad serían capaces de realizar por sí mismos puede «volver dependientes, inhábiles o torpes a niños sanos cuyo desarrollo es tan sólo un poco más lento», concluye la especialista.
Cómo facilitar la autonomía
Acercarle un objeto para que lo alcance antes, pincharle una y otra vez la comida en el tenedor o no dejar que pruebe a abrocharse un botón son algunas actitudes que, con el pretexto de ayuda, pueden trabar la autonomía del niño y afectar a su sentimiento de competencia, puesto que le privan de la posibilidad de ensayar y finalizar por sí mismo una acción iniciada.
La función de los adultos es asegurarles las condiciones idóneas para que se ejerciten de manera autónoma
Según la teoría de Pikler, en vez de actuar de forma directa, la función de los adultos en el paso de los niños a la autonomía es asegurarles las condiciones idóneas para que se ejerciten de manera autónoma. Colocar los objetos en lugares de fácil acceso para ellos, proporcionarles un tenedor sin púas punzantes para evitar accidentes o cambiar un botón por un cierre más sencillo, como un broche o velcro, son pautas adecuadas para aplicar este método.
Otro elemento clave para facilitar la adquisición de hábitos autónomos en los niños es la cotidianidad. Así lo apunta María Jesús Comellas, doctora en Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona en su obra ‘Los hábitos de autonomía: proceso de adquisición’. «Si las conductas se llevan a cabo de forma esporádica, no desarrollarán las actitudes imprescindibles para su interiorización», señala esta especialista.
En el camino hacia la autonomía no debe haber presión ni exigencias del entorno
Comellas resalta también que en el camino hacia la autonomía, no debe haber presión ni exigencias del entorno, «la consolidación del aprendizaje de los hábitos no debe estar fomentado en ningún caso por estímulos externos (premios o castigos)». Lo correcto, según la autora, es «dar recursos de autocontrol para que sea el niño quien regule sus actuaciones de forma autónoma».
Una vez verificado que el niño cuenta con la madurez necesaria y la habilidad motora suficiente para comenzar a funcionar con autonomía en determinadas actividades cotidianas, los padres pueden iniciar el proceso de aprendizaje para crear un hábito y una rutina constante en sus actuaciones. Para llevarlo a cabo con éxito, los especialistas recomiendan algunas pautas: