Los prejuicios sobre la convivencia entre perros y gatos son muchos. Incluso el lenguaje se ha hecho eco de ellos con dichos tan conocidos como: “Se llevan como el perro y el gato”. Sin embargo, en muchos casos, las mejores amistades se fraguan entre perros y gatos. Solo hay que tener en cuenta ciertas pautas y mucha paciencia para conseguir una convivencia satisfactoria entre canes y felinos.
«Se llevan como el perro y el gato». Este dicho es una de las expresiones sobre animales que, como muchas otras, no responden a la realidad. Hay perros y gatos que se llevan bien y otros, mal.
Si con el tiempo todo va bien, tanto el perro como el gato estarán dispuestos a compartirlo todo
Pero en ello no influye el hecho de que pertenezcan a especies distintas y tengan necesidades y comportamientos diferentes. Algunos perros se llevan mal con animales de su misma especie. Todo depende del carácter del animal y del modo en que se haga la introducción del nuevo miembro de la familia en casa.
El perro y el gato son distintos y es recomendable conocer las características y necesidades de cada uno para cuidarles mejor y ayudarles en su adaptación. El gato es un animal independiente, que necesita su propio espacio y no requiere paseos diarios para hacer sus necesidades o practicar ejercicio. Sí requiere un lugar donde afilarse las uñas y una bandeja donde hacer sus deposiciones. En cuanto al perro, es mucho más sociable, necesita mucho contacto con sus dueños y pasear tres veces al día, como mínimo.
Especies distintas, convivencia común
Perro y gato necesitan tratamientos distintos porque pertenecen a especies diferentes: la canina y la felina. Por ello, no se les puede tratar igual. El perro y el gato también son conscientes de sus diferencias y necesitarán su tiempo para adaptarse el uno al otro.
El hecho de que el perro y el gato sean jóvenes influye para que la convivencia sea más fácil, ya que su carácter y costumbres estarán menos asentados y serán más flexibles para aceptar a su nuevo compañero. Lo habitual es que el rechazo provenga del animal que ya está ubicado en la familia, sin importar la especie, sobre todo, si ya es mayor.
La territorialidad
En la medida de lo posible, es fundamental hacer patente al animal que ya vive en casa, que el recién llegado es un nuevo compañero de juegos y que no le querremos menos porque haya otro animal en casa. También hay que plantear la situación como un acontecimiento positivo. Esto es importante para minimizar, lo máximo posible, el problema de la territorialidad, que puede causar peleas y rechazos, algo que no siempre tiene por qué ocurrir. Si el animal es sociable, juguetón y cariñoso, es muy probable que no haya rivalidades.
La territorialidad consiste en el afán de un animal por defender con celo su espacio, en este caso, dentro de una casa. Se puede poner de manifiesto con demostraciones de posesión con alguno de los miembros de la familia, de forma que ocurran intentos de agresión cuando el otro animal se acerca a esa persona. Pero también puede haber peleas por la comida o la zona de descanso. En la mayoría de los casos, esa territorialidad se traduce en un mero gruñido o una exhibición de colmillos para avisar al otro animal, que se dará por aludido rápido.
Por otro lado, al menos al principio, hasta que perro y gato se acostumbren a convivir, se deben marcar áreas separadas dentro de la casa para comer o dormir. Si con el tiempo todo va bien, tanto el perro como el gato estarán dispuestos a compartirlo todo: juguetes, cama e, incluso, comida. Son numerosas las relaciones de amistad incondicional entre canes y felinos, sobre todo, si son de diferente sexo, porque de esta manera se descarta la territorialidad.
Son conocidas y curiosas las imágenes de una gata que amamanta a cachorros de perro huérfanos o el caso contrario, una hembra de perra que cuida de una camada de gatitos. Los animales a menudo dan lecciones de generosidad de este tipo. Son capaces de compartir espacio, cama, juegos y familia. Pero para que ocurra así, los dueños deben respetar sus espacios, cubrir sus necesidades y hacer sentirse queridos tanto al perro como al gato.
Evitar los celos
Las dosis de cariño deben ser las justas para los dos animales, con el fin de que no tengan celos
Los celos pueden suponer un obstáculo importante para lograr una convivencia satisfactoria, por lo que hay que evitarlos. Para ello, es recomendable prestar atención para que las dosis de cariño sean las justas para los dos animales, con el fin de evitar que uno piense que el otro le come el terreno. La relación entre perro y gato no tiene que ser un fracaso de antemano. Todo es cuestión de paciencia y saber hacer.
Es recomendable comenzar la convivencia entre perro y gato de sexo distinto y cuando son cachorros.
El carácter de los animales influirá en que la convivencia sea más o menos satisfactoria, es decir, será mejor que no sean muy territoriales y sí dóciles y tranquilos.
En principio, si fuera necesario porque hay algunos roces, se pueden delimitar zonas distintas para los animales (para dormir y comer).
Hay que tener mucho cuidado con la administración de las dosis de cariño. Se deben repartir de manera equitativa.