Aunque los aceites esenciales forman parte de los remedios tradicionales sacados de la «botica de la abuela» -¿quién no recuerda esa cacerola para hacer vapores de hoja de eucalipto contra la tos?-, ahora gozan de una nueva vida, y hasta su uso es tendencia. Estos aceites sacados de las plantas se utilizan para buscar alivio a males cotidianos como la congestión nasal, la ansiedad o el dolor muscular. Y ganan adeptos en forma de difusores, vaporizadores e incluso calentadores para aromatizar las viviendas, que liberan estas sustancias al aire. Pero ¿pueden ser peligrosos para los casi 10 millones de perros y gatos que viven en nuestras casas? En las siguientes líneas vemos qué pueden provocar los aceites esenciales en las mascotas.
¿Qué son los aceites esenciales?
Aceites mentolados, esencias de eucalipto, aromas de canela e incluso olores extraídos del llamado árbol del té. Los aceites esenciales son compuestos aromáticos que las plantas tienen de forma natural y que, de hecho, les otorga su peculiar aroma. Estas sustancias se extraen de los vegetales y se someten a un proceso de destilación que hace que el compuesto resultante tenga forma concentrada.
Por ello, los aceites esenciales se usan con distintas finalidades. Y mientras que las autoridades sanitarias y la Agencia Europea del Medicamento (EMA) reconocen la eficacia de aceites como el extracto de eucalipto para el tratamiento de las infecciones de garganta y nariz, otros recurren a ellos para aromatizar su casa. También se usan como repelente de mosquitos, para relajarse y descansar mejor e, incluso, para mejorar su estado de ánimo.
Estas sustancias, por su naturaleza, son hidrofóbicas, por lo que no se diluyen en el agua. Y, al contrario, son absorbidas por las membranas mucosas, grasas y la piel (liposolubles). Después, algunas salen del cuerpo sin cambiar su composición, pero otras necesitan haber sido metabolizadas por el hígado antes de ser eliminadas.
¿Son los aceites esenciales un riesgo para las mascotas?
La popularización de los aceites esenciales en difusores y vaporizadores que los liberan al aire para dar olor en los hogares aumenta la exposición de perros y gatos a estos aceites. Y, según los veterinarios, a veces pueden resultar peligrosos. «En general, si son utilizados con precaución, no tienen por qué suponer un problema; el problema es que, al ser absorbidos por la piel, si hay un exceso, y sobre todo si se ingieren, sí pueden causar problemas sobre todo gastrointestinales e irritar el aparato digestivo«, dice Francisco Soler, veterinario y catedrático en Toxicología por la Universidad de Extremadura y coordinador de la sección de Toxicología veterinaria en la Asociación Española de Toxicología (AETOX).
Es todo cuestión de dosis, remarca. Una cosa es usar un difusor o spray en casa como aromatizante, y otra muy distinta, embadurnar al can o felino en estas sustancias con la intención de que huela a estas plantas, «algo que sí sería muy peligroso, sobre todo si el animal se lame, ya que puede irritar su aparato digestivo», matiza Soler, en especial si se trata de las variantes de aceites más concentradas, cercanas al 100 %.
Por la forma en que son procesados, los expertos alertan que la toxicidad de los aceites esenciales crece para el amigo de cuatro patas cuando estas sustancias entran en contacto con su piel o son absorbidas a través de la mucosa de su boca u hocico. Por eso, pueden causar irritación las vías respiratorias. «El problema es que perros y gatos tienen una pituitaria más sensible que nosotros, por lo que es posible, además, que les produzcan cierta irritación», apunta la veterinaria María Ángeles Casado.
Otras señales que advierten de que el perro o gato sufre una intoxicación con aceites esenciales son: vómitos, diarreas, mareos, irritación gastrointestinal, una producción excesiva de saliva e, incluso, debilidad y temblores. Y puesto que son sustancias liposolubles, en exceso pueden llegar a interaccionar con el sistema nervioso y causar intranquilidad y hasta depresión al peludo amigo.
Por eso, si vivimos con un can o un felino, debemos usar estos difusores con precaución. Además, hay que mantener estos difusores de aceites fuera de su alcance, incluso cuando no están en funcionamiento. Y si estamos preocupados y creemos que puede haber ingerido o entrado en contacto con aceites esenciales tóxicos, el consejo es llamar de inmediato al veterinario.
No todos los aceites son iguales
Según el Centro contra el Envenenamiento de Animales, la toxicidad para la mascota depende de varios factores. Lo primero que hay que tener en cuenta es que existen muchos tipos de aceites esenciales. No todos son iguales, ni peligrosos para estos animales. Mientras que puede ser inocuo aspirar el vaho que emana de una cacerola con agua hirviendo y hojas de eucaliptos o emplear humidificadores con unas gotas de aceite de eucalipto para el tratamiento de la tos e infecciones de garganta y nariz, no siempre es así.
Según el Centro de Ayuda para el Envenenamiento de Mascotas, las intoxicaciones más frecuentes se producen con aceite de maleleuca, árbol de té, poleo menta, gaulteria (o wintergreen) y aceite de pino. Además, los gatos también son muy sensibles a los compuestos fenólicos que contienen algunos de estos aceites. Y «hay que tener especial cuidado con el aceite esencial del árbol de té», concluye un informe de la Universidad de Tufts (EE.UU.).
Además, afecta la concentración en la que se presenten. Mientras que colonias y champús pueden contener aceites esenciales en una concentración entre el 1 % y el 20 %, el uso de estas sustancias en difusores hace que los aceites esenciales al 100 % (o casi) se hayan extendido. Y, cuanto mayor es la concentración, mayor es el peligro.
Los gatos son más sensibles
Los gatos son más vulnerables a los potenciales peligros de los aceites esenciales. El metabolismo del felino es distinto y no es capaz de degradar las sustancias tóxicas que entran en su cuerpo con la misma eficacia. En concreto, «los gatos carecen de enzimas capaces de usar el ácido glucorónico, que interacciona e inactiva las moléculas tóxicas», añade Soler. Por eso, mientras que los perros pueden metabolizar estos tóxicos, los mininos no son tan eficientes en esta tarea.
Además, el acicalamiento forma parte de sus comportamientos naturales, y esto les hace más vulnerables a ingerir los aceites, algo que, por el contrario, no es tan frecuente en los canes.
También hay que tener especial cuidado con los animales que padezcan una enfermedad, sobre todo, hepática (ya que el hígado es el órgano encargado de metabolizar muchos de estos aceites esenciales), tengan un problema en las vías respiratorias (como asma) o una dermatitis o heridas en la piel.
¿El consejo? Podemos utilizar los difusores de aceites esenciales, pero con moderación, y nunca directamente sobre la piel del perro o gato.