Las consecuencias de la explosión del reactor número cuatro de la planta ucraniana de Chernobil no fueron tan graves como se esperaba. Ésta es la conclusión de un estudio de la ONU y de los gobiernos de Rusia, Ucrania y Bielorrusia presentado ayer en Viena.
El informe «Chernobil: la verdadera escala del accidente» establece en 56 el número de muertos debido a la reacción liberada aquel 26 de abril de 1986. De ellos, 47 eran operarios de la primera tanda de equipos de emergencia que recibieron fuertes dosis de radiactividad. El resto de víctimas son nueve niños que fallecieron de cáncer de tiroides.
Pero esa cifra aún puede elevarse más. El total de muertes posibles a causa de la explosión podría llegar hasta 4.000, indica el informe. Este número de víctimas puede alcanzarse durante el tiempo de vida de las 600.000 personas (trabajadores, evacuados y residentes) que se consideran bajo riesgo de sufrir cáncer o leucemia. El documento, en el que ha colaborado la Organización Mundial de la Salud (OMS), subraya que entre los 4.000 casos de cáncer de tiroides detectados en niños y adolescentes el porcentaje de supervivencia ha sido del 99%.
Pese a que estas cifras son escalofriantes, el informe insiste en que las consecuencias del desastre son menores de lo temido y aclara que los expertos no han encontrado «impactos negativos profundos» en el resto de la población de las áreas cercanas. Igualmente, menciona que el impacto psicológico es hoy día el mayor problema de salud desatado por el accidente: los habitantes de las zonas afectadas han desarrollado una percepción negativa de su bienestar y sufren un exagerado sentimiento de amenaza contra su salud y la creencia de que su vida será más corta.