En vez de comprar los productos para uso exclusivo, el consumo o economía colaborativa propone compartirlos, reutilizarlos y redistribuirlos. De esta forma, sus usuarios ahorran dinero y son más sostenibles con el medio ambiente. En 2011, la revista Time señaló esta idea como una de las diez que cambiarían el mundo en los próximos años. Pero también ha recibido muchas críticas, en servicios como Uber o Airbnb, a los que se ha acusado de ser ilegales o destruir puestos de trabajo. Hablamos con Albert Cañigueral, uno de los principales expertos en España de este sistema, que acaba de publicar el libro “Vivir mejor con menos“, en el que explica las ventajas y alternativas de la economía colaborativa y los profundos cambios que puede aportar a la sociedad.
A mi me gusta una visión amplia, todo lo que involucra una economía mas horizontal, con relaciones entre pares, con o sin ánimo de lucro, a veces por intercambio, y sobre todo con una comunidad y una redistribución de la confianza entre los ciudadanos.
“La economía colaborativa ayuda al medio ambiente, como como compartir trayectos en coche o recircular ropa”Es complicado saberlo. Hay estudios de las propias empresas, que por tanto se tienen que tomar con cautela. Faltan estudios en general. La intuición dice que sí ayudan al medio ambiente. Hay casos claros como compartir trayectos en coche o recircular ropa de segunda mano.
En los casos gratuitos, como ir a dormir a casa de alguien, o hacer donativos de ropa de bebé, como Segundamanita, la moneda, la forma de acceder a esa comunidad es la reputación. Depende de lo que se contribuya, o de las referencias que se tengan. Tener la foto de perfil, que el sistema verifique el correo electrónico, los comentarios de otros usuarios, etc., ofrecen confianza.
Hay empresas que se quedan con un porcentaje de la actividad que generan, distribuyendo un 85% o incluso más directamente a los productores, un trayecto en coche, una habitación, ropa, crowdfunding, etc. Hay un estudio de hace un año y medio que estima 3.500 millones de dólares. Otro estudio reciente de la consultora PwC estima que hoy en día genera unos 12 mil millones de euros en ingresos globales, y para 2025 podría alcanzar los 265 mil millones de euros. La mayor parte son iniciativas digitales que se pueden seguir, pero otras ocurren fuera y no se puede.
Sí, con el PIB se tiene una visión distorsionada. La actual crisis económica también ha sido de indicadores, y de fijar unas políticas en función de unas medidas que probablemente no eran las justas. Si se plantean otros objetivos se verán mucho más los beneficios de esta economía.
“Para 2025 el consumo colaborativo podría alcanzar los 265 mil millones de euros de ingresos globales”Recientemente se han publicado los primeros estudios relativamente serios en medir este impacto, uno en los hoteles de San Francisco y Nueva York y otro en los taxis de San Francisco. Según estos estudios, estas iniciativas se crean para ampliar el pastel, no con ánimo destructivo de lo que hay, pero si probablemente erosionan la actividad de las que no ofrecen un valor añadido particular. Ahora estoy en unas jornadas y me es más operativo estar en un hotel, pero si estuviera visitando la ciudad en plan más turístico y social me decantaría probablemente por un sistema colaborativo.
Eso es, hay que buscar la fórmula que más nos convenga.
La economía colaborativa es un proceso de innovación socio económico de base tecnológica. Estos procesos ya se han dado antes a lo largo de la historia, como cuando aparecieron las bombillas y estaban las velas, o cuando apareció el coche cuando estaban los carros a caballo. Primero aparece la tecnología, y luego la gente la adopta, luego hay una reacción del statu quo, que dice que es ilegal, luego viene una desobediencia civil y finalmente un marco regulatorio.
La regulación es necesaria. Hace poco, Félix Puig, consejero de Economía de Cataluña, decía que no se la puede parar, pero sí se la pueden exigir ciertas normas y condiciones. Me parece correcto, porque da garantías a todos. Se les exige una maduración que otros sectores han tardado décadas en conseguir. Uber tiene cuatro años, por ejemplo. Hay mucha especulación con este tema en plan tertuliano de la tele, sin saber lo que ocurre en realidad. Pido un margen de tiempo y estudios serios.
“La regulación del consumo colaborativo es necesaria”Es un cambio cultural, lo que antes se veía como algo alternativo, para gente sin dinero, ahora se ve como un consumo responsable y más inteligente, porque se consigue más con menos. Este cambio llevará un tiempo. No hay que volverse extremista, sino que se convierte en una opción más para valorar. Hay una oportunidad muy interesante en el tema de seguros. Creo que habrá una especie de micro seguros para garantizar estas transacciones entre usuarios que ayudará a afianzar al sector.
Ni más ni menos que en otros sectores. El famoso turismo incívico se produce en todo tipo de lugares. Te pueden estafar en un sistema de estos y cuando pasas la tarjeta en un restaurante. Al estar todo tan digitalizado, tan controlado, basado en la reputación, las manzanas podridas podrán hacer algo una vez, no dos, y se les detecta rápido.
Primero empezar por buscar las iniciativas que le parezcan más adecuadas a lo que busca, y las más sencillas. Hacer caso a la intuición, buscar los indicadores de confianza que comentaba, como intercambiar mensajes con la otra persona por adelantado, y si hay algo que no le gusta no continuar con ella. Había un anuncio de un sistema de compartir casa de un aficionado al nudismo. Sabiéndolo yo decido si voy o no.
Para empezar es mejor usar las plataformas más grandes, más conocidas. Y preguntar a amigos, a ver cómo les ha ido.
Sí, hay empresas que ya ganan dinero. Hay modelos de negocio de todo tipo, de comisión, de suscripción, “freemium” (servicio gratuito y extra), crowdfunding, etc. Es importante conseguir un nivel de masa crítica suficiente. Es un modelo fácil de extender, pero no de ejecutar, cuesta que la oferta encuentre la demanda.
“Las manzanas podridas en la economía colaborativa se las detecta rápido”Empieza a haber formación para montar estos negocios. Que no se centre tanto en desarrollar algo con una tecnología muy compleja, sino en conocer mejor a los usuarios, en especial a los cien primeros, interactuar con ellos, saber cómo mejorar. En un desierto es mejor un bugy que un fórmula uno. Y ser útil desde el primer momento.
En nuestro blog Consumo Colaborativo hay un montón de ejemplos. A nivel mundial las referencias son las habituales, como Airbnb o Blablacar. Me gustan mucho ¡La colmena que dice sí!, de consumo de productos de proximidad; Wallapop, para la compra venta de productos de segunda mano; Chicfy, para compra venta de ropa de segunda mano; Traity, que ayuda a certificar la fiabilidad de los usuarios de redes sociales y de webs de consumo colaborativo; Be Mate, un servicio híbrido entre el Airbnb y el alojamiento particular; o Yerdle una especie de eBay gratuito para recircular bienes y reducir el consumo un 25%.
Estados Unidos, porque es un mercado gigante. En Europa, Francia lidera con bastante ventaja, luego Inglaterra, Holanda y España están a la par como segundos. En España ha crecido mucho Airbnb o Blablacar o los temas de segunda mano, no tanto el crowdfunding como en los países anglosajones, el coworking funciona bien, etc.