Los arrecifes artificiales son una forma eficaz de combatir la degradación de los ecosistemas marinos y recuperar especies amenazadas. La idea consiste en sumergir diversos objetos, como bloques de hormigón cúbicos y vigas de hierro en cruz o pecios (barcos hundidos). Estos elementos se convierten en un hogar para los seres vivos de la zona en peligro e impiden el uso de las destructivas redes de los buques arrastreros. Países de todo el mundo, entre ellos España, han introducido en sus aguas cientos de estas estructuras. En algunos casos, su uso tiene también una vertiente turística, al permitir la práctica del buceo o del surf.
La pesca de arrastre es una de las principales causas de degradación de la biodiversidad submarina y sus hábitats. La utilización de aparejos no selectivos implica la captura accidental de especies que acaban descartadas y la erosión de los suelos submarinos y los ecosistemas que lo habitan. En el Mediterráneo, se estima que esta actividad ha impactado a entre un 40-50% de las praderas de Posidonia. A pesar de estar prohibida a profundidades menores de 50 metros, la pesca de arrastre continúa de forma ilegal.
Más de 40 países de todo el mundo utilizan desde hace décadas estos arrecifes artificialesLos arrecifes artificiales evitan que las destructivas redes de arrastre realicen su trabajo y suponen un lugar sobre el que se pueden fijar todo tipo de animales, plantas y organismos vivos, como algas, corales u ostras. Por su parte, diversos peces aprovechan sus recovecos para asentar su hogar.
Diversos estudios han demostrado que los arrecifes artificiales favorecen al cabo de unos pocos años la recuperación de la zona dañada y de la pesca artesanal y sostenible. Según la organización Oceana, algunas investigaciones han señalado cifras de volúmenes de fauna hasta 35 veces superior a las encontradas en fondos circundantes. Un estudio sobre pecios a diferentes profundidades en el Golfo de México demostró que especies amenazadas como los corales de profundidad de los géneros Lophelia y Oculina colonizaban estas estructuras.
Los responsables del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM) aseguran que los arrecifes artificiales reducen la mortalidad de las fases juveniles antes de su reproducción, facilitan fuentes de alimentación para determinadas especies y posibilitan la supervivencia de adultos reproductores en zonas nuevas y la mejora en la gestión de los usos de estos recursos.
Más de 40 países de todo el mundo, como Estados unidos, Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Francia o España, utilizan desde hace décadas estos arrecifes artificiales con fines de protección y restauración de los fondos submarinos. Diversas empresas y organizaciones se han especializado en la promoción, instalación y posterior seguimiento de estas estructuras. En Japón, se comercializan más de cien modelos diferentes, denominados «Tsukiiso».
Arrecifes artificiales en España
Los arrecifes artificiales en España se comenzaron a usar a principios de los años ochenta. En la actualidad, se contabilizan 130 repartidos por toda la costa peninsular e insular, que pueden verse en la base de datos del MARM. Cataluña cuenta con los primeros, a partir del proyecto «Escorpora», en 1981 y Sa Riera-Begur, en 1982. Durante esa década, se colocaron una decena de nuevos arrecifes artificiales en Cataluña, Valencia, Canarias, Baleares y Andalucía. Pero es en los años noventa cuando despega el uso de estos arrecifes como medida de gestión pesquera, al instalarse 93.
España cuenta en la actualidad con 130 arrecifes artificiales repartidos por toda su costaLos responsables instituciones contemplan estos sistemas como una medida de preservación directa de los hábitats de interés pesquero y de regeneración de los recursos. Por ello, se han decantado por el uso de arrecifes artificiales de protección, para disuadir a los buques arrastreros de sus prácticas ilegales. Este tipo de estructuras ocupan zonas superiores a la decena de km2. Los módulos se distribuyen de forma discontinua en barreras y se dejan entre sí áreas libres que permiten las actividades pesqueras no destructivas. Las autoridades fijan una zona protegida alrededor del arrecife y, en algunas ocasiones, pueden prohibir la pesca.
Los responsables de estos arrecifes utilizan sistemas de navegación y posicionamiento por satélite GPS para localizar de forma correcta su ubicación y su posterior seguimiento. Una vez instalados, se realizan estudios durante al menos cinco años para comprobar los resultados. Los investigadores utilizan diversos sistemas, como aparatos de sonar, mapas digitalizados del relieve del fondo marino, encuestas al sector pesquero o capturas experimentales.
Buceo y surf de arrecife artificial
Algunos arrecifes artificiales se utilizan también para atraer al turismo, a la vez que se recupera o conserva un ecosistema. El aprovechamiento de pecios o el hundimiento provocado de barcos en desuso para atraer submarinistas se ha convertido en una práctica cada vez más extendida. En Los Cayos de Florida se utiliza esta práctica desde hace más de tres décadas. En sus aguas reposa el barco hundido de forma deliberada con este objetivo más grande del mundo, el Spiegel Grove. Este buque, de 170 metros de eslora, se destinó al transporte de tropas estadounidenses.
Imagen: Louisiana Sea Grant College ProgramEn las Islas Orcadas (Escocia), el fondeadero de Scapa Flow presume del mayor enclave europeo de pecios, debido a las dos guerras mundiales. En esta zona se pueden encontrar diversos buques de más de 170 metros de eslora que ahora atraen unas 5.000 inmersiones al año. Sus defensores aseguran que gracias a estas estructuras se reduce el impacto de los buceadores que se sumergen en arrecifes naturales, se incrementan los ingresos por turismo y se abren nuevas posibilidades de educación y de investigación ambiental.
La práctica del surf también se aprovecha de estos arrecifes artificiales. Gracias a ellos, se mejoran los flujos hidrodinámicos para crear olas más favorables a este deporte. Para ello se utilizan diversos sistemas, como rocas de granito en forma piramidal o bolsas de gran tamaño rellenas de arena. El Segundo (Los Angeles, California) y Cable Beach (Perth, Australia) fueron los primeros lugares en utilizarlos con este objetivo. En Europa, el primer arrecife artificial «surfero» se puso en marcha en 2009 en Boscombe (Reino Unido), para crear olas un 30% más grandes y doblar el número de días para echarse al agua.
Algunos de estos arrecifes artificiales han recibido críticas por sus efectos negativos. En ciertos casos, se han utilizado neumáticos usados o pecios que contenían diversas sustancias tóxicas. En otros casos, se han ubicado en lugares sin el debido estudio de impacto ambiental o no se ha realizado un seguimiento posterior de sus efectos a lo largo del tiempo.
Según Oceana, en los últimos años se han mejorado los parámetros ambientales, como la eliminación de compuestos tóxicos o zonas que tenían un potencial de contaminación del medio, así como el estudio del lugar o la utilidad que podía ofrecer.