La práctica del golf se ha convertido en los últimos años en una importante fuente de ingresos para los sectores turístico e inmobiliario. Se calcula que unas 800.000 personas visitan cada año España para practicar este deporte en los casi 300 campos repartidos en todas las comunidades autónomas.
La legislación impone a estas instalaciones unas determinadas condiciones a fin de evitar posibles daños al medio ambiente. A pesar de ello, los grupos ecologistas consideran que los campos de golf producen un fuerte impacto ambiental porque ocupan grandes extensiones de terreno, conllevan la creación de nuevos núcleos urbanos, utilizan fertilizantes y plaguicidas poco ecológicos, y especialmente, porque consumen grandes cantidades de agua, algo especialmente grave en un país con problemas de sequía. Según la organización conservacionista WWF/Adena, los campos de golf de la costa mediterránea constituyen un «riesgo medioambiental creciente»: cada uno de ellos gasta el volumen de agua equivalente a una ciudad de 12.000 habitantes.
Por su parte, los defensores de estas instalaciones aseguran que no gastan agua potable, sino aguas residuales que reutilizan mediante una planta potabilizadora. Asimismo, algunos de estos campos cuentan con modernas tecnologías para optimizar el consumo del agua. Es el caso por ejemplo del campo de golf de Mossa Trajectum, una urbanización tipo «resort» ubicada a unos minutos de Murcia capital y avalada por el exfutbolista Johan Cruyff, que consume un 60% menos de agua que cualquier otro de la Región, según sus responsables. Mediante un sistema vía satélite, se controla con toda precisión el tiempo y la cantidad de riego necesarios, manteniendo la humedad y los nutrientes. Desde la dirección de este «resort» señalan que el Banco Europeo les ha premiado como el primer campo ecológico de Europa.
Según WWF/Adena, cada campo de golf de la costa mediterránea gasta el volumen de agua equivalente a una ciudad de 12.000 habitantesSin embargo, las organizaciones ecologistas critican que la utilización del agua potable de este tipo de instalaciones deportivas es generalizada. En este sentido, recuerdan la gran cantidad de denuncias de las Confederaciones Hidrológicas por abusos de canales subterráneos y aguas públicas, así como la lista de expedientes sancionadores por suministros ilegales y vulneración de las restricciones de agua. Por ejemplo, según Greenpeace, 27 de los 29 campos de la Comunidad de Madrid han sido denunciados por no utilizar agua reciclada, y la Confederación Hidrológica del Tajo ha abierto expedientes sancionadores contra 10 de estos recintos.
A pesar de ello, los campos de golf siguen a pleno rendimiento, gracias a los grupos de presión inmobiliarios, según Ecologistas en Acción. En este sentido, la construcción de estas instalaciones se asocia cada vez más a grandes complejos urbanísticos, como reclamo para turistas con un mayor poder adquisitivo. Además, según esta organización ecologista, aunque utilizaran agua reciclada, seguirían constituyendo un despilfarro, puesto que este tipo de agua debería utilizarse en actividades más necesarias para todos los ciudadanos como la limpieza urbana, en la que se usa agua potable.
En cualquier caso, dado que los intereses económicos y el interés creciente por este deporte llevan al mantenimiento y construcción de más campos de golf, algunos expertos reclaman que cumplan con una serie de requisitos mínimos, entre ellos que no vayan unidos a la construcción de complejos inmobiliarios, que consuman aguas recicladas, que se adapten sin causar daños al terreno y a la vegetación del lugar, que utilicen sistemas de riego y de drenaje eficientes para ahorrar agua, o que utilicen especies de césped así como fertilizantes y pesticidas ecológicos.
Quijorna Golf recibe su nombre del municipio situado a unos 40 kilómetros al suroeste de Madrid. Su responsable, Paco López, un profesor de Educación Física de la Universidad Europea y un apasionado de este deporte, afirma que es un campo totalmente “natural”. Su objetivo es poner al alcance de todos los públicos la práctica del golf, por lo que se mantiene alejado de cualquier interés económico ajeno al propio campo.
Según López, estas instalaciones responden a la idea de los campos de golf originarios, que no contaban con las enormes alfombras verdes perfectamente cortadas y regadas de los campos actuales. El recorrido transcurre por una dehesa que anteriormente se dedicaba a fines agropecuarios. Las calles son de pasto natural segado al ras y únicamente los “greenes” y “antegreenes” tienen césped, de manera que consume entre un 5 y un 10% del agua que necesita un campo convencional.