La identificación de todos los seres vivos permitiría mejorar su protección, además de otras utilidades, como el control de posibles intoxicaciones o plagas. Sin embargo, los métodos convencionales de catalogación de especies apenas han registrado dos de los estimados diez millones de especies del planeta. Por ello, diversos investigadores proponen un nuevo sistema basado en un “código de barras” genético, aunque sus detractores ponen en cuestión su aplicación general.
Imagen: Asif AkbarLos microbiólogos llevan años utilizando pequeñas extensiones de material genético, como el ribosoma 16S, para diferenciar especies bacterianas. Por su parte, los taxónomos, especialistas en clasificar a los seres vivos, también están completando desde hace años la información ecológica y morfológica con datos moleculares.
Sin embargo, el investigador canadiense Paul Hebert quiere ir mucho más allá, al proponer la estandarización de un sistema de catalogación universal de la naturaleza mediante ADN. Su idea, que dio a conocer en 2003 en la revista Proceedings of the Royal Society of London, tomaría como «código de barras» a un segmento de unos 650 pares de bases del gen mitocondrial cytocromo c oxidasa I (CO1).
El avance tecnológico permitirá identificar una especie en diez minutos por unos pocos céntimosHebert descubrió que este fragmento genético permanece invariable dentro de las mismas especies, pero difiere de unas especies a otras. Para llegar a esta conclusión, experimentó con secuencias genéticas de mariposas y polillas del jardín de su propia casa en Canadá, así como de otros animales listados en la base de datos GenBank, del Instituto Nacional de Salud de EEUU (NIH). Posteriormente, diversos estudios con todo tipo de animales ya catalogados con las técnicas tradicionales han confirmado la validez de utilizar las secuencias de CO1.
Por ello, el número de proyectos de catalogación mediante ADN se han multiplicado desde entonces. En la actualidad, la base de datos del sistema «Barcode Of Life Data (BOLD)» cuenta con más de 300.000 códigos de barras secuenciados, y más de 30.000 especies de peces, pájaros e insectos han sido identificadas mediante códigos de barras.
Asimismo, se ha constituido el Consorcio para la Catalogación de la Vida mediante Código de barras (CBOL en sus siglas inglesas), con más de 150 organizaciones como museos, zoos y jardines botánicos de más de 50 países del mundo. En esta institución, diversos grupos de investigación internacionales trabajan para extraer el código de todo tipo de animales, incluidos los invasores. Según su principal responsable, Scott Miller, esperan contar para 2009 con un millón de registros de cien mil especies distintas.
Además del CBOL, diversos proyectos internacionales persiguen objetivos similares, desde los más generales, como la Red Canadiense de Catalogación de la Vida mediante códigos de barras, el «Especies 2000» de Reino Unido, o la «Enciclopedia de la Vida«; hasta los más específicos, como Fishtrace, de la Unión Europea, o FishBOL, para catalogar especies de peces. Por su parte, el propio Hebert ha conseguido inversiones por valor de unos diecinueve millones de euros, principalmente de instituciones privadas, para seguir con su trabajo.
Múltiples aplicaciones prácticas
El sistema puede agilizar y abaratar enormemente el trabajo de identificación de especies, según sus defensores. En la actualidad, una prueba con este método puede costar unos tres euros y medio por ejemplar y tardar unas tres horas. En opinión de Hebert, el avance tecnológico permitirá análisis en diez minutos por unos pocos céntimos.
Imagen: Craig HaugerPor otra parte, la catalogación mediante ADN puede tener otras aplicaciones muy interesantes. La seguridad alimentaria podría mejorar utilizando estos catálogos para identificar el origen real de animales o plantas procesados que pueden poner en peligro la salud pública. Asimismo, puede resultar también útil para una mejor identificación y control de las plagas y las especies invasoras, e incluso en un plano médico podría servir para localizar patógenos biológicos en pacientes débiles.
En este sentido, diversas instituciones públicas en Estados Unidos ya están valiéndose de este sistema. La Administración de Alimentos y Fármacos (FDA en sus siglas inglesas) se ha basado en él para identificar la composición y origen de productos que han causado algún tipo de intoxicación. La Administración Federal de la Aviación (FAA) está catalogando a los pájaros implicados en colisiones con aviones para controlarlos y evitar que se produzcan accidentes. La Agencia de Protección del Medioambiente (EPA) ha desarrollado un sistema para comprobar la calidad de las aguas mediante la identificación de diversas especies acuáticas. El Departamento de Agricultura se está basando en la base de datos del CBOL para mejorar el control de las plagas.
En el plano privado, la empresa californiana Microchip Biotechnologies está trabajando en varios dispositivos portátiles para hacer pruebas de reconocimiento con este sistema. Por ejemplo, uno de sus prototipos, el Apollo 400, permitirá a los forenses identificar información genética de muestras biológicas, como sangre o semen, de la escena de un crimen.
Diversas críticas se ciernen sobre esta técnica de catalogación mediante ADN. Algunos expertos señalan que el gen mitocondrial utilizado como código de barras no se diferencia con precisión en algunas especies, e incluso en otras ni siquiera es válido, como se ha demostrado en algunas pruebas recientes. Por ejemplo, en un experimento con moscardones, el 60% de las especies fueron imposibles de identificar con el CO1.
Asimismo, también se ha descubierto que no funciona con plantas, cuya divergencia mitocondrial es prácticamente nula. Por otra parte, sus detractores recuerdan que apenas se han estudiado las razones por las que este gen no tiende a variar.
En definitiva, sus críticos consideran que este tipo de sistemas están más basados en el márketing para conseguir inversiones. Por ello, reprochan que se invierta en ellos, lo que reduce en su opinión el dinero destinado a los métodos convencionales que ya funcionan de manera comprobada.