Preservar el atún del Mediterráneo, que se halla al borde del colapso, es especialmente difícil al tratarse de una especie migratoria y con un gran valor de mercado, lo que ha impulsado el crecimiento de sus capturas, legales e ilegales. La lucha por su preservación choca con escollos biológicos y económicos. Datos preliminares de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT) muestran que la campaña de recuperación del atún iniciada por la UE no está dando los resultados esperados.
Situación crítica del atún rojo
Este mes de julio se ha reunido el grupo de evaluación de atún rojo del comité científico de la ICCAT para analizar la situación actual de este túnido en el Mediterráneo y establecer una serie de recomendaciones a los gobiernos para evitar su colapso. No será hasta septiembre cuando se dará a conocer el resumen ejecutivo del encuentro, según informan desde ICCAT. El año seguirá con nuevas reuniones de este organismo, más importantes si cabe. Una de ellas se celebrará este verano, la de la comisión de Gobierno de la ICCAT, la siguiente es la reunión plenaria del Comité Científico entre septiembre y octubre, y en noviembre, de nuevo se desarrollará otra reunión de la comisión.
La situación es crítica. Este año, la Comisión Europea ha adelantado varias semanas la veda de la pesca del atún rojo en el Mediterráneo porque ya se había llegado, antes de lo previsto, al límite del total admisible de capturas (TAC), establecido este año en 28.500 toneladas. Cada vez se pesca más en menos tiempo y se aumenta la presión sobre la población de atunes hasta límites insostenibles.
Algunas características hacen que esta lucha sea muy difícil. Por un lado, el atún es una especie migratoria, lo que dificulta su gestión y control, ya que afecta a decenas de países que tienen que negociar su política pesquera y distribuirse unas cuotas de captura. Además, se trata de una especie con un valor de mercado muy alto, especialmente en Asia. Esto ha impulsado el crecimiento de la pesca de cerco y de las granjas de engorde, cuya producción se destina casi en su totalidad al Japón. La pesca de cerco tiene capacidad para capturar más toneladas de atún y de forma más rápida que las artes de pesca tradicionales.
Se ha adelantado varias semanas la veda de la pesca del atún rojo en el Mediterráneo porque ya se había llegado, antes de lo previsto, al límite de capturas
Por otro lado, las granjas de engorde, que aparecieron hacia el año 2000, han forzado aún más la marcha, porque parte de la captura, todavía en la red y sin extraerla del agua, se remolca hasta estas instalaciones en la costa, donde se mantienen los atunes alimentados y se extraen del agua cuando conviene. Casi toda la producción de estas granjas se destina al mercado japonés. Por si eso no fuera suficiente, la pesca ilegal, que escapa a los controles de las administraciones (normalmente, son capturas que en alta mar se transbordan y se trasladan a destinos que escapan a los controles oficiales), aumenta aún más la presión sobre esta especie. Y las cifras no son pequeñas. Un informe reciente de la organización WWF demostró que las capturas totales (entre 45.000 y 50.000 toneladas cada año en 2004 y 2005) eran mucho más elevadas que el TAC anual, establecido en unas 32.000 toneladas para aquellos años.
Ahora, las cifras son incluso peores. Enrique Rodríguez-Marín, investigador del Centro Oceanográfico de Santander del Instituto Español de Oceanografía (IEO) y miembro del comité científico de ICCAT, explica que en 2007 “se han podido capturar en torno a las 60.000 toneladas de atún en el Mediterráneo”, de las cuales más de la mitad son capturas ilegales, ya que el TAC de 2007 era de 29.500 toneladas. Un año antes, en 2006, las capturas totales fueron aproximadamente de 50.000 toneladas, de las cuales 20.000 eran ilegales y unas 30.000 correspondían al TAC autorizado. Estas cifras son algunos de los resultados preliminares de la última reunión del ICCAT, que no hacen más que poner de relieve que no hay un control eficaz sobre esta pesquería.
Los excesos llaman la atención en tanto que el año pasado la UE inició el plan de recuperación del atún, que encuentra entre sus principales medidas una disminución de las capturas totales, un aumento de las tallas mínimas de los peces y mantener un mayor control sobre la pesca. Pero el control sigue siendo insuficiente.
Conservar lo que queda
¿En qué situación se halla la población de atún rojo en el Mediterráneo? Uno de los objetivos de la última reunión del ICCAT, este mes de julio, era precisamente hacer un análisis de la biomasa y algunas proyecciones de futuro. A falta de datos del 2007, los resultados preliminares indican que el número de reproductores ha descendido al 40% respecto a la población que existía en los años setenta. Además, la mortalidad de los peces de más de 8 años, adultos en plena etapa reproductiva, es muy alta, ya que son los ejemplares más preciados para las granjas de engorde. La población actual está “rozando los límites en que se puede dar una situación de colapso”, dice Rodríguez-Marín. Evitarlo es fundamental porque se trataría de una situación sin retorno. Pesquerías del atún que han colapsado antes, como las de Brasil, Mar del Norte y costas de Noruega, no se han podido recuperar.
Se sabe que los adultos reproductores pueden aumentar su reproducción en algunas situaciones y compensar la sobrepesca. Pero si la sobrepesca es tal que no deja suficientes reproductores, entonces la recuperación es imposible.
Esa es la lección que ha dejado casos previos como el del Mar del Norte, donde se inició la explotación industrial del atún en los años 50 para desaparecer en la década de los 80. Los expertos han apuntado como causas de la desaparición a la coincidencia de varios factores: el colapso de las presas del atún, especialmente el arenque (su principal fuente de alimento), algún cambio en el comportamiento migratorio y, sobre todo, la sobrepesca.
El número de reproductores ha descendido al 40% respecto a la población de los años setenta
Así, para evitar llegar al colapso, los expertos de la ICCAT aconsejan que las capturas no excedan de 15.000 toneladas y establecer cierres espacio-temporales como la prohibición de la pesca del atún durante los meses de mayo y junio, cuando es época de reproducción y los adultos son mucho más vulnerables, así como evitar la captura de juveniles que no tengan una talla mínima. Sin embargo, hay pocas esperanzas de que los gobiernos acepten aplicar esa estrategia.
Por otro lado, se han cerrado otras pesquerías, como la de la anchoa, hace cuatro años, o la del arenque en el norte, que ahora se ha recuperado. Pero no parece que vaya a pasar algo parecido con la pesquería del atún. “Es una situación absurda”, afirma este experto, “porque además se siguen construyendo barcos cerqueros y se están dando autorizaciones para nuevas granjas de engorde”.
Estrategias y paliativos
Así las cosas, muchos expertos ya ni siquiera hablan de recuperación sino de conservar lo que queda. Entre las estrategias paliativas, está la acuicultura. Investigadores japoneses consiguieron cerrar el ciclo tras 32 años de investigación y ahora pueden criar el atún en cautividad. Es verdad que esa producción no cubre las demandas del mercado japonés, que de hecho se provee de las capturas del Mediterráneo, pero hay que reconocer, dice José Luis Cort, “que al menos han intentado poner un remedio”.
En Europa, científicos de España, Francia, Italia, Malta, Grecia, Alemania, Noruega e Israel que iniciaron la investigación de la reproducción del atún rojo en cautividad hace diez años, continúan en la actualidad con el proyecto SELFDOTT, financiado principalmente por el Programa Marco de la UE.
Otra estrategia posible, apunta Rodríguez-Marín, podría ser la denominación de origen para el atún de pesca tradicional, como las almadrabas. Eso permitiría optar por un consumo más responsable. También hay restaurantes que están retirando de su carta el atún rojo. Y cocineros como Tadashi Yamagata, de la Unión Nacional de Cocineros de Sushi del Japón, que experimentan alternando el atún del sushi con pato ahumado.
Los japoneses consumen aproximadamente las tres cuartas partes de la captura mundial de atún
No es sólo una tradición culinaria sino que es casi una cuestión de estado. Es tan importante mantener el suministro de atún en Japón que las empresas que lo comercializan han creado un “banco de atún”, unas instalaciones que mantienen congelado a 80 grados bajo cero, como si fueran lingotes de oro, reservas de carne del túnido por si hubiera algún problema en el suministro. Una instalación de este tipo supone una inversión muy elevada y da idea de lo importante que es esta materia prima para la cultura japonesa. Por eso, este país, que también ha reducido sus cuotas de captura en los últimos años, también es, o debería ser -según los expertos- uno de los primeros interesados en mantener la biomasa de atún rojo.
El problema es cómo se conjuga ese objetivo con los actuales intereses comerciales del mercado y con la poca capacidad de controlar a la industria del atún. Según denunciaba el año pasado la WWF (World Wildlife Fund), los gobiernos no están haciendo lo suficiente para imponer políticas pesqueras de recuperación ni para imponer sanciones a quien no las cumple, y esta especie afronta un alto riesgo de extinción comercial debido a ese “débil control” de la industria.