Imagen: odua
Nunca antes fue tan fácil conocer mundo. Aerolíneas de bajo coste, trayectos en coches compartidos, apartamentos turísticos para alquilar una habitación e incluso plataformas para dormir en el sofá de alguien que vive al otro lado del mundo sin pagar un euro. Sucumbir a la tentación de viajar es sencillo, pero resulta que este placer tiene un coste para el planeta. Como desvela un estudio reciente que recogemos en este artículo, los turistas emiten el 8 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) que se lanzan a la atmósfera. Pero hay maneras de reducirlas.
El turismo global emite el 8 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en el mundo, sobre todo CO2 y metano. Y esto es el doble de lo que se creía anteriormente -según las investigaciones más pesimistas-, dice un estudio reciente. El problema es que estos gases atrapan el calor en la atmósfera, lo que se llama efecto invernadero. Y hace que el planeta sea más cálido porque activa el llamado cambio climático.
«La huella de carbono es la cantidad de gases de efecto invernadero que emitimos de forma directa o indirecta como consecuencia del desarrollo de una actividad, por ejemplo viajar, medida en toneladas de CO2 equivalente», explica Cecilia Foronda, directora de Ciudades Sostenibles y del proyecto «CeroCO2» de la fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes).
Y, por primera vez, los científicos han logrado cuantificar la huella de carbono para el turismo global, es decir, teniendo en cuanto los millones de desplazamientos por placer o trabajo que hacen las personas, en un informe publicado en la revista ‘Nature Climate Change‘.
El turismo del cambio climático
La Organización Mundial del Turismo (OMT) calculó las emisiones totales del turismo hace siete años y responsabilizó al sector de apenas el 5 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. El problema es que hoy son casi el doble más. Claro que ese estudio -ya pesimista porque otros situaban la contaminación del turismo en el 3 %- se centraba en lo que emiten los viajeros en sus desplazamientos al lugar de destino y el regreso a casa.
Este impacto para el planeta ya es bastante importante. Por ejemplo, si usted ha realizado un viaje en avión de Madrid a Londres, de unos 1.200 kilómetros, su huella de carbono fue de 379 kilos de CO2 en su trayecto de ida y vuelta.
Pero claro, su huella de carbono como viajero no acaba aquí, tal y como subraya esta nueva investigación. Porque, además, pasará la noche en algún alojamiento. Entonces, si escoge un hotel de dos estrellas, cada día tendrá que sumar 11,20 kilos de CO2 a su huella de carbono. Esta cifra asciende a 44,3 kilos por noche, si elige una habitación más cara, en un establecimiento de cuatro o cinco estrellas, donde habrá más servicio de cocina y, en principio, unos sistemas de climatización más potentes.
Contamina más de viaje que en casa
Los expertos proponen pagar una ecotasa, impuesto ambiental al turista de 172 euros en los vuelos de largo recorrido y 37 euros en trayectos domésticos
Los investigadores ahora también han tenido en cuenta las emisiones de CO2 responsables del cambio climático que implica lo que la persona come fuera de casa cuando viaja, cómo viste, los souvenirs que compra o la contaminación que resulta del transporte local. Y el problema es «los viajeros consumen más alimentos procesados y se desplazan más, o con unos tipos de transporte que implican emisiones de CO2 más potentes que cuando están en su hogar», afirma Arunima Malik, autora principal del nuevo estudio de la Universidad de Sídney (Australia).
¿Cómo reducir su huella viajera?
Resulta que un turista tiene una mayor huella de carbono en sus viajes de placer o trabajo que en casa. Entonces, ¿cómo reducir las emisiones del turismo y su impacto sobre el planeta? La receta, dicen, se resume en volar menos y pagar más como medida disuasoria para disminuir el CO2.
Los expertos proponen poner en marcha ecotasas, impuestos ambientales al turista, para reducir el impacto contaminante de los millones de viajeros que cada día recorren el mundo. «Los impuestos son esenciales para frenar las emisiones no controladas del turismo, y habría que empezar por la aviación», propone el profesor Manfred Lenzen, quien también ha participado en el estudio. La ecotasa que sugiere este grupo de científicos es de 172 euros por persona en cada vuelo de largo recorrido y de 37 euros de media en los trayectos en avión domésticos.
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El turismo masificado es muy perjudicial para las islas, y más cuanto menor tamaño tengan. Y aunque los viajeros procedentes de China o India crecen, EE.UU. es aún responsable de la mayor parte de las emisiones de CO2 por turismo. Y un país europeo completa el podio de los cuatros países más contaminantes por esta causa: Alemania.