Los seguidores de la dieta baja en carbono consumen alimentos no sólo beneficiosos para la salud, sino también para el medio ambiente. Para ello, evitan los productos de mayor impacto en el calentamiento global, como los que necesitan más energía o recursos naturales, se transportan desde lejos, o requieren de un complejo envasado. Diversos libros y páginas web ofrecen consejos y recetas para que los consumidores reduzcan su huella de carbono a la hora de alimentarse.
Los alimentos son responsables de al menos el 20% de los gases de efecto invernadero (GEI) producidos en EE.UU., uno de los principales países causantes de este tipo de contaminación. El porcentaje podría ser incluso mayor si se tuvieran en cuenta las fuentes de emisión indirectas, según diversos estudios.
Las decisiones de los consumidores y del sistema alimentario pueden contribuir en gran medida a reducir los GEIAhora bien, los alimentos individuales varían d en sus huellas de carbono, y por ello, las decisiones de los consumidores y del sistema alimentario pueden contribuir en gran medida a reducir los GEI. Es la reflexión de Thomas Tomich, director del Instituto de Agricultura Sostenible de la Universidad de California, en EE.UU. Su equipo trabaja en el proyecto «Dieta baja en carbono», que mide las emisiones de GEI en el ciclo de vida de los alimentos, desde que se elaboran, se transportan, hasta que llegan a la mesa.
El equipo de los investigadores californianos se suma a un movimiento creciente que propugna un tipo de alimentación que tiene en cuenta su impacto en el calentamiento global. Los defensores de la dieta baja en carbono valoran la cantidad de GEI emitidos durante la producción, embalaje, procesamiento, transporte, preparación y transformación en residuo de los alimentos.
Según este criterio, los ciudadanos que quieran reducir su impacto en el cambio climático deberían aumentar el consumo de productos locales. Este tipo de alimentos, como defienden los localtarianos, evitan el transporte desde puntos lejanos, el uso de energía y la liberación de gases contaminantes.
Nathan Pelletier, investigador de la Escuela Universitaria Dalhousie para Estudios Medioambientales, en Halifax (Canadá), asegura que para seguir este tipo de dieta no sólo hay que fijarse en dónde se han producido los alimentos, sino también cómo. Pelletier señala que la principal contribución de la producción alimentaria al cambio climático proviene de la ganadería. El 60% de los GEI asociados con carne de vacuno se relacionan con la emisión de metano o de nitrógeno procedentes del tratamiento del estiércol. Según un estudio de dicho investigador, para que un pez aumente de peso un kilo se necesita de uno a dos kilos de alimento; en el caso de una vaca la cantidad oscila entre 10 y 30 kilos.
Los defensores de esta dieta recomiendan también reducir en lo posible el consumo de productos agropecuarios procedentes de explotaciones industriales. En estas instalaciones, la producción de verduras, frutas, lácteos, carne, etc., se lleva a cabo un uso intensivo de la energía y los recursos naturales, y se emplean productos químicos que contribuyen al calentamiento global. Como alternativa recomiendan el consumo de alimentos ecológicos, e incluso se alienta al auto consumo de alimentos procedentes de pequeños huertos urbanos.
Los productos frescos, de temporada, no envasados ni procesados, son otro de los alimentos estrella de una dieta baja en carbonoLos productos frescos, de temporada, no envasados ni procesados, son otro de los alimentos estrella de una dieta baja en carbono. El empaquetado de productos requiere el uso de plástico y energía; de forma similar, la transformación o congelación de un alimento para conservarlo y transportarlo conlleva el uso de energía y diversos procesos industriales que lanzan a la atmósfera diversos GEI. El agua mineral embotellada es una de las peores compras por la gran cantidad de recursos utilizados.
Libros y calculadoras para una dieta baja en carbono
En EE.UU. la dieta de bajo carbono está cada vez más de moda, a juzgar por los diversos libros e iniciativas para generalizarla entre los consumidores. Varias páginas web ofrecen consejos sobre cómo seguir este tipo de alimentación y reúnen grupos de personas que han decidido asumirla, como Terrapass, una empresa que ofrece a ciudadanos y empresas la posibilidad de realizar compensaciones voluntarias de dióxido de carbono (CO2).
La cadena de cafeterías Bon Appetit, que cuenta con establecimientos en gran parte de los EE.UU., ha creado una web para que cualquier persona calcule la cantidad total de sus emisiones de GEI en virtud de los alimentos seleccionados en su desayuno, almuerzo o cena. La página ofrece algunos consejos para reducir estos gases contaminantes. La cadena además puso en marcha en 2007 un programa de dietas de bajo carbono en sus más de 400 locales.
El grupo ambientalista británico Carbon Trust ha desarrollado el Standard PAS 2050, que propone una nueva norma de etiquetado en el que se detallen las emisiones de GEI producidas durante el ciclo de vida del producto. Sus responsables afirman que con esta información las empresas y los consumidores tomarían decisiones de compra más ecológicas.
El sector editorial ha lanzado diversos títulos con el mismo objetivo. Laura Stec, una cocinera de San Francisco, y Eugene Cordero, un profesor de Meteorología de la Universidad del Estado de San José (California) han publicado «Cool Cuisine: Taking the Bite Out of Global Warming» («Cocina de moda: Darle un mordisco al calentamiento global»). En este libro, además de explicar cómo funciona el ciclo de carbono en la atmósfera, se ofrecen diversas recetas con la información del CO2 emitido por cada ingrediente.
Las recetas con varias posibilidades de un mismo plato dejan en evidencia a unos y otros alimentos: la versión con verduras emite 3.013 g totales de CO2 equivalente, con pollo 5.520 g y con carne 15.692 gramos. Según este libro, la diferencia entre el plato de vegetales y la de carne es similar a la cantidad de CO2 emitida por un automóvil medio a lo largo de 56 kilómetros. Los autores tienen también una web, «La dieta del cambio climático» en el que dan a conocer más detalles del libro.
El autor David Gershon ofrece en su libro «The Low Carbon Diet» («La dieta baja en carbono») unas pautas para cambiar de forma sencilla los hábitos de consumo cotidianos y reducir las emisiones de CO2 en al menos un 15%. La obra también dispone de una calculadora de emisiones de CO2 y anima a sus lectores no sólo a que asuman estos consejos, sino que los trasladen al resto de la sociedad.
El investigador de la Universidad de California Frank Mitloehner cree que se ha exagerado el efecto de los productos ganaderos en el cambio climático. Según este científico, el origen de estas críticas distorsionadas proviene del informe “La larga sombra del ganado“, publicado en 2006 por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Mitloehner asegura que sus autores compararon de forma equivocada las emisiones provocadas en el transporte y en la producción de carne y lácteos. Por ello, este experto sostiene que reducir el consumo de estos alimentos no tendrá un efecto significativo en la reducción de GEI.