El pasado 28 de febrero, cuando aún la Organización Mundial de la Salud (OMS) no había declarado la pandemia por la crisis sanitaria de la COVID-19, la ONG OceansAsia ya denunciaba que había encontrado un gran número de mascarillas quirúrgicas en las costas de las Islas de Soko, cerca de Hong Kong. “Cuando existe una población de siete millones de personas que usa una o dos mascarillas al día, la cantidad de basura generada será considerable”, explicaba la ONG sin saber que, tan solo tres meses después, el 40 % de la humanidad estaría confinada (2.900 millones de personas) y abocada a llevar esta protección de manera diaria y sin perspectivas de un final próximo. Solo España, durante los dos primeros meses del estado de alarma, compró más de 550 millones de unidades.
Estas mastodónticas cifras llevan a la conclusión de que la utilización masiva de mascarillas desechables, junto a otros sistemas de protección contra el coronavirus (guantes, batas impermeables, gafas y viseras o pantallas protectoras faciales), producidos todos en plástico, va a provocar una debacle medioambiental que hay que atenuar.
La Directiva del Parlamento Europeo aprobada hace un año, “relativa a la reducción del impacto de determinados productos de plástico en el medio ambiente” marcaba las pautas de los Estados miembros para eliminar, en la medida de lo posible, este material de nuestras vidas y nuestros mares. Pero hoy, existe una nueva amenaza.
La vicepresidenta cuarta del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, así lo afirmó: “Estamos reviviendo el renacer del consumo de plástico asociado a una cautela sanitaria a la que, de algún modo, tendremos que responder y que reabsorber muy rápidamente, porque no es algo que se pueda mantener mucho en el tiempo”. La ministra también se refería al uso indiscriminado de recipientes y bolsas de plástico que ha tenido lugar durante la pandemia, entre otras cosas, por el temor al contagio del virus a través de superficies o de la manipulación de objetos.
Reciclamos más durante el confinamiento
Ecoembes, la organización de gestión y reciclaje de residuos, aseguró que durante el estado de alarma los ciudadanos habían incrementado en un 15 % el uso del contenedor amarillo para reciclar sus envases de brik, plástico y metal. “La actual situación nos está permitiendo ser aún más conscientes de que cualquiera de nuestras acciones tiene un impacto en el medio ambiente y que es necesario que todos incorporemos hábitos en nuestro día a día que nos ayuden a dejar atrás la sociedad del ‘usar y tirar’ y pasemos a ser una sociedad que consuma de manera responsable, para poder disminuir la generación de residuos en primer lugar y reciclar aquellos que son inevitables”, cuenta Nieves Rey, directora de comunicación y marketing de Ecoembes.
¿En qué contenedor tiro las mascarillas?
A primeros de junio, el Gobierno aprobó un anteproyecto de ley de residuos y suelos contaminados que fijaba reducir el 15 % la producción de residuos de todo el país en el año 2030. A esto se sumará la prohibición de venta de objetos de plásticos de un solo uso (cubiertos, pajitas…) desde julio de 2021.
Pero, con la amenaza de la COVID-19, ¿qué pasa con los nuevos residuos plásticos que han aparecido en los últimos tres meses? Ayuntamientos como el de Burgos, Cádiz o Toledo ya han anunciado ordenanzas de multas de 100 a 3.000 euros para quien tire mascarillas o guantes al suelo.
Como detallamos recientemente, las mascarillas y los guantes deben ir siempre al contenedor de resto (gris) o a las propias papeleras de las calles. “Nunca deberán ir al contenedor amarillo o azul para evitar poner en riesgo a los operarios en las plantas de selección. Debemos ser conscientes de que estos objetos, que antes apenas utilizábamos, han pasado a formar parte de nuestro día a día y es necesario que asumamos la responsabilidad una vez han cumplido su misión y se han convertido en residuo. Por ello es tan importante que, una vez los hayamos utilizado, los depositemos en el contenedor de resto —explica Nieves Rey, de Ecoembes—. Solo de este modo nos aseguraremos de que estos residuos no se convierten en un foco de infección y suciedad en nuestro entorno”. Y esto incluye los océanos, sus ecosistemas y los recursos marinos.
En la Unión Europea, entre el 80 % y el 85 % de la basura marina, “medida por recuentos en las playas, es residuo plástico, de los cuales los artículos de plástico de un solo uso representan el 50 % y los relacionados con la pesca el 27 % del total”, señala el Ministerio para la Transición Ecológica. Y añade que el 86 % de los plásticos de un solo uso se encuentran en las playas del continente. Para ello, el Parlamento Europeo aprobó hace algo más de un año una directiva que, a partir de 2021, prohibía la venta de productos de usar y tirar, entre ellos los cubiertos, vasos, platos, pajitas y bastoncillos de algodón. También se eliminaban los microplásticos de cosméticos y detergentes, y se obligaba las compañías de tabaco a asumir el coste de limpieza de las colillas.