Medicamentos como el ibuprofeno o los anticonceptivos, cosméticos con microplásticos, champús anticaspa con zinc, productos de limpieza con diversos componentes tóxicos… En casa hay una variedad de productos que, empleados de manera inadecuada, pueden convertirse en un auténtico arsenal químico: son los contaminantes emergentes. Este artículo explica qué son los contaminantes emergentes, cómo afectan al medio ambiente y la salud y qué se puede hacer para combatirlos.
¿Qué son los contaminantes emergentes?
El termino contaminantes emergentes proviene del inglés emerging pollutants. Se refiere a una serie de productos, más o menos recientes y cada vez más abundantes, cuyas formulaciones químicas o las interacciones que causan con otras sustancias o compuestos provocan daños sobre el medio ambiente y la salud humana que no se habían tenido en cuenta hasta ahora. Muchos de ellos son de uso cotidiano y se encuentran en cualquier hogar: medicamentos, cosméticos, champús, de limpieza, etc.
La concienciación de los ciudadanos es clave para reducir los efectos de los contaminantes emergentes en el medio ambiente y la saludLa legislación ambiental y sanitaria no los controla porque hasta ahora no se han detectado, pero, gracias a nuevas metodologías y a las investigaciones sobre sus efectos, se empiezan a considerar. Instituciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o las agencias de medio ambiente de Estados Unidos y Europa (EPA y AEMA, respectivamente) trabajan en ello. «La Unión Europea (UE) tiene una lista de sustancias bajo vigilancia y se hacen estudios para definir cuál es su efecto y qué limite se deberían poner en vertidos y calidad de aguas. Cada año entran nuevos compuestos», señala Mikel Ibarra, director de proyectos de Aclima, grupo de empresas ambientales del País Vasco.
Contaminantes emergentes: ¿cómo nos afectan?
La variedad de productos y sus posibles interacciones con otras sustancias del entorno hacen que sus consecuencias puedan ser muy diversas. A medida que los científicos realizan más investigaciones y análisis, descubren nuevos efectos.
El impacto de ciertos tipos de medicamentos ya se han empezado a percibir en entornos naturales: los estrógenos de las píldoras anticonceptivas provocan la feminización de los machos en diversas especies de peces y anfibios; los antidepresivos reducen las posibilidades de supervivencia de las aves en invierno; y ciertos antiinflamatorios causan lesiones en los pájaros.
Otro ejemplo claro es el de los microplásticos, utilizados en diversos productos, como abrasivos industriales, exfoliantes, cremas faciales, pasta de dientes, champús, geles, productos para bebés, repelentes de insectos, cremas solares, cosméticos, etc. Los microplásticos están presentes en todos los mares y océanos del planeta y constituyen una amenaza para la salud humana y el medio ambiente por su capacidad de acumular compuestos químicos y toxinas. «Una vez en el medio, los microplásticos junto con los compuestos químicos asociados, pueden ser ingeridos por peces e invertebrados y pasar a través de la cadena trófica a aves, cetáceos y a los seres humanos. Ya se han observado efectos negativos de pérdida de peso, crecimiento y hábitos de alimentación en los organismos marinos debido a dicha ingesta», explica Oihane Cabezas, investigadora de AZTI, Centro tecnológico especializado en innovación marina y alimentaria.
¿Cómo combatir los contaminantes emergentes?
Los sistemas de depuración y tratamiento de aguas residuales carecen de los medios para detectar y eliminar estas sustancias. «No es motivo para alarmar a la población. El agua del grifo es segura, las cantidades son mínimas, pero el agua que utilizamos para consumo viene de embalses y ríos y llega de las redes de saneamiento, de manera que finalmente todo lo que echamos al entorno desde el fregadero, la ducha, el retrete, etc. acaba en los ríos y nos llega de nuevo a nosotros», recuerda el experto de Aclima. Este grupo, junto a la Agencia del Agua del País Vasco (URA) y los consorcios de aguas vascos, estudia los contaminantes emergentes antes y después de que acaben en las plantas depuradoras en Euskadi. «Hemos descubierto una presencia bastante alta de productos como el ibuprofeno e incluso de sustancias estupefacientes», señala.
La concienciación de los ciudadanos es clave para disminuir la presencia y los efectos de los contaminantes emergentes en el medio ambiente y la salud. Al igual que ocurre con productos como las toallitas húmedas, no hay que arrojar nada por el retrete que no sean las tres pes, «pipí, popó y papel higiénico», como subraya Fernando Morcillo, director general de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento. En el caso de los medicamentos, además de reducir su consumo para lo imprescindible, se deben depositar en los puntos SIGRE de las farmacias para su correcto tratamiento y reciclaje.
La inversión en investigaciones y sistemas de análisis es otra de las grandes acciones que deberían tenerse en cuenta. «Los sistemas de saneamiento de aguas están viendo que su control será difícil por el coste; harán falta inversiones muy altas y puede suponer un incremento del precio de la tasa de agua», prevé Ibarra.
Asimismo, la legislación debería avanzar para establecer controles y límites a estas sustancias, como ya se hace con otras, y que las empresas productoras asuman métodos para reducir, eliminar o sustituirlas.
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