Un equipo de investigadores liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha desarrollado una «metodología innovadora» para determinar las repercusiones de las erupciones volcánicas sobre el medio ambiente, tras analizar un centenar de depósitos de ceniza asociados a la erupción de varios volcanes andinos durante los dos últimos millones de años, informó el organismo público de investigación.
Además del CSIC, el proyecto ASH, que forma parte del Plan Nacional de I+D, ha contado con la participación de varias universidades argentinas y españolas. «La mayor novedad del proyecto es que, para un depósito de ceniza concreto, hemos podido determinar cuál fue su impacto en el medio ambiente», explicó José Luis Fernández Turiel, investigador del CSIC en el Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera y coordinador del estudio.
Una parte fundamental del trabajo consistió en modelar el proceso de dispersión de las cenizas en el agua. ?Es el mayor problema?, apuntó Fernández Turiel. «La carga ambientalmente transferible de una ceniza se libera en el primer contacto con el agua, bien de lluvia o bien porque la ceniza cae en un lago o en un río. En ese momento, la peligrosidad geoquímica de esos depósitos es máxima», agregó. Parte de los elementos peligrosos de las cenizas es arrastrada por el agua, que sufre variaciones notables de pH y salinidad, y acaba por contaminar los pozos subterráneos. «A partir de ese momento, las aguas ya no son utilizables».
El método desarrollado por el CSIC permite simular en el laboratorio ese proceso geoquímico y ver no solo qué ha pasado en anteriores erupciones, sino además prever el impacto de las futuras. «Metodologías como esta son transferibles a los grupos de interés implicados (científicos, gestores medioambientales y gestores de peligrosidad volcánica y protección civil) para establecer medidas de vigilancia y prevención», destacó el CSIC. De estas últimas, la más importante consiste en disponer de reservas de agua suficientes para la población y el ganado, para evitar aguas afectadas por el lavado inicial de la ceniza.