La extinción de un animal desencadena otras desapariciones de especies emparentadas en términos evolutivos. Es lo que se conoce cómo extinción «en cascada» dentro de un ecosistema. Investigadores españoles han descubierto nuevas claves de este fenómeno.
De la misma manera que las relaciones entre las distintas especies de animales y plantas de un ecosistema no es aleatoria, sino que responde a un diseño arquitectónico definido, los procesos de extinción tampoco son casuales. Responden, según estos expertos, a un patrón universal.
«Los ecosistemas son una especie de mecano, donde las especies están ensambladas. Y entender cómo funciona ese andamiaje, cómo están ensambladas, tiene mucho que ver a la hora de entender cómo de resistentes son ante perturbaciones», explica Jordi Bascompte, biólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). «Las especies están interrelacionadas por esos vínculos de dependencia, y el hecho de que se pueden extinguir cinco especies puede iniciar un proceso de avalancha, una especie de efecto dominó», añade.
Además de una aniquilación física de especies mucho mayor de lo que se pensaba, la segunda dimensión del problema es que «estamos perdiendo también historia evolutiva», porque cada especie actual es el resultado de un largo recorrido evolutivo, de una adaptación de milenios al medio y a las circunstancias.
«Si perdemos especies aisladas, aún cuando es trágico, podemos decir que son hojitas del árbol de la vida. Pero aún más trágico es perder una rama entera. Si se pierde una rama entera, jamás vamos a tener especies como las que se han perdido», y nunca se entenderá la historia evolutiva que había detrás de ellas.