Una treintena de miembros de Greenpeace de diversas nacionalidades consiguió acceder a primera hora de la mañana de ayer a la central nuclear de Almonacid de Zorita (Guadalajara) para demandar el cierre de las instalaciones. Seis activistas se encaramaron a la cúpula de la planta y otros veinte se encadenaron a las puertas de la central. La acción obligó a detener la actividad del centro, que volverá a ponerse en marcha en cuestión de días una vez se compruebe su seguridad tras este incidente.
Los ecologistas desplegaron pancartas con los lemas Zorita, «cierre ya» y «Nuclear, no», a fin de exigir el cierre de la planta al Gobierno y denunciar «la peligrosidad de la instalación, que padece graves problemas de seguridad», según el responsable de la campaña de energía nuclear de Greenpeace, Carlos Bravo.
Nada más entrar, los ecologistas aclararon a los guardias de seguridad de que era una protesta pacífica, indicó Carlos Bravo. Hacia las 12.30 horas, cinco y media después de que los ecologistas ocuparan la cúpula de Zorita, se dio por finalizada la protesta tras haber obligado a la central a parar su actividad.
Los seis ecologistas fueron trasladados al Centro de Clasificación y Descontaminación de Bolarque (Guadalajara), situado a 5 kilómetros de Almonacid de Zorita, donde se les sometió a revisiones médicas para comprobar el grado de radiación al que pudieron estar sometidos.
La más antigua
«Esta acción pacífica de protesta demuestra que las centrales nucleares son instalaciones cuya seguridad no se puede garantizar», afirmó satisfecho Bravo, para quien «se ha podido comprobar el decrépito estado de esta vieja central, que hay que cerrar porque alargar su vida es la mayor de las irresponsabilidades».
La presidenta del CSN, María Teresa Estevan, anunció ayer tarde que impondrá una sanción «importante» a la central nuclear por la entrada de miembros de Greenpeace en sus instalaciones, incidente que calificó de «lamentable» y «deplorable».
Unión Fenosa, propietaria de Zorita -la central más antigua de España, que funciona desde 1968- está a la espera de que el CSN decida en octubre si amplía o no el permiso para que las instalaciones continúen funcionando conectadas a la Red Eléctrica.
Tanto el Gobierno de Castilla-La Mancha como los grupos ecologistas coinciden en pedir su cierre porque consideran que mantener en funcionamiento una central de estas características supone un grave peligro.
Por el contrario, los responsables de la planta nuclear defienden su existencia bajo dos argumentos: la central no reviste peligro alguno siempre que se realicen las modificaciones en la sala de control que sugiere el CSN para garantizar su seguridad, y su nivel de producción de energía eléctrica -tiene una potencia de 160 megawatios- es muy útil en situaciones puntuales de alta demanda de electricidad.
Cánceres de tubo digestivo
Según Greenpeace, esta central lleva décadas ocasionando graves daños ya que, además de producir residuos radiactivos, la incidencia de cánceres de tubo digestivo en la comarca de Almonacid de Zorita es tres veces más alta que la media nacional y los propios trabajadores de la central están expuestos a altas dosis de radiación. En cuanto a los daños medioambientales que esta central genera, Greenpeace destaca los vertidos líquidos que acaban en el río Tajo y los efluentes gaseosos que se expulsan a través de la chimenea.
Este incidente se produce una semana después de que la presidenta del CSN reconociera en una comparecencia en la Comisión de Economía del Congreso que la central de Zorita «es antigua, obsoleta y presenta fallos».