Crear recuerdos en torno al medio ambiente y hábitos sobre el buen uso de recursos como el agua o la energía, el cuidado de la naturaleza o la importancia del reciclaje desde niños hará más sencillo que los mantengan cuando crezcan y tengan descendencia. Esta es la premisa de la educación ambiental, un proceso necesario en cualquier etapa de la vida, pero que cobra una especial relevancia en los más pequeños, pues serán los que tomen las decisiones del mañana. En las siguientes líneas explicamos en qué consiste, sus objetivos, cómo enseñarla y varias iniciativas para llevarla a cabo.
¿Qué es la educación ambiental para niños?
El actual modelo de desarrollo, basado en un consumo desmedido y en una gran generación de residuos, pone contra las cuerdas los recursos de un planeta limitado, que no tiene margen de tiempo suficiente para reponerse. Aunque las consecuencias son ya más que evidentes y notorias, los próximos años serán decisivos para mitigar los efectos del cambio climático e intentar que no vayan a más. Y las generaciones más jóvenes son las que más se juegan en este reto, pues serán quienes sufran en mayor medida los efectos de este modelo insostenible.
En ese sentido, la educación ambiental, definida en el ‘Libro Blanco de la Educación Ambiental en España’ como “educación para la acción”, puede ayudar a reorientar el actual modelo de desarrollo para tomar el camino hacia la sostenibilidad.
La Universidad de Stanford (EE. UU.) analizó en 2017 cómo beneficia la educación ambiental a los escolares desde la etapa infantil al bachillerato. Después de revisar más de un centenar de estudios científicos publicados entre 1994 y 2013 por otras instituciones sobre este tema, concluyó que el 83 % de los escolares mejoró su comportamiento ecológico y que el 98 % amplió su conocimiento en otras materias como Matemáticas y Ciencias.
En España, José Domingo Villarroel, profesor de Didáctica de la Matemática y de las Ciencias Experimentales en la Escuela de Magisterio de Bilbao, publicó un estudio basado en los datos de 118 alumnos de entre cuatro y siete años. La investigación señalaba que la gran mayoría consideraba más incorrecto el daño causado a otros seres vivos que la desobediencia de determinadas normas sociales, demostrando que la conciencia ambiental se desarrolla desde niños.
La educación ambiental es un instrumento en favor de una forma de vida más sostenible, que contribuye con un modelo de sociedad basado en los principios de la sostenibilidad. Aunque puede parecer que solo quienes toman las decisiones, ya sea en casa, en la ciudad o en el país, son los únicos con un papel relevante, el rol de los pequeños y los jóvenes “es crucial por lo que significará de mejora en el futuro, sino también por la importante influencia que ejercen sobre sus familiares y adultos próximos en el presente”, se recoge en el Libro Blanco.
Educación ambiental para niños: objetivos y cómo enseñarla
Imagen: Anastasia Shuraeva
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) establece cuatro objetivos principales de la educación ambiental para niños:
- concienciar y sensibilizar sobre los problemas ambientales.
- fomentar su interés por el cuidado del entorno.
- ampliar sus conocimientos ecológicos.
- desarrollar la capacidad de aprender sobre el medio que les rodea.
Pero, ¿cómo se inculcan estos valores? Está demostrado que una de las principales formas de aprendizaje de los niños es la imitación, por lo que se debe educar con el ejemplo, tanto en casa como en el colegio y en cualquier otro contexto posible.
Iniciativas de educación ambiental
El ‘Libro Blanco de la Educación Ambiental en España’ incluye como objetivo la presencia real en el sistema educativo de un modelo de educación ambiental integrado, global, permanente y enmarcado en la educación en valores.
A juicio de Federico Velázquez de Castro, presidente de la Asociación Española de Educación Ambiental (AEEA), hay dos principales motivaciones para llevar la educación ambiental a los niños. Primero, porque es una parte de su formación. “No se debería hablar ni siquiera de educación ambiental, puesto que lo ambiental debe ser una dimensión integrada”, asegura. Y, en segundo lugar, porque, cuando el niño asume unos valores, “se convierte en un agente dinamizador dentro de la familia, señalando las acciones erróneas y enseñando las correctas”, añade.
A diferencia de otras materias escolares o enseñanzas, “la educación ambiental no tiene como principal objetivo simplemente aprender, sino generar conciencia, dada la urgencia de la situación”, manifiesta Velázquez de Castro. Así, el método más efectivo en su opinión es aquel que involucra y hace partícipes a los niños. Para ello, el presidente de la AEEA propone actividades que se pueden realizar tanto en familia como en la escuela, como salidas frecuentes a la naturaleza. “Se puede hacer la actividad de los mapas sonoros que consiste en dibujar no solo por lo que se ve, sino por lo que se oye”, recomienda. También sugiere que los patios escolares se transformen en lugares más amables, donde predominen los árboles en lugar del cemento, para desarrollar actividades como los huertos escolares.
➡️ Ceneam en la Escuela
Por su parte, el Centro Nacional de Educación Ambiental (Ceneam) cuenta con la iniciativa ‘Ceneam en la Escuela’, un programa educativo con actividades en el bosque de Valsaín (Segovia). “El objetivo es capacitar a los alumnos como ciudadanos críticos y responsables y acercarles a un uso racional de los recursos naturales”, explican Pedro Llorente y Carmen García, portavoces del centro. Entre las actividades, hay talleres de huellas y rastros para descubrir los animales del bosque, juegos de simulación para debatir sobre los modelos de desarrollo y un análisis de agua en el arroyo del bosque.
En esta metodología de educación ambiental, la participación de los niños es muy alta. “Son ellos los que hacen las prácticas, se formulan las dudas, generan hipótesis y discuten las soluciones. Son los protagonistas de su aprendizaje”, destacan Llorente y García. A juicio de estos expertos, con los alumnos es útil utilizar métodos lúdicos para comprender problemas complejos y abstractos, como son los ambientales. “Hacer esta educación con los niños inicia el proceso para actuar de una manera consciente a lo largo de toda nuestra vida y cuanto antes se empiece siempre será mejor”, reconocen.
➡️ Red Ekoetexea
En el País Vasco, familias y colegios pueden disfrutar del programa didáctico escolar de la Red Ekoetxea, que incluye actividades para el análisis y el disfrute del medio natural basado, también, en la enseñanza orientada a la acción, cuentan fuentes de Ihobe, la Sociedad Pública de Gestión Ambiental del Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno Vasco. “Una de las actividades que más demanda tiene es la de ‘Cetáceos a las 10’, que consiste en salidas en barco de entre cuatro y seis horas desde el puerto de Bermeo para observar la gran variedad de cetáceos que transitan por las costas vascas, al tiempo que sensibilizamos sobre la necesidad de conservar el medio marino. Una actividad también abierta a las familias”, detallan. También organizan visitas guiadas por el entorno natural de los centros, catas de productos locales, observación de aves y cuentacuentos.
Imagen: Zen Chung
Los resultados de estas actividades son muy positivos. “Recibimos anualmente unos 25.000 alumnos que dejan una valoración de 9,2 sobre 10, a lo que se suman más de 100.000 visitas anuales, sobre todo de familias”, confiesan. Tras años de enseñanza, su método más eficaz se centra en el contacto directo con la naturaleza. “Durante mucho tiempo se ha pensado que las actitudes proambientales están principalmente influenciadas por el conocimiento sobre los problemas, pero ahora sabemos que pasar tiempo en la naturaleza durante la infancia genera un sentimiento de apego al medio natural que da lugar a comportamientos más sostenibles”, reflexionan desde Ihobe.
Educación ambiental: ¿una asignatura curricular?
Para llevar la naturaleza al aula, hay quienes defienden la creación de una asignatura al respecto que forme parte del currículo de los estudiantes. Según la ‘Encuesta de Educación Ambiental 2019’, el 73 % de los profesores apuesta por una presencia transversal del tema y el 17 %, por una asignatura específica.
“La educación ambiental, por su carácter global, debería ser transversal e impregnar todas las materias. Encorsetarla en una asignatura deja de lado la posibilidad de ambientalizar el currículo, lo que impediría percibir el cuidado del medio ambiente como una parte importante de la formación integral de las personas”, explican Llorente y García, de Ceneam. “No somos partidarios de que a la escuela llegue un profesor de medio ambiente porque se tiende a etiquetar y catalogar. Deberían ser todas las figuras cercanas al alumnado quienes trasladen el mensaje. Defendemos una educación ambiental transversal”, coincide Velázquez de Castro.
Para Raquel Marín, portavoz de Naturaliza, un proyecto de Ecoembes para impulsar la presencia del medio ambiente en el sistema educativo, el fin último de la educación ambiental es “que se convierta en una competencia”. Por ello, se muestra contraria a establecer una asignatura puntual, con contenido determinado, pues lo considera insuficiente. “Tiene que haber una parte teórica, pero debe integrarse en la gestión de los centros y llegar a todos los rincones, desde la alimentación, el consumo o la gestión de los residuos”, opina la experta de Ecoembes.
Cómo es un colegio muy sostenible
Otro punto de vista es el de Joaquín Ruiz, director del Colegio Miralmonte en Cartagena (Murcia). Este centro integra desde su fundación, hace 10 años, una gran variedad de actividades para acercar el medio ambiente al alumnado. “No lo tratamos como algo complementario, sino esencial y troncal en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Para ello, intentamos que el alumno esté en contacto directo con la naturaleza y, en especial, que pueda aplicarlo en su vida diaria”, aclara Ruiz.
Los alumnos más pequeños realizan actividades de reciclaje y se encargan del huerto escolar. En Primaria y Secundaria continúan con el huerto y trabajan la sostenibilidad y la economía circular, con experiencias como una cooperativa escolar de aceite. Para trabajar la agricultura ecológica, han montado un gallinero con el que los alumnos aprenden el cuidado de los animales y elaboran compostaje. Su iniciativa ‘Desplastifícate‘ persigue que los alumnos dejen de usar envases y plásticos de un solo uso, que vuelvan a hábitos que sus padres y abuelos han vivido, como llevar botellines térmicos reutilizables o fiambreras para el almuerzo. Y en el buzón ‘El Rincón de Ecoescuelas‘, los alumnos y sus familias pueden depositar denuncias escritas o fotografías para reportar situaciones de contaminación o deforestación del municipio. “Pretendemos que el alumno sea el protagonista de las actividades porque así interioriza mejor los conocimientos”, asegura Ruiz.
La participación tanto de alumnos como de las familias es muy alta. “Los jóvenes aplican en casa lo aprendido y hacen partícipes a sus familias, que se involucran en actividades como el buzón de quejas, ayudan a replicar los huertos urbanos en el hogar y utilizan el aceite ecológico que producen los propios alumnos”, explica el director.
Pasar a la acción en casa
“La educación en valores y el compromiso hacia la sociedad por un planeta mejor es algo que es esencial como ciudadanos y alumnos, por lo que la educación no les puede dar la espalda”, advierte el director del Colegio Miralmonte. A su juicio, estas actividades motivan a los alumnos, que empiezan a concienciarse de que son parte del proceso de cambio, se involucran aún más y logramos ciudadanos con comportamientos activos, que no solo observan, sino que pasan a la acción. “Se educan, se empapan y lo trasladan al entorno familiar”, indica Ruiz.
Como reflexiona Velázquez de Castro, de la Asociación Española de Educación Ambiental, y dado que el niño aprende del adulto, “de poco valdría una escuela y una formación escolar muy buena si la sociedad tiene actitudes contrarias a lo que se enseña”. Por eso, lo que los niños ven en casa o cuando salen a la calle es una parte imprescindible de su aprendizaje.
En este sentido, el Ceneam cuenta con una iniciativa para la educación ambiental en casa. Hogares Verdes propone a las familias dos retos: reducir las emisiones domésticas de CO2 un 10 % en dos años y disminuir el consumo doméstico de agua entre un 6 % y un 10 %. Para conseguirlo, acompañan y asesoran a las familias participantes y les ofrecen información sobre cuestiones básicas y prácticas del impacto ambiental y social que tienen sus decisiones y hábitos cotidianos. Además, ofrecen atención personalizada, vía presencial, telefónica o por correo, para resolver las dudas que surjan.