Los compuestos orgánicos volátiles (COVs) agrupan a una gran cantidad de sustancias químicas que se convierten fácilmente en vapores o gases y que pueden tener diferentes efectos nocivos sobre el medio ambiente y la salud. El principal inconveniente medioambiental de estos gases es que, al mezclarse con otros contaminantes atmosféricos, como los óxidos de nitrógeno (NOX) y reaccionar con la luz solar, pueden formar ozono troposférico, que contribuye al problema del smog fotoquímico. Este problema se agrava especialmente en verano, al incidir el sol y las altas temperaturas.
En cuanto a sus consecuencias sobre la salud, pueden tener desde un alto grado de toxicidad hasta ausencia de efectos conocidos, dependiendo del compuesto y el período de exposición al mismo. Por ejemplo, se sabe que el benceno es un carcinógeno humano y se tienen sospechas razonables sobre el formaldehído y el percloroetileno. Los trabajadores industriales, los fumadores y las personas expuestas a la circulación de vehículos están más en contacto con este tipo de sustancias.
Además de sus efectos cancerígenos, la exposición a largo plazo a estos COVs puede causar lesiones de hígado, riñones y sistema nervioso central, mientras que a corto plazo puede causar irritación de los ojos y vías respiratorias, dolor de cabeza, mareos, trastornos visuales, fatiga, pérdida de coordinación, reacciones alérgicas de la piel, náuseas y trastornos de memoria. Según su peligrosidad, se clasifican en varios grupos:
- Extremadamente peligrosos para la salud: Benceno, cloruro de vinilo y 1,2 dicloroetano
- Compuestos de clase A (pueden causar daños significativos al medio ambiente): Acetaldehido, anilina, bencilcloruro, carbonotetracloruro, CFC´s, acrilato de etilo, halones, anhídridomaleíco, 1,1,1-tricloroetano, tricloroetileno, triclorotolueno
- Compuestos de clase B (con menor impacto en el medio ambiente): Acetona, etanol
La presencia de estos elementos es entre dos y cinco veces superior en el interior de los edificios que al aire libreSegún la Agencia norteamericana de Protección del Medio Ambiente (EPA), la presencia de estos elementos es entre dos y cinco veces superior en el interior de los edificios que al aire libre. Productos como disolventes, pinturas, limpiadores, líquidos para la industria de lavado en seco, insecticidas, ambientadores, pegamentos, barnices, soluciones fotográficas, tintas de fotocopiadoras o impresoras, y en general, cualquiera de origen petroquímico, pueden originar estos compuestos en hogares y lugares de trabajo.
No obstante, el origen de estas sustancias proviene también de fuentes naturales. El metano, el más abundante de los hidrocarburos atmosféricos, se forma a consecuencia de las deposiciones del ganado, las reacciones de putrefacción o la digestión de las termitas, aunque también proviene en gran parte de los procesos de combustión industriales (gas natural). Se sabe asimismo que el metano influye en el efecto invernadero y en las reacciones estratosféricas.
Por su parte, los árboles y las plantas también emiten COVs como el isopreno, los terpenos o monoterpenos. Según diversas investigaciones, estas sustancias podrían servirles como protección frente a elevadas temperaturas, contra patógenos y herbívoros, o como ayuda en la cicatrización, aunque también podrían estar afectando negativamente al cambio climático.
En la actualidad, los controles de emisiones de COVs se realizan mediante diversas tecnologías, como quemadores y combustores térmicos y catalíticos, que reducen o destruyen estas sustancias; y condensadores y adsorbedores, que permiten su posterior reutilización. Asimismo, los investigadores trabajan en el desarrollo de nuevas tecnologías, como las de destrucción corona, de plasma, o de biofiltración.
Con el objetivo de prevenir y reducir la contaminación atmosférica causada por las emisiones de COVs, la Unión Europea ha desarrollado en los últimos años varias legislaciones de aplicación en todos los países miembros, como la Directiva 200/42/CE, de 21 de abril de 2004.
En España, hay en la actualidad dos Reales Decretos que controlan las emisiones de COVs. Por una parte, el Real Decreto 117/2003 se centra en la restricción de las emisiones de COVs debidas al uso de disolventes en determinadas actividades. Por otra parte, el Real Decreto 227/2006 limita el contenido de COVs en determinadas pinturas de decoración y productos para el repintado de vehículos. De esta manera, estas normativas prohíben superar ciertos límites de emisión en 20 actividades industriales concretas, que deberán colocar en sus productos un etiquetado indicando sus valores de emisión de COVs.