Los mares europeos afrontan un penoso proceso de decadencia. Esta afirmación, tan repetida, puede no resultar sorprendente. Pero cuando los datos proceden de un macroproyecto financiado por la Unión Europea en el que han participado 28 grupos de investigación de 15 países, se convierten en algo infinitamente más serio que un tópico catastrofista.
Coincidiendo con el Día Mundial de los Océanos, el consorcio ELME siglas en inglés de «Estilos de vida Europeos y Ecosistemas Marinos» ha publicado su informe de conclusiones sobre la salud de los mares de nuestro continente. En particular, el estudio ha correlacionado la influencia de nuestros modos de vida, incluyendo las actividades urbanas e industriales, con cuatro manifestaciones de la enfermedad medioambiental que aqueja al entorno marino: los cambios en los hábitat, la eutrofización -exceso de nutrientes en el agua por vertidos que contienen fertilizantes-, contaminación química y pesca. El campo de estudio ha cubierto las cuatro masas de agua que bañan las costas del continente: el Atlántico Nororiental, el Báltico, el Mediterráneo y el Mar Negro.
Los investigadores han diseñado modelos conceptuales para ligar los factores económicos y sociales en juego, la presión ambiental que ejercen y el estado de los ecosistemas sobre los que actúan. Mediante modelos estadísticos y simulaciones de escenarios, y partiendo del diagnóstico en cada caso, han elaborado predicciones sobre las consecuencias a largo plazo si continúa la tendencia actual, y en cuatro supuestos que implican diferentes modelos político-económicos en función de la interdependencia y de la evolución del consumo, y que han llamado empresa nacional, mercados mundiales, responsabilidad local y comunidad global.
Los expertos del ELME pronostican que, de no tomarse medidas que sostengan el estudio exhaustivo y la gestión de cada uno de los mares regionales, el resultado será una degradación continua y una pérdida de oportunidades.