Un estudio coordinado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha descrito por primera vez el papel de las aguas atlánticas en la regulación de la productividad biológica del Mediterráneo. En concreto, han descubierto que la corriente atlántica que entra a través del Estrecho de Gibraltar posee concentraciones de fosfato suficientemente altas para contribuir al crecimiento de los microorganismos que forman el fitoplancton.
El CSIC señala que hasta ahora se pensaba que masas de agua atlántica pobres en fosfato penetraban en el Mediterráneo a través del Estrecho y ocupaban el lugar de las aguas más profundas, que abandonaban la cuenca cargadas de nutrientes. Este proceso de intercambio de masas de agua se empleaba para explicar el hecho de que ciertas zonas del Mediterráneo oriental fueran pobres en nutrientes y, por tanto, de «una baja productividad biológica».
Sin embargo, el estudio coordinado por el CSIC y publicado en la revista «Global Biogeochemical Cycles», indica que esta asunción no es correcta ya que la corriente atlántica posee unos valores de nutrientes, particularmente de fosfato, suficientes para sostener la proliferación de fitoplancton. «La limitación por fosfato que se observa en ciertas áreas del Mediterráneo oriental se debe a procesos internos, como la deposición atmosférica o las descargas fluviales, que causan la entrada de fuentes externas de nutrientes enriquecidas en nitratos y deficitarias en fosfatos», explicó la investigadora del CSIC Emma Huertas, que trabaja en el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía.
De manera natural, los nutrientes que llegan a los océanos son el resultado del lavado de las rocas y de la conversión del nitrógeno atmosférico a otras formas moleculares. Por otro lado, la actividad humana ha añadido cantidades considerables de nutrientes a los ecosistemas marinos. Por ejemplo, el fósforo, presente en las aguas residuales y detergentes, llega al mar a través de la desembocadura de los ríos. Los microorganismos que forman el fitoplancton, primer eslabón de la cadena alimenticia marina, precisan luz y nutrientes como el nitrato, el fosfato y el silicato para crecer y desarrollarse. «El nitrógeno y el fósforo contenidos en estas moléculas actúan como los fertilizantes para las plantas, ya que las células fitoplanctónicas construyen con ellas proteínas, ácidos nucleicos y otras estructuras celulares indispensables para sobrevivir y reproducirse», indicó Huertas.