Mientras que la mayoría de la atención en el calentamiento del planeta se la lleva el dióxido de carbono (CO2), este compuesto químico no es el único causante del cambio climático que tanto preocupa a los científicos. El CO2 es el gas de efecto invernadero más emitido por los humanos a través de actividades como el transporte y la industria, pero el metano (CH4) también ha ganado protagonismo en los últimos tiempos. Su creciente presencia en la atmósfera ha hecho saltar las alarmas de los expertos climáticos. Abordamos en las siguientes líneas este fenómeno natural y exponemos el informe que alerta de su peligro.
Las masas de hielo glaciar liberan metano a la atmósfera a una velocidad y cantidad muy por encima de lo que los científicos pensaban
Puede que el metano no sea tan común como el dióxido de carbono (el culpable del 80 % del calentamiento global), pero esta molécula formada por un átomo de carbono y cuatro de hidrógeno, cuya fórmula química es CH4, esconde un peligro. El metano es, junto al CO2 y el óxido de nitrógeno, uno de los principales gases de efecto invernadero. Pero molécula a molécula, el metano captura más calor que el dióxido de carbono; es entre 20 y 28 veces más potente en la tarea de capturar los rayos del sol que rebotan en la tierra evitando que salgan de la atmósfera (lo que los climatólogos llaman forzamiento radiativo) y, en consecuencia, contribuyendo al calentamiento global del planeta.
Por fortuna, su concentración en la atmósfera es mucho menor. Mientras que la del CO2 supera las 400 partes por millón de unidades de aire (ppm), el CH4 ronda las 1.830 pero por cada mil millones (ppmm). El problema es que el informe ‘Balance Mundial del Metano‘ revela que, desde hace una década, su presencia no ha dejado de crecer: desde 2012 han sido emitidos a la atmósfera unos 558 millones de toneladas de metano cada año. Es tanta cantidad que el ciclo natural de retirada del gas ya no puede absorberlo.
¿De dónde sale tanto metano?
Y aún existe otra diferencia importante entre estas dos moléculas. Mientras que el dióxido de carbono llega a la atmósfera emitido, sobre todo, por la combustión de combustibles fósiles, casi el 40 % de los 558 millones de toneladas de metano lanzadas cada año tienen un origen más natural o biológico. «De hecho, la mayoría del metano terrestre es producido por los microorganismos encargados de descomponer la materia orgánica en ausencia de oxígeno», explica la biogeoquímica Jemma Wadham, de la Universidad de Bristol (Reino Unido).Pero todavía queda una importante fuente de emisiones de este gas: el calentamiento y deshielo de los polos. Y este es precisamente el que en los últimos tiempos ha llamado la atención de los científicos. Advierten que uno de los grandes responsables de este vertiginoso aumento de la presencia de metano en la atmósfera es, sobre todo, el deshielo. Resulta que la actividad microbiológica y de descomposición que ejercen las bacterias que quedan al aire, como consecuencia del calentamiento del permafrost (la capa de suelo permanentemente congelado de las regiones muy frías o periglaciares), está liberando nuevas toneladas de metano a la atmósfera.
Además, mientras que la temperatura del planeta asciende, efecto del calentamiento global, el Ártico acelera su calentamiento a una velocidad incluso mayor. La consecuencia es que el permafrost se deshiela y la descomposición que realizan los microorganismos del suelo se aligera. Y el ciclo se retroalimenta: a mayor calentamiento, más emisiones de metano, lo que deriva en un mayor calentamiento y, de nuevo, más emisiones. Un círculo vicioso.
El deshielo no deja de emitir metano
La mayoría de los estudios del metano ártico se centran en el permafrost, pero aún hay otra fuente de este gas que está liberando metano a la atmósfera a una velocidad y cantidad muy por encima de lo que los científicos pensaban: las masas de hielo glaciar.
Los científicos acaban de confirmar que estas capas de hielo, que guardan en su interior grandes reservas de carbón, agua líquida, microorganismos y muy poco oxígeno, reúnen las condiciones idóneas para la actividad microbiana que genera el metano y que, de hecho, son también una fuente muy importante del metano que acaba en la atmósfera.
Un equipo internacional de científicos liderados por la Universidad de Bristol ha acampado durante tres meses en Groenlandia para medir la cantidad de metano que se libera. Y han comprobado que el deshielo que se produce en un área de 600 km2 emite metano de forma constante: en concreto, unas seis toneladas solo en esta superficie, aproximadamente la misma cantidad que liberan 100 vacas.
«Esta investigación nos ha permitido conocer que mucho del metano que escapa de las capas del hielo lo hace en grandes cantidades y a una velocidad tan rápida que no llega a oxidarse y transformarse en CO2, lo que reduciría su potencial como gas de efecto invernadero», detalla la biogeoquímica glacial Jemma Wadham, autora del estudio publicado en Nature.