El lago de Ohrid, el más antiguo de Europa, es la principal atracción turística de Macedonia. Formado hace entre cuatro y diez millones de años, sus cristalinas aguas permiten a los cientos de buceadores que se sumergen cada año en él observar especies endémicas de algas truchas y moluscos. Pero el Ohrid esconde un oscuro secreto: está sembrado de granadas de la Primera Guerra Mundial que, según los expertos, pueden detonar en cualquier momento.
Las autoridades locales saben desde hace décadas de estos artefactos bélicos, pero aseguran que no los pueden eliminar por falta de recursos técnicos. La antigüedad de estas granadas no reducen la posibilidad de que se activen en cualquier instante.
«Todo depende de si el agua logró entrar en el detonador o no. Nadie sabría si el interior de las granadas están corroídos o no», explica Blagoja Markovski, coronel retirado del Ejército macedonio.
Milutin Sekulovski, presidente del club de buceadores «Ohrid», afirma que llevan años viendo granadas en el lago «pero no las tocamos porque no sabemos en qué estado están. Sólo las registramos en los mapas submarinos».
El Ministerio de Defensa macedonio organizó en 2002 una acción para extraerlas y se logró sacar unas 20 piezas. Pero la mayor parte quedó en aguas más profundas. «Los buzos no pueden trabajar a más de 25 metros. Necesitamos robots para las profundidades más inaccesibles», explica Markovski.
Según las autoridades macedonias, las granadas acabaron en el lago porque cerca de sus orillas se encontraban varios arsenales militares y muchos fueron arrojados al agua por los distintos ejércitos durante su retirada.