El observatorio espacial «Aura» despegará este fin de semana, previsiblemente el domingo a las 12:02 hora española, desde la base aérea de Vandenberg, en California, con el objetivo de analizar el impacto de la actividad humana en la calidad del aire y el estado del escudo de ozono que, en las capas altas de la atmósfera, bloquea el paso de la radiación ultravioleta del Sol, según informó la Agencia Espacial de EE.UU. (NASA).
«Aura», cuyo lanzamiento fue suspendido el pasado 26 de junio por problemas técnicos, comprobará si se está recuperando la capa de ozono, si está empeorando la calidad del aire que respiramos y cómo está cambiando el clima. Para ello, va equipado con cuatro instrumentos -la sonda de alta resolución dinámica, la sonda de microondas, el instrumento de control del ozono y el espectrómetro de emisión troposférica-, que recogerán datos de la troposfera -que se extiende hasta los 10 kilómetros de altitud- y la estratosfera.
Escudo protector
El ozono es un gas formado por tres átomos de oxígeno, bueno en las altas capas de la atmósfera y malo en las bajas. El primero -el 90% de todo el ozono- es de origen natural, se encuentra en una capa en la estratosfera y actúa como un filtro contra la radiación ultravioleta, dañina para los seres vivos y que en el ser humano causa cánceres de piel y problemas oculares. El segundo es principalmente consecuencia de la actividad humana.
En la estratosfera ha habido siempre un equilibrio entre el ozono que se crea y el que se destruye, hasta que las emisiones de gases como los clorofluorocarbonos (CFC´s) -usados en refrigerantes, propulsores de aerosoles, disolventes de limpieza y espumas- empezaron a destruirlo a un ritmo superior al de su reposición natural. El brusco adelgazamiento de la capa de ozono sobre la Antártida se detectó a principios de los años 80 del siglo pasado y la prohibición de los CFC´s se hizo efectiva en los países más desarrollados en 1996. «Aura» estudiará los agentes que en la atmósfera destruyen ese gas e intentará averiguar si ese escudo natural se está recuperando, además de medir la cantidad de radiación ultravioleta que llega hasta la superficie terrestre.
El ozono troposférico, el que miden los detectores de polución atmosférica de las ciudades, es el contaminante más difícil de controlar de los seis más importantes: monóxido de carbono, plomo, dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre, ozono y partículas en suspensión. Son todos subproductos de la actividad industrial y agrícola que hacen que disminuya la calidad del aire que respiramos, y provocan problemas respiratorios y la muerte a millones de personas. El nuevo observatorio hará mapas de las fuentes y el transporte de estos contaminantes -menos el plomo- a escalas regionales y suprarregionales, y ayudará a distinguir entre los originados natural y artificialmente.
Calentamiento global
Este satélite tratará, además, de ver cómo está cambiando el clima. La vida en la Tierra existe porque los llamados gases de efecto invernadero atrapan la radiación infrarroja que, de lo contrario, escaparía al espacio. Esa retención de calor ha hecho de la Tierra un mundo habitable. El problema surge al aumentar la cantidad de esos gases por la actividad industrial y agrícola, dispararse el efecto invernadero y, consecuentemente, cambiar el clima. Se ha calculado que desde la Revolución Industrial la atmósfera terrestre se ha calentado medio grado, y las previsiones más pesimistas hablan de un proceso de calentamiento que podría derivar en las próximas décadas en una elevación del nivel del mar.
El nuevo ingenio medirá también las cantidades de metano, vapor de agua y ozono en la alta troposfera y la baja estratosfera, así como la capacidad de las partículas en suspensión de absorber y reflejar la radiación.