La utilización como combustible de la biomasa generada a partir de productos agropecuarios y forestales permitiría reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en cerca de 1.000 millones de toneladas anuales, lo que equivale a las emisiones conjuntas de Canadá e Italia en un año, según un informe elaborado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y la Asociación Europea de la Industria de la Biomasa (AEBIOM).
Este trabajo, que ha sido presentado hoy en Bruselas, estima que la biomasa constituye una fuente de energía que, además de ser eficiente en términos de costes y neutral en cuanto a emisión de carbonos, podría llegar a satisfacer el 15% (frente al 1% actual) de la demanda eléctrica de los países industrializados en 2020. «Esto permitiría suministrar electricidad a 100 millones de hogares, lo que sería equivalente a un reemplazo de cerca de 400 grandes estaciones eléctricas tradicionales», asegura WWF.
El informe también muestra que este aumento sustancial en la biomasa para la producción de energía limpia podría requerir menos del 2% del terreno de las naciones industrializadas, y no competiría con la producción de alimentos ni con la conservación de la naturaleza.
«La gran ventaja que presenta la biomasa frente a los demás tipos de fuentes de energía renovables, como la eólica o la solar, es que puede ser almacenada y posteriormente utilizada en el momento en que sea requerida. Es decir, la biomasa es capaz de suministrar un flujo de electricidad constante y sin fluctuaciones», señaló Giulio Volpi, responsable del Programa de Cambio Climático de WWF.
La ONG pone a Suecia como ejemplo de empleo de la biomasa. Este país «está cambiando y usando esta energía como parte del compromiso adquirido por el Gobierno sueco con el propósito de desalentar gradualmente el uso de la energía nuclear», indicó Volpi.