Científicos europeos están experimentando cerca de Berlín un método para sepultar dióxido de carbono (CO2) en las profundidades de la Tierra, a fin de impedir que este gas siga contribuyendo al calentamiento de la Tierra.
En Ketzin, una localidad de la antigua RDA situada a 40 kilómetros de Berlín, un equipo internacional de científicos ha comenzado a perforar el suelo para hallar a 800 metros de profundidad una capa de agua salada subterránea. A partir del verano próximo y durante dos años, los investigadores esperan inyectar 60.000 toneladas de CO2 puro, que será transportado al lugar por camiones cisterna.
«Vamos a equipar el lugar con una serie de sensores que nos ayudarán a verificar la validez de este almacenamiento», explicó Günter Borm, profesor del Centro de Investigación de la Tierra (GFZ) de Postdam, entidad que coordina el proyecto. «No hay nada peligroso: el sitio elegido es muy estable y el gas que inyectamos es el mismo que se utiliza para gasificar los refrescos», aseguró el profesor Borm.
Si la técnica fuera aplicada algún día a escala industrial, el gas enterrado sería previamente captado allí donde es emitido en fuertes concentraciones, por ejemplo en las plantas de cemento y siderúrgicas o en las centrales térmicas que producen electricidad, y gracias a técnicas por ahora experimentales.