La basura electrónica (e-waste) está formada por teléfonos móviles, televisores, ordenadores, lavadoras, batidoras, teclados y otros aparatos similares desechados. Este arsenal es conocido técnicamente como “residuos de aparatos electrónicos y eléctricos (RAEE)”, una montaña gigante que asciende a 45 millones de toneladas métricas en todo el planeta, lo que equivale al peso de 4.500 torres Eiffel. Y en nuestro país, cada español genera 20 kilos de esta chatarra electrónica o eléctrica al año, según la Universidad de las Naciones Unidas. La solución para deshacerse de esta basura pasa por el reciclaje. ¿Cómo hacerlo bien? En las siguientes líneas lo contamos.
Si queremos comprar un televisor de pantalla plana, despedirnos de la vieja impresora, cambiar de ordenador o sustituir el móvil por otro más moderno (algo que hacemos de media cada 20 meses), tenemos que tener en cuenta que todos estos dispositivos acabarán formando parte de la basura electrónica. La forma correcta de deshacerse de los RAEE es a través del reciclaje, un proceso que en España resulta obligatorio desde 2005. Aunque a los productores de electrodomésticos se les exige la financiación de sistemas que lo garanticen, sin la implicación de los consumidores no sería posible llevarlo a cabo.
Primera opción: los puntos limpios
Cuando un electrodoméstico o aparato electrónico ya no funciona y no puede ser reutilizado, la primera opción es entregarlo en la tienda donde compraremos uno nuevo o en cualquier establecimiento comercial de más de 400 metros cuadrados que venda estos dispositivos. Estas tiendas están obligadas a recoger cualquier aparato de menos de 25 centímetros para su reciclaje.
Además, los smartphones pueden depositarse en un Tragamóvil, una fundación sin ánimo de lucro que cuenta con una red de reciclaje de teléfonos viejos que opera en el territorio español, con unos 1.000 contenedores desplegados en tiendas de telefonía, servicios técnicos, ayuntamientos, universidades y superficies comerciales. También pueden venderse a cualquier empresa privada dedicada a este reciclaje, como Zonzoo o MovilBak.
Otra posibilidad es ir a un punto limpio municipal y depositarlo en el contenedor de residuos electrónicos y eléctricos. Desde allí, la basura tecnológica se lleva a plantas de tratamiento autorizadas, donde se recicla entre el 85 y el 95 % de los materiales contenidos en la chatarra, según Ecotic, fundación promovida por las principales empresas del sector cuya actividad es la correcta gestión de ese tipo de residuos.
Lo que se recicla y lo que no
Cuando se trata de modo correcto, buena parte de esta basura tecnológica que producimos puede ser reciclada. Cerca del 65 % de las materias primas recuperadas de móviles u ordenadores es plástico (propileno, poliestiereno, abs y policarbonato) que conforma las carcasas, los teclados y el cuerpo externo de los aparatos. Por otro lado, cerca de un 25 % está compuesto por los metales que integran el circuito y los componentes electrónicos, que mayoritariamente son aluminio, cobre y el litio de las baterías. Hay aparatos como el smartphone que incluso contienen -aunque en un porcentaje pequeño- metales preciosos recuperables y valiosos como oro, plata y paladio.
Todas estas partes se rescatan y su destino más habitual, tras su reciclaje, son las industrias del automóvil y la electrónica de consumo, donde continúan su vida útil. «De hecho, la gestión adecuada de estos aparatos implica un ahorro importante de recursos naturales», explica José Pérez, consejero delegado de Recyclia, una asociación que agrupa sistemas financiados por productores que garantizan la correcta gestión de estos residuos.
Aunque la carcasa del smartphone o del ordenador y la mayor parte de sus accesorios (cargador, elementos para el «manos libres», auriculares…) resultan reutilizables, otros elementos como las baterías y los circuitos integrados son más problemáticos desde un punto de vista medioambiental, afirma un estudio de la Universidad del País Vasco. De hecho, según Recyclia, un 10 % de los materiales de estos dispositivos (como la fibra de vidrio) son irrecuperables.
Cuando es un problema
Si se gestiona de forma adecuada, la mayoría de esta chatarra electrónica resulta casi inocua. El problema aparece cuando los residuos electrónicos no se someten a los procesos de descontaminación previos a su tratamiento en las plantas de reciclaje, ya que muchos de estos aparatos contienen sustancias tóxicas que pueden dañar el medio ambiente y también la salud. Por esta razón suponen un peligro cuando acaban en vertederos mezclados con el resto de la basura, en lugar de reciclarse de forma correcta.
De hecho, más del 60 % de los residuos de estos dispositivos que se generan en España es tratado ilegalmente, según estimaciones de Ecotic. Y no resulta raro encontrar tirados en vertederos ilegales frigoríficos, lavadoras o cualquier otro electrodoméstico recogido por camiones o furgonetas de chatarra. Estos desechos contienen hierro y cobre, lo que tiene valor como chatarra, pero también desprenden cadmio, plomo, cloro, mercurio y PVC dañinos para el medio ambiente, ya que son inevitables los lixiviados (residuos líquidos) y las filtraciones al subsuelo.
Entre las partes más peligrosas de la basura electrónica están los gases refrigerantes y los aceites de frigoríficos y aparatos de aire acondicionado, ya que, de no gestionarse de forma adecuada, pueden liberar gases hidroclorofluorocarbonos (HFC), altamente contaminantes y una de las principales causas del cambio climático: son entre 25 y 4.000 veces más potentes que el dióxido de carbono y responsables del 45 % del efecto invernadero atribuible a la acción humana, advierten los expertos.
También son especialmente delicados el polvo fosforescente de los antiguos televisores de tubo de rayos catódicos -que contiene metales pesados y tóxicos como cadmio y fósforo-, las pilas y los condensadores, ya que pueden contener sustancias peligrosas como plomo, mercurio (sobre todo, las de botón), níquel y cadmio. Además, las baterías de litio de los móviles resultan peligrosas por su riesgo de explosión.