España es uno de los países con más sistemas de bicicleta pública del mundo, sino el que más, pero su problema es la calidad. Esta es una de las principales conclusiones de un reciente estudio sobre este servicio. Sus autores, Esther Anaya y Alberto Castro, afirman también que el grado de utilización de muchos sistemas en España es demasiado bajo. Estos dos expertos en movilidad en bicicleta subrayan la falta de datos y estudios para mejorar estos sistemas, a la vez que reclaman a las instituciones que no se fijen solo en su coste económico: la bicicleta pública ofrece beneficios ambientales, sanitarios y sociales mucho mayores para los ciudadanos.
“La utilización de muchos sistemas de bicicleta pública en España es demasiado baja”El estudio muestra las características más importantes de estos sistemas en España (hay muchos y muy diversos) y los posibles beneficios y dificultades con propuestas de optimización y mejora. La bicicleta pública puede aportar cosas positivas a la movilidad sostenible, pero debe tratarse con cuidado y solo implementarlo tras un estudio de viabilidad que contraste ventajas e inconvenientes. Solo si el balance es positivo puede aplicarse, pero si se tiene claro su objetivo.
El grado de utilización de muchos sistemas en España es demasiado bajo. Para evitarlo hay que marcar metas, objetivos, realizar un estudio de viabilidad, hacer un seguimiento, recopilar más datos y evaluar con parámetros numéricos. Hay que encargar estudios con estrategias específicas que mejoren su eficiencia. No decimos nada diferente de lo que se debe hacer en cualquier proyecto público. Sin embargo, con la bicicleta pública parece que hay desconocimiento (que ya no se puede defender, ni es excusa) o porque aún no se trata a la movilidad en bicicleta con la misma profundidad y estatus que el resto de transportes.
No se trata de tener muchas bicicletas ni muchos préstamos, sino de conseguir objetivos. Ese ha sido el gran problema durante mucho tiempo, que no se han planteado objetivos y sin ellos no se puede saber si un sistema es bueno o no. Si el objetivo es reducir la contaminación y solo una minoría de usuarios vienen del coche, no se puede afirmar que sea exitoso. Acusamos la falta de datos y estudios para conocer el cambio modal, evaluar de forma correcta los sistemas y así poder justificar la implantación e incluso una subvención con cifras fiables. Hacen falta encuestas a los usuarios y la población sobre sus hábitos de movilidad en bicicleta. Se necesita también transparencia y explotación de unos datos de los que se dispone, como el número de préstamos, ya que están casi todos informatizados.
“En España no se han planteado objetivos y por tanto no se puede saber si un sistema de bicicleta público es bueno o no”La bicicleta pública puede reducir la contaminación, si los usuarios vienen del coche; mejorar la salud de los ciudadanos a través de una movilidad más activa, si la persona viene del coche o del transporte público; reducir los tiempos de viaje, si el usuario era antes peatón o, en algunos casos, del transporte público. En el primer caso, la bicicleta pública puede incluso hacer el transporte público más atractivo al disponer de un medio rápido para la primera o la última milla del desplazamiento. Y todos estos beneficios medioambientales y sociales también pueden traducirse en dinero.
La bicicleta pública es muy joven y todavía le quedan “algunas cosas por aprender”. La redistribución de bicicletas entre estaciones llenas y estaciones vacías y el vandalismo son quizá los aspectos más importantes por mejorar. El mayor desafío por delante es el económico. Sin tener en cuenta las externalidades positivas, sus beneficios medioambientales y sociales, la bicicleta pública puede parecer cara. Y en la actual crisis económica puede provocar el cierre de algunos sistemas. Últimamente parece que mantener un sistema de bicicleta pública es un dispendio y solo si le sale a coste cero al Ayuntamiento es rentable. Y no debería ser así. La bicicleta pública es un servicio como el transporte público, así que hay que asumir un gasto.
Lo importante es que el rendimiento sea acorde con la inversión. El apoyo económico institucional debe ser el mismo o más que para el transporte público. El usuario de la bicicleta pública mueve por sí mismo el vehículo y la Administración ahorra en gastos de salud individual y colectiva gracias al ejercicio físico que supone, cosa que no ofrece el transporte público.
En primer lugar, reconocerlo como tal y animarse a usarlo. En segundo lugar, valorar si cubre sus necesidades de movilidad. La bicicleta pública puede ofrecer desplazamientos en un solo sentido que pueden ser muy prácticos. Una parte de sus usuarios la usan por sus particularidades con respecto a la bicicleta privada. Además, está la oportunidad de despreocuparse del mantenimiento, robo, espacio para guardarla, etc. Sin embargo, tendrá que familiarizarse con la incertidumbre del sistema: no siempre podrá encontrar bicicletas o anclajes, aunque estos inconvenientes deberían ser mínimos.
“La bicicleta pública puede parecer cara sin tener en cuenta sus beneficios medioambientales y sociales”España es uno de los países con más sistemas de bicicleta pública del mundo, si no el que más. El problema no está en la cantidad sino en la calidad. No es suficiente con que el Ayuntamiento ponga las bicicletas en la calle. Se debería aplicar de forma coordinada con el resto de medidas de movilidad sostenible: instalación de aparcamientos para bicis, pacificación del tráfico motorizado, vías ciclistas, formación y educación para el uso de la bicicleta, etc.
Siempre se puede aprender de otros países. Se podrían apuntar los siguientes consejos:
- Más transparencia con los datos y más estudios.
- Valorar nuevas formas de financiación, como patrocinios de bancos o cambios en las estructuras tarifarias.
- Ofrecerlo como complemento de los operadores de transporte, como las ferroviarias DB en Alemania o NH en Holanda.
- Gestión por parte de las agencias de transporte, ya que facilitaría la integración con el resto de redes y servicios.
- Integrar los servicios en ciudades centrales de áreas metropolitanas con los de municipios colindantes.
- Aplicar las nuevas tecnologías de comunicación y georeferenciación. Ya hay sistemas de flotas compartidas o bicicletas individuales compartidas gracias a estas tecnologías en los dispositivos móviles de los usuarios.