Algunos productos han empezado a mostrar en su etiquetado su huella de carbono. En países como Estados Unidos, Reino Unido o Suiza, los consumidores conocen así la cantidad de dióxido de carbono (CO2) emitida durante su fabricación, transporte y eliminación. Este sistema puede ayudar a los consumidores a mitigar las consecuencias del cambio climático y a las empresas que lo asumen, a vender más y gastar menos. No obstante, el sistema tiene algunos elementos que convendría mejorar para lograr sus objetivos.
Ventajas de las etiquetas de huella de carbono
Gracias a las etiquetas de huella de carbono, los consumidores pueden elegir los productos con un menor impacto en el cambio climático. El dióxido de carbono (CO2) es uno de los principales gases de efecto invernadero (GEI), implicados en este grave problema medioambiental. Si todos los productos llevaran en su etiquetado la información de su huella de carbono, es decir, cuánto CO2 se ha emitido desde su creación hasta su transformación en residuo, el consumidor podría comparar los datos y seleccionar el de menor huella. Un pequeño gesto realizado a diario por millones de consumidores puede tener un efecto considerable, para bien o para mal.
Gracias a las etiquetas de huella de carbono, los consumidores pueden elegir productos con menor impacto en el cambio climático
La etiqueta de huella de carbono es una forma de recordar el cambio climático a los consumidores, además de destacar su importancia y sus consecuencias no solo sobre el medio ambiente, sino también sobre la economía o la salud de toda la sociedad en general. Cuanto mayor sea el cambio climático, más se resentirá la biodiversidad o los recursos naturales, y esto afectará negativamente al bienestar de los seres humanos. En definitiva, es un mensaje que se envía a los consumidores para concienciarles sobre la importancia del medio ambiente en sus vidas cotidianas y la necesidad de conservarlo.
Las empresas pueden ofrecen productos más responsables con el medio ambiente, vender más y gastar menos, si se esfuerzan en reducir su huella de carbono y demostrarlo en sus etiquetas. Para conseguir una menor huella, una de las acciones principales pasa por reducir el consumo de energía, que se traduce en un menor gasto. Además, no hay que olvidar que la legislación exige cada vez más productos y sistemas productivos con el menor impacto posible sobre la naturaleza.
Por su parte, los consumidores están cada vez más concienciados y el criterio medioambiental tiene una importancia creciente al decidirse sobre un producto u otro. Los productores, vendedores y distribuidores que incluyan el etiquetado de huella de carbono aumentan sus posibilidades de ventas frente a la competencia que no lo utilice.
Posibles inconvenientes de las etiquetas de huella de carbono
Las etiquetas de huella de carbono pueden provocar una sensación falsa de conciencia ecológica. Realizar o comprar un producto con este etiquetado podría hacer creer que ya se ha «cumplido» con la labor de mitigar el cambio climático, cuando en realidad es una de las muchas acciones que se pueden tomar para ello, y no solo por parte de los consumidores, sino de toda la sociedad, empresas, instituciones, organizaciones sociales, etc.
La introducción de los datos sobre la huella ecológica obligaría a productores y distribuidores a rediseñar sus envases, lo que supone un esfuerzo añadido. Con la cada vez mayor información que figura en los mismos, podría pasar desapercibida, e incluso, confundir a los consumidores si no se hace de forma adecuada.
Diversos expertos y estudios recuerdan que no hay un acuerdo mundial sobre el significado del concepto de huella de carbono. Por ello no resulta extraño que se hayan detectado diferencias de resultados entre varios sistemas de cálculo de la misma. En este sentido, tampoco hay un único estándar de etiqueta de huella de carbono, sino que hay diferentes sistemas y organizaciones que se encargan de ellas en Europa, Estados Unidos y otros países.
La huella de carbono no tiene en cuenta a otros gases de efecto invernadero como el metano o el óxido de nitrógeno, que se emiten durante la producción ganadera. A pesar de que su cantidad es menor, su efecto es mucho mayor que el del CO2. Por ello, algunos expertos sugieren calcular todos los GEI y no solo el CO2 para hacer una estimación más aproximada de lo que un producto conlleva para el cambio climático.