Seguro que los ha visto caminar por las aceras y comer restos de pan. Conviven con los coches, la contaminación y los seres humanos. Son los animales que habitan nuestras ciudades, y no nos referimos a los domésticos, sino a las especies que se han aclimatado a las costumbres del hombre, a sus edificios, sus calles y sus ruidos como una parte más de su hábitat. Palomas, gorriones, ratas y cucarachas encuentran refugio en las ciudades, porque es allí donde consiguen alimento y pueden sobrevivir. Sin embargo, su presencia provoca que los municipios dediquen una parte de su presupuesto a limpiar sus restos, como medida de prevención a graves problemas de salud pública.
La ciudad, su nuevo hábitat
Están ahí, en nuestras calles y raras veces les prestamos la suficiente atención. Tal vez nos percatamos de su presencia cuando casi pisamos a una atrevida paloma que no se aparta de nuestro camino. No lo hace porque está muy acostumbrada a convivir con los hombres.
Este es uno de los ejemplos más claros de cómo los animales han logrado adaptarse a las grandes ciudades. Salvo excepciones, los principales habitantes de la urbe son varias especies de aves, insectos y roedores como la rata. Cierto es que la expansión de las ciudades perjudica los hábitats rurales de algunas especies; sin embargo, muchas de ellas son capaces de aclimatarse al nuevo entorno. Mucho más ahora, pues las nuevas zonas residenciales de viviendas cuentan con amplias zonas verdes y parques que permiten anidar a las aves y establecerse a los insectos.
Luis Suárez, responsable del departamento de Especies de WWF/Adena, señala que “la expansión urbana perjudica a todos los animales que viven en un entorno que se urbaniza, en la mayor parte de los casos se trata de zonas de cultivo que aparentemente no tienen nada, pero en las que puede haber comunidades bastante curiosas. Al mismo tiempo, se produce el movimiento inverso, no tanto por la expansión de los edificios, sino por la creación de espacios verdes, que permite que se establezcan muchas especies”.
Alimento y refugio
El motivo de que estas especies habiten en las ciudades hay que hallarlo, sobre todo, en la facilidad de obtener alimentos y cobijo. Los habitantes de las urbes, como niños con restos de merienda o abuelos con trocitos de pan, les proporcionan comida y los tejados de las viviendas o los parques un refugio seguro.
La presencia de árboles y arbustos resulta fundamental para la supervivencia de las aves urbanas, en especial durante el invierno, porque las bajas temperaturas requieren la ingesta de una mayor cantidad de alimento. “Muchas aves se alimentan de frutos otoñales de los arbustos de los parques” explica María José Linares, bióloga de SEO Birdlife. Y añade, “son lugares destinados al ocio en los que siempre hay restos de alimentos consumidos por el hombre”.
Con el frío llegan a los núcleos urbanos aves de distintas especies, procedentes de campos y montaña. Por lo general, se quedan hasta la llegada de la primavera y después regresan a sus ambientes naturales. Durante el invierno, se puede observar una mayor cantidad de pequeños pajarillos como mosquiteros, carboneros, herrerillos y petirrojos.
Sin embargo, no todo son ventajas. En las ciudades los animales se enfrentan a peligros y obstáculos que no tendrían en un hábitat más natural, además de enfrentarse al peor de los depredadores: el hombre. En el caso de las aves, la construcción de nuevos edificios con paredes de hormigón sin grietas destruye muchos de los posibles lugares de anidamiento de varias especies.
Luis Miguel Domínguez, naturalista y director de la serie de TV Fauna Callejera, señala al respecto que los humanos no somos conscientes de la cantidad de animales que nos rodean y de lo que representan. “Además – indica- ellos estaban aquí primero”. “Estamos bien rodeados. Hay que aclarar que estos animales no siempre son perjudiciales. Lo único que muchos de ellos hacen es asumir que están a nuestro lado. Siguen nuestros pasos y se alimentan y viven gracias a nosotros”.
Pérdidas económicas y enfermedades
Nos guste o no descubrir a estos animales en nuestros parques y ciudades, su presencia puede llegar a ocasionar serios problemas. Uno de ellos es el gasto municipal destinado a la limpieza de fachadas de edificios y de lugares turísticos o considerados patrimonio cultural, debido a los restos de heces y a la posible transmisión de enfermedades.
Luis Miguel Domínguez explica que en algunos casos los animales han tenido tal capacidad de adaptación a la vida del hombre que han provocado cuantiosas pérdidas económicas. “En Polonia, por ejemplo-explica el naturista- la casa SEAT tuvo que hacer un cambio valorado en millones de euros en una de sus fábricas y en una de sus gamas de vehículos. Un mamífero, concretamente la marta, aprovechaba el calor del motor del coche recién aparcado para esconderse, a través de las ruedas, en hueco entre el capó y el motor, donde dormía. Durante los fríos inviernos en estas zonas, con temperaturas que alcanzan 30 grados bajo cero, estos animales relajaban sus esfínteres y hacían sus necesidades encima de los bornes de las baterías y de otros mecanismos del coche. Como consecuencia, los vehículos no arrancaban por la mañana. Ese modelo de SEAT tuvo que ser transformado para evitar que estos animales pudieran llegar a esa parte del coche. Se fabricó una tapa para la zona de la rueda y cortaron el paso a las martas. Pero hasta que la SEAT descubrió esto, le costó mucho dinero”.
En cuanto a las enfermedades que la fauna urbana puede transmitir a los hombres, Domínguez replica que algunos animales tienen demasiada “mala fama”, como la rata o la cucaracha. La rata se ganó esta animadversión debido a su papel en la expansión de la peste bubónica y está asociada a la suciedad. Sin embargo, “la rata -según este experto- es un animal muy limpio y necesita estar limpia de olores ajenos a su propia condición de rata para comunicarse, pues las ratas trasmiten a su descendencia unos códigos olfativos que las identifican como miembro de un clan o de otro. Eso hace que el animal no pueda ir oliendo a basura ni a nada más que no sea a sí misma”.
Si bien este tópico de la rata en las ciudades es exagerado, es cierto que los expertos advierten de posibles peligros de propagación de enfermedades, virus, etc. de las distintas especies animales hacia el hombre. Por ejemplo, se ha comprobado que en las pisadas de una cucaracha se han encontrado incluso cepas de salmonela, de ahí su mala fama. Otros casos estudiados son los de rabia selvática transmitida por los murciélagos.
El pasado año los medios de comunicación alertaron sobre las posibles enfermedades y plagas que tenían a las palomas como portadoras. Es, con toda probabilidad, el animal ubano más conocido. Sin embargo, la Asociación de Veterinarios de Palomas hizo pública la siguiente declaración “la crianza, preservación y entrenamiento de las palomas no representan más riesgo para la salud que la preservación de otras mascotas comunales o domésticas.”
Las empresa Desinfecciones Eibar, por su parte, especializada en el control de la fauna urbana y salvaje se dedica a analizar el problema específico de cada finca o localidad para proponerle una solución eficaz, de acuerdo a las vigentes normativas medioambientales, del desarrollo sostenible y del bienestar animal. Para Desinfecciones Eibar, “el control de las plagas urbanas tiene un componente medioambiental claro y unas repercusiones sanitarias evidentes: todos los problemas medioambientales llegan a convertirse en problemas de salud pública”.
Desde esta empresa aclaran que los peces o aves de ornamentación, así como la colonia de pájaros insectívoros u omnívoros de un parque puede verse afectada por la presencia de gatos asilvestrados quienes, además, serán portadores de insectos (parásitos externos) que afectan a las personas y reservorios o vectores de agentes etiológicos de procesos que afectan a éstas o a los animales domésticos.
El caso contrario, el de una enfermedad transmitida por el hombre al animal, puede llegar a producirse, pero según Domínguez es muy raro que en una ciudad se consiga un contacto tan íntimo como el que se precisa para que esto suceda. Las aves más cercanas a nosotros- palomas y gorriones- en ningún caso habitan nuestra misma habitación. “Aunque sí creo que les transmitimos otro tipo de enfermedad, que es de tipo psíquico. Tengo la sensación de que un gorrión del Paseo de la Castellana en Madrid está bastante más estresado que un gorrión de la campiña escocesa?”, ironiza.
Casos curiosos
Aparte de pequeños invertebrados, los principales ejemplos de esta convivencia urbana son las palomas, gorriones, urracas y mirlos, que llegan incluso a anidar en setos de las calles. La multiplicación de las palomas se ha producido porque esta especie cría varias veces a lo largo del año, siempre que haya suficiente alimento. “Y debe de haberlo”, apunta Gonzalo García, biólogo de SEO Birdlife, “a juzgar por cómo se ha disparado el número de palomas los últimos años”.
Según María José Linares, “en el caso de los gorriones es sorprendente la capacidad de adaptación que poseen ante las nuevas situaciones. Un caso curioso tuvo lugar en el Reino Unido en torno a los años sesenta, donde los gorriones aprendieron a romper los precintos metálicos de las botellas de leche que se repartían a domicilio. La costumbre de los repartidores era dejarlas a la puerta de las casas y estos pájaros se dedicaban a picotear la tapa y beberse la leche. Otras especies como la urraca también lo aprendieron y, finalmente, se decidió cambiar el envase. Quién sabe si aquí se encuentran los orígenes del tetra brik?”.
Otros animales más esquivos también se dejan ver en nuestras ciudades y alrededores. Así, se ha constatado la presencia de zorros en vertederos cercanos a ciudades, a los que se acercan a alimentarse.
En los vertederos de Madrid se alimenta una colonia de gaviotas. “Es una colonia que duerme en los embalses de la sierra de Madrid, pero que todas las mañanas baja siguiendo el curso del río Manzanares. Puede llegar a tener unos 60.000 ejemplares”, explica Luis Suárez.
También en la capital de España se conoció otro caso digno de mención, el de un gorrión que cada mañana se introducía en el tradicional Café de Oriente, en la plaza de mismo nombre, y permanecía allí hasta el anochecer. El pájaro era capaz de determinar, según el número de personas que entraran o salieran del local, en qué momento podría acceder al Café atravesando el umbral de las dos puertas de que dispone. Si entraba un solo cliente, una puerta se cerraba antes de abrirse la otra y el gorrión se podía quedar encerrado en los casi dos metros de separación entre ambas, por lo que sólo entraba o salía cuando las dos puertas permanecían abiertas a la par unos instantes.
En esta misma ciudad, en uno de los principales edificios del Paseo de la Castellana, se ha comprobado la existencia de una pareja de halcones. La explicación a su ubicación es sencilla: el edificio es tan alto y tan vertical que les recuerda a un cortado rocoso en el que ellos suelen anidar. Además, tienen comida garantizada – palomas- y difícilmente se sienten molestados por el hombre a esas alturas. Siguiendo con estos casos curiosos, en la Catedral de Sevilla se han localizado varios ejemplares de cernícalos primilla y en la de León se ha podido ver una cigüeña en cada pináculo.
Por la presencia de aves en sus tejados y parques también destaca la ciudad de Trujillo, en Extremadura. No se trata de una gran urbe, pero sí de un enclave peculiar por su situación geográfica -sobre un monte granítico- y por la gran cantidad de aves que acoge: golondrinas y cernícalos primilla anidan en el tejado de la Plaza de Toros, al igual que vencejos y grajillas. Tal es el número y variedad de aves que cobija esta ciudad, que se le dedica un capítulo en el libro “Las grullas vuelan a Extremadura”, de la Fundación Artistas por la Naturaleza. También Salamanca es ejemplar, por la gran concentración de estorninos y lavanderas en sus árboles.