Los consumidores tienen cada vez más cuenta la sostenibilidad de los productos en sus decisiones de compra. De ahí que los fabricantes destaquen este aspecto en sus envases mediante sellos y etiquetas ambientales —hay más de 200 en la Unión Europea— y expresiones muy generales, como “ecológico” o “sostenible”, en muchos casos, sin aportar pruebas que certifiquen tales declaraciones. Hasta algunas apps para escanear alimentos procesados y obtener una valoración nutricional del producto se fijan en la información ambiental que incluyen. Este fenómeno tiene un nombre. Aquí te contamos más acerca de ello.
‘Greenwashing’: el lavado de imagen verde
El llamado greenwashing es una práctica de marketing verde destinada a crear una imagen ilusoria de responsabilidad ambiental. Es una técnica muy utilizada por las empresas deseosas de mostrar sus teóricos atributos de mejora de la sostenibilidad de sus productos u organizaciones. El objetivo: incrementar sus ventas entre los consumidores más concienciados.
Una investigación de la Comisión Europea ha alertado sobre esta práctica. Tras analizar 344 declaraciones empresariales de sostenibilidad de diferentes empresas de todos los ámbitos, concluyeron que en más de la mitad de los casos no se proporcionaba información suficiente para que los consumidores pudiesen valorar si sus afirmaciones sobre sostenibilidad eran exactas. En el 37 % de los casos, las afirmaciones incluían términos vagos y generales —como “consciente”, “ecológico” o “sostenible”— y en el 59 % no se aportaban pruebas de fácil verificación para respaldar sus afirmaciones.
Tal y como explica Ioannis Virvilis, portavoz de la Comisión Europea en España, “hablamos de declaraciones de carácter medioambiental demasiado genéricas o vagas, que sugieren un excelente comportamiento medioambiental de un producto sin que esto sea así o sin que eso se pueda verificar”. Y añade que “dichas prácticas desleales serán prohibidas”.
¿La información ambiental de las aplicaciones nutricionales es fiable?
Muchas de las aplicaciones nutricionales que escanean productos procesados para obtener una valoración nutricional (expresada en forma de etiqueta) incluyen estimaciones medioambientales. Yuka y Open Food Facts son dos de estas apps. El objetivo de Yuka, según pregonan desde la web, es “ayudar a los consumidores a tomar mejores decisiones para su salud y actuar como catalizador para que la industria ofrezca mejores productos”. De hecho, es uno de los impulsores del etiquetado Eco-Score. Open Food Facts, por su parte, es una base de datos libre en la que las opiniones de los consumidores son muy tenidas en cuenta.
Open Food Facts es una plataforma colaborativa, por lo que cualquiera puede acceder al sistema e introducir el dato sin tener realmente la información necesaria para su cálculo, así que el Eco-Score que se presenta en la aplicación puede estar lejos del resultado real. En esas ocasiones se especifica al final de la página que los datos sobre esos aspectos no están disponibles, pero eso no frena que se muestre la valoración global del etiquetado ambiental junto al producto.
En Yuka, por su parte, un 40 % de la puntuación responde a criterios que no son nutricionales y de esa cifra “un 10 % se adjudica si el producto cumple con la normativa ECO, referente al cumplimiento de una legislación en relación con su sistema de producción”, explica la tecnóloga de los alimentos Beatriz Robles. Pero “esto no equivale a que sean necesariamente más sostenibles”, puntualiza. Por ejemplo, ¿es más sostenible un producto con una etiqueta eco que viene desde Sudáfrica u otro que llega desde una granja a 50 kilómetros del punto de venta? El cálculo del impacto ambiental de un alimento requiere de información más allá de la que en la actualidad se indica en la etiqueta.